viernes. 29.03.2024
chaplin

Le sucedía como a mucha gente, que por una u otra causa, estas fiestas no le gustaban. Y tenía  razón. Son fiestas que parece obligatorio que la alegría se desmadre, el deseo de paz se acreciente, y la hermandad se cumpla. Fiestas que, por mor del consumismo, han perdido su razón, y se olvida que más de medio mundo no tiene motivos para estar alegre, que otro tanto vive en guerra y que la solidaridad brilla por su ausencia. Es la fiesta de los niños por excelencia, y millones de niños viven en la miseria más absoluta; frente a los excesos de unos, más de 8.500 niños mueren de hambre cada día... ¿Tenía razón Charlot? Quizá por eso murió una navidad hace ahora cuarenta años.

La comicidad, la ironía y la ternura, no exenta de crítica de la sociedad donde los más débiles son presa del poder y de la incomprensión social, son las características principales de sus argumentos y sus personajes

Nadie se pone de acuerdo en el lugar exacto de su nacimiento, aunque se supone con toda probabilidad que fue en Walworth (Londres) en abril de 1889. Pero una carta descubierta hace seis años, decía que había nacido en Black Patch Park, un campamento gitano de Smethwick, cerca de Birmingham, donde sus padres se encontraban actuando en esa época.

Por el contrario, todos coinciden en que Charles Chaplin, que ha pasado a la historia como “Charlot”, por la genialidad de su personaje, murió el 25 de diciembre de 1977, hace pues, 40 años, en su casa de Suiza. Es curioso, falleció en Navidad sin tener que soportar los aires de alegría y fiesta que por estas fechas, en casi todo el mundo, se organizan, y que a él le enervaban e inquietaban, trayéndole tristes recuerdos de una infancia vivida en la carestía, la lucha y la pobreza. Por eso no le gustaba la navidad, por su triste infancia y por la de tantos niños que como él se crían en la calle, víctimas de la perversa sociedad, tanto en la paz como en la guerra, olvidados, abandonados, objeto del manejo, de la opresión y de la explotación de los mayores. Fiestas que traen abundancia y derroche para unos, mientras en otros se ceban la desgracia, el frío y la soledad. Años después, en pleno triunfo, evocaría esos recuerdos en escenas cinematográficas con el personaje que hace 103 años nació en Estados Unidos, Charlot. Su imagen, sus andanzas de payaso desvalido, perdurarán para siempre en la historia del cine por su originalidad y sus genialidades. Personaje vagabundo que mueve a compasión y a risa al espectador, y que rompía los moldes al uso del cine de entonces. De ahí su éxito: junto a la originalidad, el ser reflejo de la tragicomedia de la vida que cada persona, sobre todo las más débiles, vive y padece a lo largo de su existencia.

Venía de familia de artistas, su padre, alcohólico, del mismo nombre, que moriría de cirrosis, fue actor y cantante, y apenas si lo veía. Su madre, Hannah, bailarina de varietés, conocida como Lily Harley, tampoco tenía tiempo para cuidarlo. Ambos se separaron antes de que Charles cumpliera tres años, obligándole a vivir donde podía. Tanto su padre como su madre no tardaron en morir quedando huérfano y solo en un mundo hostil, por lo que tuvo que buscarse la vida. Y a la temprana edad de cinco años trabajó de lo que había mamado, en el mundo del espectáculo, reemplazando a su madre en una actuación de music-hall.

Una infancia dura de sinsabores y desprecios hasta que a partir de 1912 comenzó a recorrer países como artista ambulante, pasando de Europa a los Estados Unidos, la Meca del cine donde enseguida su éxito fue fulgurante.

Su personaje Charlot debutó en 1914, en la película Ganándose el pan. Durante ese año rodó treinta y cinco cortometrajes, y fundó la empresa distribuidora de filmes, United Artists. De esa etapa muda son algunas de las películas más destacadas de Chaplin como La quimera del oro, y Luces de la ciudad. El cine mudo era para él el único y auténtico cine, por eso tardó en aceptar el sonoro.

Falleció mientras dormía, a las 4 de la madrugada, tras sufrir una larga enfermedad, a los 88 años. Con él murió su personaje, entre payaso y vagabundo, el antihéroe. Todos se muestran de acuerdo en esa genialidad creativa, un personaje inmortal sin otro atrezo que un sombrero, un bastón, y un pequeño bigote que conquistó el mundo. También están todos de acuerdo que con Chaplin murió uno de los mayores genios del cine, tanto delante como detrás de la cámara. Pero nadie se pone de acuerdo en su fecha de nacimiento y lugar, aunque nació en la misma semana de Hitler, al que luego imitaría sarcásticamente, luciendo, en el personaje que le diera fama, el mismo diminuto bigote.

El antihéroe rebelde del cine

Charlot es un personaje cargado de poesía, ironía, humor, y cierta dosis de amargura e inocencia por las que llega a todo tipo de público, desde el más joven al anciano. Quien más quien menos se ve reflejado en sus avatares, en su lucha por la vida, en su incomprensión. A la par que despierta la risa, también provoca la conmiseración, la solidaridad y la ternura. Este personaje con trazas de vagabundo, con  bastón, bombín y andares de pato, marcando la una y media con sus grandes y raídos zapatos, nació en 1914, cuando la Meca del Cine, que entonces comenzaba a desarrollarse hasta acabar en la gran industria que generó, encargó a Chaplin que creara un personaje gracioso, apropiado para hacer reír por sus situaciones ridículas al estilo de lo que entonces se llevaba, y que otros humoristas reflejaban en la pantalla, como el también genial Buster Keaton, con el que colaboró en algunos cortos; el olvidado Fatty Arbuckle, cuyas películas había visto; el fugaz Harry Lagdon, o el malabarista del vacío, Harod Lloyd, entre otros. Chaplin se sale de esos moldes, y añade a los gags típicos de la situación embarazosa, los movimientos de una figura, entre muñeco y humano, en un si es no es infantil y pícaro, que ha pasado a la historia como una de las mayores genialidades del séptimo arte.   

Sus personajes no hablan. Son pantomimas entre la burla, la crítica y el humor. Escenas como la cena en la que devora, con hambre de semanas, una gastada bota de cuero, haciendo de la suela un filete y convirtiendo los cordones en espaguetis, son inolvidables. El cine mudo adquirió su mayor prestigio con Charles Chaplin, que tardaría en adaptarse al cine sonoro porque no le convencía. Quizás estuviera en lo cierto, como otros tantos directores de esa época, pensando que con la llegada del sonoro, el séptimo arte perdía su esencia, su mayor cualidad: la comunicación de la “sola imagen”, como solía decir. Chaplin se resistió cuanto pudo a ese cambio, alegando que su Charlot se expresaba con los gestos, pero como a partir de 1936 el sonoro se iba imponiendo en los rodajes, asumió la nueva realidad, y trató de adaptar su personaje sumando a la mímica diálogos cortos, que no le convencieron. Tras varias pruebas se echó atrás, y mantuvo su idea primigenia. Aunque su personaje nunca llegó a hablar en los cortos que siguió rodando, al empezar su nueva etapa en películas de mayor metraje, acabó por aceptar la nueva situación del cine, y ya con banda sonora, realizó su primera película en el año 1940, nada más y nada menos, que El Gran Dictador, con escenas memorables, como el baile con el globo representando la Tierra.

El Gran Dictador (1940), es su primera película hablada y con ruidos, como la explosión del globo terráqueo. No había empezado todavía la II Guerra Mundial, pero ese baile y esa explosión, se convirtieron en un profecía de la hecatombe. Hitler, con su nazismo y xenofobia ascendía como la espuma, y la visión de esa cinta, significó un acto de desafío contra esa corriente que acabaría en el mayor genocidio de la historia de la  humanidad. Fue filmada y lanzada un año antes de que Estados Unidos entrara en guerra. Chaplin figura como un dictador de un país imaginario, Tomainia, inspirado en Adolf Hitler, que, coincidencias de la vida, era cuatro días más joven que Chaplin. La película se interpretó como un acto de valentía y denuncia política de las dos ascendentes ideologías de la época, el nazismo y el fascismo, ridiculizando ambas dictaduras en un discurso contra la codicia, el odio y la intolerancia, y a favor de la libertad, la paz y la fraternidad.

La película fue nominada en cinco categorías para los premios de la Academia. Sin embargo no obtuvo ninguno. En España, como solía suceder en esa época de la “larga noche”, fue prohibida; se estrenó 36 años después, en 1976, un año después de fallecido el general Franco.

Pero no sólo sufrió Charles Chaplin persecución en sus obras y por sus ideas en países bajo dictaduras, sino también en aquel donde, se dice, imperan la libertad y la democracia. En los mismos EE UU formó parte de la lista negra en la “Caza de Brujas” .

Perseguido, acusado, y exiliado

Por haber participado durante la Segunda Guerra Mundial en la campaña en pro de la apertura del Segundo Frente para ayudar a la Unión Soviética en su lucha contra los alemanes, junto a los demás aliados, y haber apoyado a varios grupos pro amistad soviética asistiendo a actos convocados por diplomáticos de la URSS, así como por sus declaraciones y vínculos con comunistas reconocidos como Hanns Eisler y el escritor Bertolt Brecht, el Comité de Actividades Antiamericanas del Congreso de los EE UU le acusó de comunista. En el clima político que se vivía en los Estados Unidos en la década de 1940 tal conducta le llevó a Chaplin a ser considerado, como escribió Larcher, "peligrosamente progresista y amoral”. En su comparecencia, Chaplin negó ser comunista, y promover actividades “antiamericanas”, afirmando, por el contrario, que era un «traficante de la paz». Su película Monsieur Verdoux (1947) fue otra excusa para justificar la persecución. Esta obra establecía un paralelismo entre los crímenes del protagonista y los de las grandes potencias en período de guerras. En esas mismas fechas, tuvo lugar en Nueva York una violenta conferencia, donde Chaplin fue agredido verbalmente por más de cien periodistas.

En 1952, se trasladó al Reino Unido para el estreno de Candilejas, y John Edgar Hoover, director del FBI, al enterarse del hecho, negoció con el Servicio de Inmigración vetar el reingreso de Chaplin y su familia a los EE. UU. Empezaría su obligado exilio.

Pero antes de seguir con sus avatares políticos, debo comentar alguna de sus inmortales obras, reflejo de su vida: El chico quizá sea una de las películas más conmovedoras de la historia del cine. Un maravilloso clásico de Charles Chaplin cuya combinación de risas y dramatismo revolucionó la idea de “comedia”. En su debut como cineasta, Chaplin abordó la historia de un vagabundo pobre, pero de gran corazón (Chaplin) y de un adorable granujilla huérfano (interpretado por Jackie Coogan de 6 años), quien tras ser rescatado por el vagabundo y formado por él en la Escuela de la Dura Vida, se convierte en su inseparable compinche. Entre sus escenas memorables, se incluyen una lección de buenos modales en la mesa, la pelea armada por un matón, y el sueño angelical del vagabundo.

Candilejas, es un homenaje a una era pasada y una agridulce historia sobre un artista que pasa la antorcha a la siguiente generación.

Tiempos modernos (1936), una crítica a la automatización industrial, y la crisis, marcó el final de la era Charlot. En el filme Chaplin emplea efectos sonoros, murmullos de fondo y por un momento se escucha su voz en un canturreo improvisado. Fue una de sus primeras adaptaciones al sonoro.

Charlot es representado por Chaplin como un personaje torpe e ingenuo, pero de buen corazón, que se esfuerza por comportarse con los modales y dignidad de un caballero, pese a su verdadera posición social. Sin embargo, aunque está dispuesto a tomar cualquier trabajo disponible, no deja de usar su astucia para obtener lo que necesita para sobrevivir y escapar de las autoridades que no soportan sus travesuras y salir airoso de las situaciones más insólitas. Charlot es el personaje característico de la etapa del cine mudo de Chaplin, y acabaría siendo el icono por excelencia del cine mudo. Tras de las apariciones memorables en cortometrajes que todavía hoy mantienen su actualidad, y en largometrajes tales como El Chico (The Kid, 1921), La quimera del oro, 1925, Luces de la ciudad, 1931, y Tiempos modernos, 1936, Chaplin decidió retirar este vagabundo con su primer filme hablado, El Gran Dictador (1940). Aunque volvió a proyectar sus características esenciales en la figura de un barbero judío, por las grandes similitudes con el clásico personaje, víctima esta vez del autoritarismo de la época: el fascismo. No volverán a aparecer sus andares de pato, su bastón y su sombrero, en producciones posteriores. Hay otras muchas películas suyas que el lector puede encontrar en Internet, por cuya razón seguimos con su historia.

El FBI le investigó por sus ideas de izquierdas a principios de los 50, como peligroso comunista. Como se había casado varias veces, pusieron la disculpa, además de comunista, por la repercusión que podía tener debido a su fama en todo el mundo, de su falta de moralidad, y su amor por la jovencitas... Tuvo que exiliarse. Le acusaron también de que tal vez fuera un judío francés comunista por no encontrarse su partida de nacimiento, aunque se sabe que era cuatro días más joven que Hitler.

A propósito de esta persecución, que afectó a muchos otros artistas, guionistas y estrellas del cine de Hollywood, rodó en 1956 Un rey en Nueva York, una sátira del “Macarthismo”.

En 1947 la Comisión de Actividades Antiestadounidenses acusó a 79 figuras del cine americano, motivo por el cual comenzó el proceso contra los Diez de Hollywood, que rehusaron comparecer ante la comisión. Ese mismo año, dicho Comité presionó a la fiscalía para que se deportara a Chaplin, “cuya vida en Hollywood contribuye a destruir la fibra moral de América”, dijeron. Las acusaciones y falsedades llegaron a tal extremo, que un senador estadounidense se atrevió a confesar públicamente que «el comportamiento de Chaplin se aproximaba peligrosamente a la traición». El 17 de septiembre de 1952, el Fiscal General de Estados Unidos dio instrucciones para retener al actor y a su familia cuando viajaban en el trasatlántico Queen Elizabeth a Europa, para asistir al estreno de Candilejas. Aprovecharon la ocasión para, sin levantar escándalo, expulsarle e impedirle el regreso a los EE UU. A los delitos de comunista y actividades antiamericanas, sumaron otras denuncias, alegando que se había casado cuatro veces, y cometido graves delitos contra la moralidad y las buenas costumbres, como atribuirle noviazgos con otras ocho actrices.

Tampoco él quiso volver a un país cuya industria cinematográfica había contribuido a extender, recibiendo como pago la expulsión por falsedades. Compró una mansión en Corsier-sur-Vevey, en Suiza, y ahí residiría desde 1953 hasta su muerte. Chaplin le hizo entrega al cónsul estadounidense en Ginebra de su permiso de retorno a Estados Unidos, con lo cual demostró su intención de no querer volver a ese país. Después tuvo que ir en dos ocasiones, para recibir varios premios por su trayectoria. En 1972 la Academia de Hollywood le concedió el merecido Oscar que hasta entonces se lo había negado. Tras 20 años exiliado, y acabada la “caza de brujas”, regresa de nuevo a los EE UU, pero solamente por ese tiempo de recogida de premios que tan bien se merecía.

Su última película fue “La Condesa de Hong Kong” con Marlon  Brando y Sofía Loren, ambos, en el esplendor de su carrera, pero no tuvo el éxito que se esperaba, ni significó la obra maestra a las que nos tenía acostumbrados.

Por la gran popularidad con su personaje Charlot, considerado símbolo del humorismo e icono del cine mudo, Chaplin recibió múltiples reconocimientos y nominaciones, como el premio Óscar Honorífico en dos ocasiones, 1928 y 1972, y fue candidato al premio Nobel de la Paz en 1948. En 1957 fue nombrado Caballero de la Orden del Imperio Británico. Una estrella con su nombre luce en el Paseo de la Fama de Hollywood desde 1970.

La comicidad, la ironía y la ternura, no exenta de crítica de la sociedad donde los más débiles son presa del poder y de la incomprensión social, son las características principales de sus argumentos y sus personajes. En ellos no falta la poesía, el humor y cierta dosis de amargura. Su cine y sus personajes reflejan la ingenua tragedia del circo y la vida, elevadas a la categoría de arte. Quizá por ese maltrato infantil, repetido luego en pleno éxito, como dijo su hija, al comunicar su fallecimiento el 25 de diciembre de 1977, a Sir Charles Chaplin, o Charlot,“no le gustaba la navidad”.


PALABRA DE CHARLOT

Mirada de cerca, la vida parece una tragedia; vista de lejos, parece una comedia. Nunca te olvides de sonreír, porque el día en que no sonrías será un día perdido. La vida es una obra de teatro que no permite ensayos. Por eso, canta, ríe, baila, llora y vive cada momento, antes de que baje el telón y la obra termine sin aplausos. Hay que tener fe en uno mismo. Aún cuando estaba en el orfanato, o recorría las calles buscando qué comer, me consideraba el actor más grande del mundo. La vida es maravillosa... si no se le tiene miedo...” (Charles Chaplin).

A Charlot, no le gustaba la Navidad