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“Llevo aquí, en la cama postrado mucho tiempo, años, ya van para 12. Todo sucedió muy rápido, un día de fiesta. Una mala decisión: coger el coche tras una cena copiosa regada con una cantidad, innecesaria de bebida. Tal vez fue una necesidad de demostrarme a mí mismo que era un ‘macho’. Fuera lo que fuera, coger el coche fue una irracionalidad e insensatez y eso provoco que me viera envuelto en un accidente, donde por desgracia, mi compañera falleció. ¿Por qué no fui yo? ¿Por qué ella? Cuantas veces me lo he preguntado mirando al techo. Es lo único que puedo ver. Después del estúpido accidente, mi cuerpo está rígido, no puedo mover absolutamente nada, solo tengo conciencia, mi cerebro está vivo, pero todo el resto de mi cuerpo está muerto. Me alimentan con sonda. Pienso, luego existo. ¡Maldita frase de Descartes! ¡Cuánto me gustaría no pensar y con ello no existir! Porque mi existir, es vivir: mirando una y otra vez el techo a un punto fijo, mover solo la boca, no poder hacer nada.
‘Mi cuerpo está rígido, no puedo mover absolutamente nada, solo tengo conciencia, mi cerebro está vivo, pero todo el resto de mi cuerpo está muerto’
Desde el primer día, cuando fui consciente de cómo estaba, lo empecé a desear, lo pedía a gritos ¡Quiero morir! ¡dejarme morir! Pero todo eran gritos sordos, peticiones que no se cumplían. La Ley de Eutanasia existe ya. La frase de que Dios no quiere que mueras, no me sirve, pues pienso que es muy cruel. Estoy muerto desde hace 12 años. Desde siempre, pero ahora, día tras día, lo tengo cada vez más claro: quiero morir, deseo morir. Tengo derecho a decidir mi vida. Y he decidido morir. Soy un vegetal, no soy un ser humano. Tal vez piense, tal vez pueda hablar. ¿Pero estoy vivo? ¿Para quién?”.
Espero que este relato sirva para que aquellos partidos políticos y aquellos ciudadanos que están y votaron contra la Ley de Eutanasia y que no paran de hacer manifestaciones “por el derecho a la vida” para que reflexionen y comprendan que todos los seres humanos tienen derecho a decidir. Y que la muerte también lo es. Y que la eutanasia no es “un asesinato” sino un derecho a morir dignamente.
Dejemos que aquellas personas que han optado por aplicar la eutanasia puedan hacerlo, sin recriminaciones y sin postulados ultra religiosos
Es importante que todos hagamos un testamento vital, donde expongamos muy claramente cómo queremos pasar los últimos días de nuestra vida y por tanto la sociedad, los familiares, deben respetar ese testamento vital y aceptar que tanto la vida, como la muerte son derechos y que aplicar la eutanasia no es otra cosa que respetar cómo acabar con una forma de vida que no se desea y que lleva a un ser humano a sentirse un objeto, un animal enjaulado en una celda no deseada y que le lleva a sentirse indignamente tratado y ante todo no respetado en su derecho.
Vivir, como he dicho anteriormente, es un derecho, pero también lo es morir y la eutanasia es una forma digna de dejar de vivir. Cuando esto lo aceptemos y no señalemos la eutanasia como un asesinato, más cerca estaremos del respeto a los seres humanos y con ello a tener una democracia total con todos los valores que ella conlleva. Por eso, dejemos que aquellas personas que han optado por aplicar la eutanasia puedan hacerlo, sin recriminaciones y sin postulados ultra religiosos, pues la eutanasia, el morir dignamente, es un derecho al que todos somos libres para acogernos o no. Por eso nadie, nadie debe impedir este derecho.