viernes. 29.03.2024
layo

En la mitología griega el rey Layo de Tebas, hijo de Lábdaco y esposo de Yocasta, fue padre de Edipo. Fue criado por su tío abuelo Lico tras la muerte temprana de su padre. No pudo acceder al trono porque sus primos Anfión y Zeto se lo usurparon. Layo fue expulsado de Tebas y pidió asilo en Pisa al rey Pélope. Allí se enamoró de Crísipo, hijo de Pélope, raptándolo y abusando de él en una cuadriga. Crísipo no supero este hecho y se suicidó. Por ello, Pélope echó sobre Layo la maldición de Apolo, su estirpe se extinguiría en si misma.

Después de la muerte de Anfión, Layo accedió al reino de Tebas, se casó con Yocasta y durante mucho tiempo no tuvieron descendencia. Layo acudió al oráculo de Delfos para buscar una solución para su falta de descendencia. EL oráculo le dijo que su hijo mataría a su padre y se acostaría con su madre. Layo nunca le contó esto a Yocasta. En una noche de embriaguez Layo yació con Yocasta y esta engendró un hijo. Cuando nació su hijo, Layo mandó a un pastor que lo llevara al bosque y allí lo sacrificara. Pero el pastor se apiadó del niño y lo abandono. Recogido por una sirvienta del rey de Corinto fue criado por este y se le puso de nombre Edipo. Este regresó a Tebas y en el camino en una reyerta mató a Layo, sin saber que era su padre, cumpliéndose el vaticinio del oráculo. Yocasta enamorada de él, y desconociendo que era su propio hijo, se casó con Edipo. Cuando Yocasta fue advertida del hecho se suicidó y Edipo se arrancó los ojos y vagó por el mundo sin rumbo.


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En psicología se habla de complejo de Layo, introducido por George Devereux en 1953, para referirse al deseo paterno del filicidio, el complejo opuesto al de Edipo, el contraedipo. Este sentimiento se da en especial sobre el hijo varón, para evitar la perpetuación y así lograr el sueño de la inmortalidad por parte del padre.

Compartir esta reflexión de Walter Riso: “A mí lo que me preocupa es el otro maltrato, el que no deja marcas en la piel”

Hay dos aspectos psicosexuales principales de este complejo. Uno la creencia de que si no tiene sucesores será inmortal en la memoria colectiva. Otro, el narcisismo entre Layo y Edipo, sólo puede quedar uno, el padre o el hijo.

Es en las personalidades narcisistas donde especialmente asienta este complejo de Layo. En estas personalidades no hay lugar para dos, padre e hijo. Al padre narcisista su hijo no le da la retroalimentación positiva que necesita siempre. Esto padres narcisistas tienden a reaccionar de dos maneras. Una es la pérdida de interés por su hijo por esa falta de retroalimentación y la otra es que al verse reflejados en su hijo se vuelven hipercontroladores y exigentes.

Los padres narcisistas, si sus hijos no logran las expectativas que han puesto en ellos se sienten enormemente defraudados, y se vuelven distantes afectivamente hacia ellos. Consecuencia de esto es que los hijos de padres narcisistas desarrollan numerosos problemas psicológicos, tales como baja autoestima, ansiedad, trastornos en la esfera de la alimentación y en muchos casos abusos de sustancias.

Los hijos de estos padres narcisistas sufren lo que se ha llamado maltrato silencioso Este maltrato se produce por un abuso emocional. Este tipo de maltrato es más frecuente que el maltrato físico. Uno de cada tres niños en el mundo sufre abuso emocional. Este tipo de maltrato conlleva poner en ridículo al niño, intimidarlo, insultarlo, rechazarlo, humillarlo y en general mostrar hacia él una gran frialdad afectiva.

Por último, compartir esta reflexión de Walter Riso: “A mí lo que me preocupa es el otro maltrato, el que no deja marcas en la piel”.

El complejo de Layo