martes. 23.04.2024
genero distopico
Cartel del VI Congreso Internacional sobre 'El Género Distópico' celebrado en 2020.

Los días 1 y 2 de Octubre se ha producido un acontecimiento purificador en un pequeño pueblo de Ávila, se ha desarrollado un combate frente a frente con las más aceradas formas en que se presenta la distopía. En Cuevas del Valle, localidad de belleza mareante acrecentada por la radicación de una población escasa pero nervuda, un grupo de jóvenes doctores en filosofía y comunicación se han levantado en argumentos contra la aceptación y el acatamiento de que la distopía, toda distopía, sea funesta en sí misma. Mariano Urraco, Marcos Jiménez, María Ramos, Francisco Martínez, Lucía Hellín y otras tantas y tantos investigadores volcados en la comprensión del valor cultural de la distopía, han levantado un congreso (VII ya) en el que han  descrito los elementos formales de la misma, su ontología filosófica así como la epistemología que ha favorecido la existencia de unas u otras formas de generar mundos distópicos, reversos de las fatuidades del que conocemos por sus predilecciones expresadas en formas más o menos utópicas.

Se dictaron conferencias y se presentaron iniciativas en un lugar esplendoroso que ha caído en un bucle que mezcla desidia, melancolía y despoblación. Frente a estos tres jinetes de la distopía no bastan remedios administrativos, ni alivian las ayudas que finalmente no encuentran formato oportuno, ni vehículo adecuado. Éste y otros tantos lugares que han perdido su condición de cunas de comunidades para tender a convertirse en no lugares, vulnerables frente al capricho, la moda o el confort residencial, solo pueden salir de sus inercias a través de actos salvíficos, “heroicos” como los que aparecen en las distopías más al uso (piense el lector en el replicante que salva la vida a su antagonista, el cazador que interpreta Harrison Ford).

Los jóvenes e hipermotivados investigadores han trasladado durante un par de días la pasión que les embarga a una comunidad que necesita de ciertos schocks para volver a vibrar con la intensidad que ya solo reside en la memoria de quienes la vivieron hace ya  mucho tiempo. Desde luego que la presencia de jóvenes en un pueblo envejecido y vaciado aporta por su mera presencia una estimulante novedad, pero ha sido la emoción y la convicción de su trabajo investigador el que, bajo mi punto de vista, ha deambulado por el pueblo una vez clausuradas las sesiones congresuales. La inquietud intelectual de los investigadores e investigadoras ha traspasado los muros del viejo ayuntamiento para flotar por calles y plazas, fondas y casas que les han albergado. Por un par de días al menos, Cuevas del Valle se ha sentido hermanada con la cueva de Platón en la que sombras y realidades establecen la relación dialéctica que eleva el sentido de la vida, pugnando por desvelar los enigmas que nos plantea el propio proceso del conocimiento.

En resumidas cuentas, que uno de tantos pueblos amenazados por la distopía del vaciamiento de su sentido comunitario, lo ha recuperado, ha vivido y palpitado como en sus años de oro. Y eso se debe, otra vez en mi opinión, no tanto al reto que ha llevado a los ponentes a la localidad, sino a que en la fijación de procesos intelectuales (académicos o no, regulares o eventuales) en lugares que están perdiendo su razón original de existencia, se encuentra el factor de salvación. El congreso en torno a las fuentes y formas de la creación distópica no es en sí misma salvación de nada, es la pasión intelectual y el esfuerzo organizativo en torno al proceso de conocer y comunicar lo que puede devolver la vida a muchos lugares que se están desangrando. El congreso realizado en la villa abulense certifica uno de los valores de la Institución Libre de Enseñanza que impulsara Giner de los Ríos: el avance del conocimiento, la construcción de la civilidad y el enriquecimiento de las personas es un proceso mixto en el que convergen la pasión por saber y  el hermanamiento con la naturaleza. La vibrante inquietud que acompaña el descubrir lo que desconocemos encuentra el mejor de los acomodos en la naturaleza estática que nos rodea. Así ha sido a lo largo de la historia.

Lo que ahora llamamos territorios vaciados es un ecosistema fallido en el que solo la naturaleza parece mantener su dignidad. Los campos, ríos, prados y montañas que acogen a los pueblos vaciados parecen haberse engrandecido ante el desbarajuste del abandono. Buena noticia, pues disponer de un entorno natural intacto es lo más complicado, ahora lo que toca es salvar a los pueblos y sus poblaciones, y en lugar de poner la racionalidad económica al frente del reto, conviene que pongamos a la racionalidad de saber y del experimentar a la cabeza de la recuperación de los territorios que lo requieren.

Afortunadamente la Institución Libre de Enseñanza nos dejó como heredera de su compromiso a la red de Universidades Populares que desarrolla su misión en el entorno rural. Son una palanca que además obtiene un apoyo europeo y cosmopolita por parte de la iniciativa Europea New Bauhaus que convoca a todas las fuerza creativas europeas a construir una Europa Bella, Sostenible, e Inclusiva.

Teniendo en cuenta estos preceptos, desentrañar los secretos de la generación de episodios distópicos puede rescatar a una gran parte de nuestras poblaciones de la distopía en la que se ven envueltos. Verde y en botella.

La distopía salvadora