viernes. 29.03.2024
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Coincidiendo con el eco de las reivindicaciones feministas del ocho de marzo se produjo la denuncia de una joven de 17 años, alumna de Fabricación y Montaje en el IES Universidade Laboral de Culleredo (A Coruña): “Soy niña, soy mujer. Sufro discriminación de género”.

Un claro ejemplo de segregación horizontal

Gracias a sus excelentes notas fue la primera de su clase en elegir empresa para realizar las prácticas pero se dio de bruces con las más rancios prejuicios de género y vio como se rechazaba su solicitud por ser mujer. No tenemos vestuario, ni ropa adecuada ni WC para mujeres le dijeron. 

A ella no le importa utilizar cartones para sujetar la máscara de soldadora por no disponer de una de su talla, ni calzarse unas botas dos números más grandes, le da igual que no haya vestuario porque está acostumbrada a ponerse el buzo de trabajo por encima de su ropa, pero lo que sí le importa a Iria es no tener las mismas oportunidades que sus compañeros.

Su testimonio debería ser de obligada lectura para quienes se cuestionan la desigualdad de género: “Estudio Fabricación y Montaje. Mi pasión es llegar a ser soldadora. En clase somos 20, 19 chicos y yo. Todos han conseguido prácticas menos yo. Me han rechazado porque dicen que no hay ropa, vestuarios y WC para mujeres. No puedo ser lo que yo quiera por ser mujer? Por qué? No lo entiendo.” La respuesta a ese porqué está en los prejuicios de género que limitan el desarrollo de sus facultades personales y que provocan que su solicitud se vea como un ataque directo a la identidad de los hombres que trabajan en el sector.

La brecha salarial genera una mayor pobreza en las prestaciones por desempleo así como en las prestaciones por jubilación

Su madre en declaraciones a La Opinión de A Coruña expresó su indignación con contundencia :“Como mujer, como madre y como feminista, a mi me hirvió la sangre”. "Ella decide irse por un mundo de hombres, y resulta que es la mejor de su clase. Se pregunta por qué no puede hacer lo mismo que los demás”.

Gracias a la mediación de su tutora, la joven, que cuenta con el apoyo incondicional de compañeros y profesores, va a poder realizar las prácticas en otra empresa.

No es un caso aislado

La desigualdad laboral entre hombres y mujeres es estructural, el conjunto de creencias arraigadas en nuestra sociedad sobre roles y estereotipos de género propicia comportamientos que vulneran derechos fundamentales de las mujeres; el porcentaje de acceso a las  profesiones masculinizadas, con puestos de trabajo adaptados a los hombres, es muy bajo. La segregación horizontal en oficios tradicionalmente masculinos levanta barreras que impiden a las mujeres el acceso a las mismas oportunidades laborales y que potencian que se infravaloran sus actividades y ocupaciones.

La profesora e investigadora Marga Torre, experta en segregación laboral, alerta sobre la necesidad de modificar la socialización de los roles de género en la escuela y en la familia "Ningún país hasta la fecha ha conseguido desagregar ocupaciones como la electricidad o la fontanería de la forma en la que se ha conseguido con medicina, por ejemplo. Las familias de nivel educativo alto socializan en roles menos tradicionales. Y sus hijas acceden más a la universidad. Serán ingenieras o médicas. Mientras tanto, las familias de clase trabajadora socializan todavía en roles tradicionales de género, y esas familias no educan a sus hijas para ser fontaneras, sino enfermeras o secretarias, abocadas al sector servicios".

La segregación vertical o “el techo de cristal”

La desigualdad en el acceso a puestos de dirección concentra los empleos femeninos en las escalas inferiores. El conocido como “techo de cristal” es un cúmulo de barreras no visibles que frenan el avance de las mujeres en su carrera profesional y en su camino hacia puestos de mayor responsabilidad. Los puestos directivos y técnicos, con mayor nivel retributivo, son un terreno de difícil acceso para las mujeres. En España tan solo un 16,4% de mujeres ocupan cargos directivos. La segregación vertical existe porque sus capacidades no son valoradas de igual modo que las de los hombres, esta realidad segregacionista y discriminatoria conlleva que los progresos profesionales sean más lentos y deriva en un mayor esfuerzo para el desempeño de un mismo puesto.

Día para la eliminación de la brecha salarial

Muchas mujeres cobran menos que un hombre por desempeñar el mismo trabajo. Según el Instituto de la Mujer y para la Igualdad de Oportunidades las expectativas educativas y profesionales de los niños y las niñas son diferentes. Cuando crezcan, el niño ganará, de media, en torno a un 16% más que la niña. Esta diferencia salarial genera una mayor pobreza en las prestaciones por desempleo así como en las prestaciones por jubilación. La igualdad retributiva entre hombres y mujeres es un derecho aún no alcanzado en una sociedad en la que las mujeres sufrimos más inestabilidad, menor salario y menor reconocimiento.

A pesar de las voces broncas y deslegitimadas que la niegan, la brecha salarial de género es otra de las múltiples barreras que jalonan nuestra existencia, eliminarla es una prioridad. 

Desigualdad de oportunidades educativas y profesionales