viernes. 19.04.2024
cristo
Inicio de la cola del Cristo de Medinaceli (confluencias calle Fucar con calle Lope de Vega).

A más paro, mas colas.

Colas en el INEM, colas en los comedores sociales, colas en los bancos de alimentos, colas en inmigración, colas en emigración, colas en Doña Manolita, colas los días del cine, colas por todas partes. Pero la cola que lo peta es la cola del Cristo, cada año más gorda.

En 2014 la cola del Cristo ha entrado en la lista de records Guinness, 15 días antes de que en el primer viernes de marzo se empezaron a colocar las primeras tumbonas de playa en la esquina de la calle Fúcar con Lope de Vega. Y, si como parece, el éxito se mide hoy por el tiempo de espera a las puertas del “templo” donde va a tener lugar el sagrado rito del consumo, sea un concierto, la compra de un ipad de nueva generación, o la inauguración de la temporada de rebajas. La cola del Cristo lo vuelve a petar. Y a pelo, nada de tiendas de campaña ni de un mínimo refugio, y hay que reconocer que este año ha sido especialmente duro, temporal tras temporal y sin el menor desaliento hombres y mujeres de toda condición han soportado los azotes del viento y la lluvia con tan solo unos plásticos, algunas mantas y eso sí una novedad este año, estufas de butano.

Quienes tenemos el privilegio de asistir año a año a la conformación de los primeros puestos de la cola y a su posterior desarrollo comprobamos cómo la cola del Cristo ha evolucionado del rito piadoso de antaño hacia una especie de Romería urbana de enorme interés. Cada comida en la cola se convierte en una fiesta; churros, porras, café y chocolate por las mañanas, puede que algún sol y sombra oculto en los termos, por supuesto los viernes paella y no suele faltar el aperitivo ningún a mediodía.

Más sórdido es el comercio y la venta de los primeros puestos que garantizan mayores probabilidades de salvación eterna. No resulta fácil averiguar su cotización real y qué redes la manejan.

Lo cierto es que este viernes, 7 de marzo, el ansiado primer viernes de marzo, la cola era impresionante, a las 8 de la mañana una masa compacta de 6 en fondo serpenteaba por las calles de la zona hasta desembocar en la glorieta de Atocha, y podía verse a esa hora cómo desfilaban de vuelta hombres y mujeres con su particular tenderete a cuestas; sillas, mantas y todo tipo de bolsas y enseres.

La cola del Cristo de Medinaceli es algo más que una manifestación religiosa, es un acontecimiento social de primer orden y su magnitud ha estado estrechamente vinculada a la marcha del país. En los primeros años de la transición, la cola menguó significativamente, en la medida que parecía que había un proyecto colectivo que celebrar en la Tierra el fervor por la salvación eterna cedía entre los fieles. Sintomáticamente cuando la ilusión por el nuevo proyecto político fue dando paso a una cierta decepción colectiva el interés por la cola tomo nuevos bríos y creció de forma exponencial hasta nuestros días.

La lógica de esta situación parece aplastante, las religiones en general y la católica en particular encuentran su razón de ser en la posibilidad de ofrecer a sus seguidores la salvación eterna que les libere del sufrimiento terrenal, sin sufrimiento, sin llanto ni crujir de dientes las religiones encuentran mayores dificultades para desarrollar su proyecto de salvación de las almas y aunque ciertamente en sus evangelios el cristianismo incorporó  el pasaje de la expulsión del templo de los mercaderes, no parece que su doctrina mayoritaria a lo largo de sus dos mil años de existencia se haya inclinado por este lado más emancipador que hubiera equilibrado decisivamente su consigna más querida, así en la tierra como en el cielo.

El triunfo de esa corriente de pensamiento en el seno de la iglesia hubiera, por una parte dado sentido y explicación a la angustia que produce en el hombre la idea de la muerte y su propia finitud, el más allá, y mientras tanto bien pudiera haberse convertido en un  instrumento más para que la angustia existencial encontrara su atenuación a través de la libertad y el bienestar en el más acá.

Pero esa posición significa perder el control absoluto de las vidas y las conciencias, al menos aquí en la tierra. Es por ello que  la tradición cristiana se funda en aquel “Mi reino no es de este mundo” que pronunció Jesús ante Pilatos, una poética manera de eludir cualquier compromiso terrenal con sus fieles.

Así las cosas, para desconsuelo de muchos, la cola del Cristo será la única que seguirá engordando no sé si por los siglos de los siglos, pero algunos añitos más seguro porque todo indica que el llorar y crujir de dientes en este valle de lagrimas, si no lo remediamos, Dios no parece muy dispuesto, van a campar por sus respetos.  

La cola del Cristo