sábado. 20.04.2024

Cada cual tiene, según dicen, el karma que se merece y el mío, de vez en cuando, disfruta gastándome bromas más o menos pesadas. Esta semana, tras tener escrito el artículo con el que castigar a mis hipotéticos lectores, la coincidencia hace que el Gobierno-PSOE publique dos documentos que suman más de 1.000 páginas para darme la razón por un lado -hacía falta - y un sopapo por el otro castigando mi prisa.

Eso si, el PP sigue instalado en la negación: no hago nada pero me opongo a todo. La reacción, una vez más.

Hace bastante tiempo que intento descifrar el misterio que subyace en la política española y que nos condena a un enfrentamiento constante que va más allá de lo que, a estas alturas, debería ser lógico. Busco las raíces de las estructuras ideológicas, la naturaleza histórica que construye ambos modelos y lo que voy investigando me lleva -de una forma posiblemente errónea - a concluir que ambos lados del arroyo se han quedado viejos y ausentes de las necesarias actualización del “sofware” que les debería ayudar a entender la realidad del S XXI.

Como hay que ser ético y cumplir con la autocrítica, me gustaría empezar por poner de manifiesto el vacío ideológico del principal -¿por cuanto tiempo? - partido de la izquierda española: mi querido PSOE. Este partido está a años luz de la solidez programática con la que  triunfaba en los 80: nada queda de aquello y hoy solo se alimenta de la ambición de poder y de una historia que se encuentra lejos de las necesidades y estructuras productivas del mundo de hoy.

Desaparecido el comunismo, desvanecido éste en la realidad de su estrepitoso fracaso, el PSOE, como representante hispano de la europea socialdemocracia hoy en retroceso, se desliza por una nada ideológica imposible de estructurar o predecir. Sin un manual de instrucciones adecuado, no sabe muy bien cómo colocarse frente a la globalización, los retos de un futuro que no acepta el antiguo modelo de control de las administraciones públicas y la necesidad de asegurar los programas sociales sin caer en disfunciones.

Queda el viejo sueño de una justicia igual para todos, una educación sin barreras para todos y una sanidad pública universal, ya conseguida y siempre amenazada. Pero ese sueño nuclear no tiene manual de instrucciones, carece de “corpus doctrinal” y toda Europa le vuelve la espalda a los modelos imperantes con una inmigración subvencionada pero nunca integrada, una administración hipertrofiada y, en el caso de España, una enorme laxitud en los límites éticos del nacionalismo, la integración autonómica en entornos comunes y estables y la disgregación absurda de derechos y obligaciones.  

El PSOE tiene miedo a diagnosticar públicamente estas disfunciones  -obvias para todos - y su miedo potencia a VOX y al populismo de la extrema derecha. No reconocer estas deficiencias hace que el enemigo crezca machacando sobre lo obvio de una realidad que todos vemos y que, como en famoso cuento del vestido del emperador, nada oculta.

Y por el otro lado, una derecha bronca, ultramontana en sus orígenes tradicionalistas tan bien manejados e integrados por Franco en un batiburrillo ideológico que todo lo igualaba, confundía y alargaba hasta dejar un barro manoseado de iglesia, falta de Estado, autoritarismo cuartelero y mucha tradición de un solo lado del espectro. La derecha española no es franquista ni su ideología es franquista porque Franco no tenía nada de todas esas cosas complicadas más allá de los fusilamientos, no. La derecha española manda sus raíces muy lejos, tan lejos como a los tiempos de la Primera República y las guerras Carlistas; busca su alma en aquel liberalismo que renegaba y repudiaba al enciclopedismo afrancesado de la República Francesa que tan mal se llevaba con la Iglesia, expulsión jesuítica incluida.

Más que una derecha de modelo europeo coherente con los tiempos y las mareas sociales del  S XIX, en España tuvimos y tenemos, bloqueo y reacción; hemos tenido una clase dominante refractaria a cualquier avance social cuya inspiración ideológica siempre ha estado ligada a la Iglesia, principal instigador del frenazo a la internacionalización de los movimientos obreros.

Fruto de su dependencia religiosa y del mantenimiento de estructuras agrícolas medievales en toda la mitad sur de la península, los movimientos obreros del S XX fueron violentos y explosivos, con un anarquismo cuya violencia hoy no podemos ni imaginar y que el mismo PC tuvo que eliminar a sangre y fuego.Hoy, la derecha actual sigue maniatada por lo religioso, limitada para aceptar avances sociales que ya pertenecen a la normalidad, con una conciencia de clase añeja e inoperante y con una rigidez imposible de reconocer en Europa.

Vacíos ambos de buenos programas y herramientas modernas, sólo queda la lucha a palos propia de los cartones de Goya en su época más negra. Sin apuntes, sin una estructura ideológica bien elaborada y capaz de gestionar la modernidad de un mundo que avanza a toda velocidad, ambos lados de nuestra política naufragan y se separan, cada vez más, de una sociedad que queda decepcionada sin recibir, nunca, lo que de verdad necesita de estas dos mitades del alma hispana: el acuerdo para edificar un sólido futuro basado en la colaboración de ambos partidos y que consiga asentar  aquello que es de todos y todos necesitamos.

Deberes pendientes