jueves. 28.03.2024
V_VENDETTA480

@joseangomhern | Cuando una larga serie de abusos y usurpaciones, dirigida invariablemente al mismo objetivo, evidencia en designio de someter al pueblo a un despotismo absoluto, es su derecho, es su deber, derrocar ese gobierno y proveer de nuevas salvaguardas para su futura seguridad.

Hace más de 200 años que un grupo de hombres libres hizo esta declaración en un documento que hoy es referente de, incluso, la Declaración de Derechos Humanos sobre la que se sustancia la ONU. Vuelvo a repetir, hace más de dos siglos que estas palabras fueron plasmadas por Thomas Jefferson en un documento que fue firmado en la ciudad de Philadelphia por hombres como George Washington, John Adams, Thomas Jefferson, Benjamin Franklin o John Adams, en el actual Independence Hall, y que fue el embrión del nacimiento de los Estados Unidos. Lo que realmente ocurre es que textos del pasado se hacen actuales en la situación actual de España, la situación a la que nos está llevando el Partido Popular y, en concreto, Mariano Rajoy, con sus políticas neoliberales y sus medidas ultraconservadoras. Lo mismo ocurre con canciones del pasado, canciones de los cantautores de los años 60 y 70, que se pueden escuchar en el entorno sociopolítico actual y no desentonan.

Los abusos hacia los españoles de Mariano Rajoy hacen imprescindibles medidas por parte de la ciudadanía, casi obligan a los ciudadanos a retomar su soberanía, ese concepto que tan pomposamente está recogido en la Constitución Española de 1978 en su artículo 1.2 al afirmar «La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado» y que el Partido Popular nos está hurtando de una manera casi obscena, del mismo modo en que lo haría un dictador en un país donde la soberanía nacional reside en la persona del mismo y no en el pueblo.

La movilización ciudadana se hace imprescindible no ya tanto como un modo de protesta o como un modo de canalizar el descontento sino como una manera de terminar con este sufrimiento, con esta situación insostenible, con este gobierno que está ejecutando la protección que el Estado debe dar a sus ciudadanos.

El Partido Popular está actuando como el alumno que quiere superar al profesor al precio que sea al querer imponer las mismas medidas que en los años 80 implementó Margaret Thatcher con la misma excusa: la crisis económica. Rajoy y su partido están haciendo lo mismo pero a lo bestia. Están entregando nuestros derechos, esos derechos que están recogidos en la Constitución Española, a los intereses privados como un nuevo nicho de negocio que explotar. El hecho de entregar esos derechos (sanidad, educación, trabajo, vivienda, justicia) a intereses privados es ya un ataque directo a la democracia, además de un atentado contra los principios sobre los que se asienta el sistema político en el que el pueblo es el soberano.

El partido ultraconservador español está llevando a los ciudadanos a situaciones propias de la posguerra. En la España actual más del 10% de su población está por debajo de los niveles de pobreza extrema. En la España actual casi 3 millones de personas no tienen ningún tipo de ingreso. En la España actual se está pasando hambre, millones de niños solo pueden comer en sus colegios porque en su casa apenas pueden alimentarse. En la España actual las autoridades expulsan de su hogar a las víctimas de la usura de la banca. En la España actual los ciudadanos tienen que buscar en los contenedores de basura el mínimo sustento para no morir de hambre. En la España actual la salud de los ciudadanos se entrega a los intereses de compañías privadas que van a convertir a los pacientes en clientes. En la España actual la educación de nuestros jóvenes se entrega a las necesidades de la Iglesia Católica o de la educación privada. En la España actual el hijo de un obrero tiene imposible acceder a la educación universitaria porque las tasas están equiparando la educación pública a la privada. En la España actual se está atacando a la libertad de expresión, reunión, manifestación de los ciudadanos con una legislación propia del franquismo o del estalinismo. En la España actual se está atacando constantemente a los derechos de las mujeres con esa reforma asquerosa de la ley del aborto que un ministro ególatra y narcisista quiere imponer bajo los auspicios de los sectores más ultras de la sociedad y que, además, son una minoría. En la España actual se están permitiendo los abusos empresariales hacia los trabajadores y el chantaje más burdo hacia éstos por el mero hecho de que el trabajo, que es un derecho, se haya convertido en un privilegio. En la España actual se permite que el Presidente del Gobierno mienta en el Congreso y continúe en sus funciones. En la España actual se permite que el Presidente del Gobierno siga en su cargo a pesar de ser también el presidente de un partido político sospechoso de ser un nido de corrupción. Todo ello gracias a las medidas del gobierno de Mariano Rajoy. 

Mariano Rajoy, su partido y la prensa mamporrera del Movimiento Genovés, justifican sus medidas en la mayoría absoluta que le dio el resultado de las Elecciones Generales de 2011 y en la soberanía popular. Esta afirmación es un insulto. El pueblo habló y ahora debe callar. Así es como ve el PP el sistema democrático. Piensan que se les ha dado un cheque en blanco para poner en marcha todas las tropelías que han puesto en marcha, independientemente del daño que pueda hacer. El pueblo habló y ahora debe callar. Eso no es así porque la democracia está basada en la participación del pueblo en la vida política, por mucho que las elecciones den un resultado o el contrario.

El principal problema es que el Partido Popular no cree en la democracia, no cree en la soberanía popular y por eso no acepta que los ciudadanos tengan voz propia. Sólo acepta la sumisión. El gobierno impone y el pueblo calla porque ya tuvo su oportunidad en las Elecciones Generales. No obstante, tienen miedo, tienen mucho miedo a que el pueblo despierte. Por eso han aprobado las leyes que han aprobado para evitarlo.

La nulidad de respuesta del pueblo español ante todos estos atropellos, ante todos los recortes y sus consecuencias es un modo de complicidad con el poder. El pueblo, tal y como dice la Declaración de Independencia de Estados Unidos, no solo tiene el derecho sino que está obligado a endurecer la protesta, que no la queja, para provocar que esos gobernantes dejen de gobernarnos. No hablo de revolución, porque ya no es tiempo de revoluciones, sino que hablo de que los ciudadanos tenemos el poder efectivo, que no el poder legal. No podemos permitir tener a un Presidente de Gobierno que ha legalizado la mentira como modo de gobierno. No podemos permitir que nadie, por mucho que tenga la legitimidad de los votos, nos robe los derechos por los que tanta gente se dejó la vida. Pero para eso es necesaria la protesta, intensificar la protesta, llenar las calles día a día, porque la calle es nuestra, por mucho que dijera Fraga lo contrario, y desde la calle se ganan más derechos que desde el sillón de casa o desde la queja tomando un café. Envidio de verdad a países como Brasil, Ucrania, Thailandia, países en los que el pueblo se ha echado a la calle y ha conseguido cambiar las tendencias y los abusos del poder hacia sus ciudadanos.

Compañeros y amigos extranjeros me preguntan que cómo es posible que con lo que está haciendo Mariano Rajoy con su pueblo España no está ardiendo, que no haya barricadas en las calles, que no aparezcan cincuenta cajeros ardiendo cada día. La respuesta es fácil: el pueblo español ha entregado la cuchara antes de comenzar la batalla. ¿Somos un pueblo de cobardes? Creo que no, pero sí que somos un pueblo resignado, un pueblo que se queja pero que no protesta. Antes los abusos del PP tenemos el deber de levantarnos, tenemos la obligación de luchar por lo que ellos nos quieren quitar. En países no muy lejanos, como Francia, por menos de la mitad de los abusos de Rajoy hacia el pueblo el país se hubiera levantado. Aquí no, y, por tanto, el pueblo es responsable.

Voy a finalizar el artículo con una parte del guión de la película V de Vendetta donde se sustancia parte de lo explicado anteriormente:

"¡Buenas tardes, Londres! Permitid que, primero, me disculpe por esta interrupción. Yo, como muchos de vosotros, aprecio la comodidad de la rutina diaria, la seguridad de lo familiar, la tranquilidad de la monotonía. A mí, me gusta tanto como a vosotros. Pero con el espíritu de conmemorar los importantes acontecimientos del pasado, normalmente asociados con la muerte de alguien o el fin de alguna terrible y sangrienta batalla y que se celebran con una fiesta nacional, he pensado que podríamos celebrar este 5 de noviembre, un día que, lamentablemente, ya nadie recuerda, tomándonos 5 minutos de nuestra ajetreada vida para sentarnos y charlar un poco. Hay, claro está, personas que no quieren que hablemos. Sospecho que, en este momento, estarán dando órdenes por teléfono, y que hombres armados ya vienen de camino. ¿Por qué? Porque mientras pueda utilizarse la fuerza, ¿para qué el diálogo? Sin embargo, las palabras siempre conservarán su poder, las palabras hacen posible que algo tome significado y, si se escuchan, enuncian la verdad. Y la verdad es, que en este país, algo va muy mal, ¿no? Crueldad e injusticia, intolerancia y opresión. Antes tenías libertad para objetar, para pensar y decir lo que pensabais. Ahora, tenéis censores y sistemas de vigilancia que os coartan para que os conforméis y os convirtáis en sumisos. ¿Cómo ha podido ocurrir? ¿Quién es el culpable? Bueno, ciertamente, unos son más responsables que otros. Y tendrán que rendir cuentas. Pero, la verdad sea dicha, si estáis buscando un culpable, sólo tenéis que miraros al espejo. Sé por qué lo hicisteis, sé que teníais miedo ¿Y quién no? Guerras, terror, enfermedades. Había una plaga de problemas que conspiraron para corromper vuestros sentidos y sorberos el sentido común. El temor pudo con vosotros y, presas del pánico, acudisteis al actual líder, Adam Sutler. Os prometió orden, os prometió paz. Y todo cuanto os pidió a cambio fue vuestra silenciosa y obediente sumisión. Anoche intenté poner fin a ese silencio. Anoche destruí el Old Bailey para recordar a este país lo que ha olvidado. Hace más de cuatrocientos años un gran ciudadano deseó que el cinco de noviembre quedara grabado en nuestra memoria. Su esperanza era hacer recordar al mundo que justicia, igualdad y libertad son algo más que palabras; son metas alcanzables. Así que si no abrís los ojos, si seguís ajenos a los crímenes de este gobierno, entonces os sugiero que permitáis que el cinco de noviembre pase sin pena ni gloria. Pero si veis lo que yo veo, si sentís lo que yo siento y si perseguís lo que yo persigo, entonces, os pido que os unáis a mí, dentro de un año, ante las puertas del parlamento Y juntos, les haremos vivir un cinco de noviembre que jamás, jamás nadie olvidará.

Lo que estamos logrando con el entreguismo popular es perder la soberanía popular. El camino que nos mostraron escritores como Orwell, Zamiatin, Huxley o Bradbury puede llegar a España si no le ponemos remedio. Nosotros tenemos la fuerza, utilicémosla porque es nuestro deber como ciudadanos.

El deber del pueblo