viernes. 29.03.2024

“La mejor movilidad es la que no es necesaria”, esta frase de la socióloga Marta Dominguez, resume perfectamente el sentir de la nueva movilidad que está surgiendo a partir de ideas como la de la “ciudad de los quince minutos”, que defiende también con pasión el profesor de la Universidad de la Sorbona, Carlos Moreno que lleva años “pensando” el futuro de las ciudades, desde el punto de vista de la ecología y el medioambiente, para alcanzar unas ciudades más humanas, menos ruidosas y contaminadas, con más espacio para las personas y con todos los servicios cerca de casa.

Y pensando en las verdaderas necesidades de los ciudadanos, de los habitantes de las ciudades y no de los intereses de las petroleras o de las empresas de infraestructuras. Se trata en suma de generar un urbanismo de proximidad, que elimine la necesidad de viajar, de transportarse a diario y varias veces al día, tanto por razones laborales, como de negocio, de compras o de ocio, y sustituyendo la dependencia del vehículo por el disfrute de nuestro barrio.

La llamada ciudad de los 15 minutos nos puede sonar como un objetivo utópico, pero quizá haya empezado a realizarse. La crisis del Covid19 ha puesto de manifiesto que muchos de los trabajos que se hacen en una ciudad pueden hacerse desde casa y el teletrabajo ha llegado para quedarse, al menos en una significativa proporción.

Ello significaría evitar un número considerable de desplazamientos y una vuelta al barrio, a vivir el barrio, con indudables ventajas en cuanto a salud, incremento del consumo local y mayor seguridad en las calles.

La pregunta que siempre nos hemos hecho y que ahora con seguridad, es más recurrente es ¿por qué es casi inevitable tener que hacer nuestras actividades cotidianas lejos de nuestro domicilio? ¿por qué no es posible trabajar, hacer nuestras compras o disfrutar de nuestro ocio sin necesidad de tener que usar un vehículo a motor, privado o público?.

Si volviésemos a la ciudad policéntrica, a la ciudad descentralizada, es evidente que tendríamos más calidad de vida, menos tiempo en desplazamientos, menos estrés y los barrios se revitalizarían, convirtiéndose en “pequeñas ciudades” dentro de la gran ciudad. Los barrios se rehumanizarían y se generarían nuevas y mejores redes sociales.

Hace muchos años, Jane Jacobs ya hablaba de humanizar la ciudad, citando como paradigmas de ello, la abundancia de pequeños comercios, el contacto casual en las aceras, las ventanas en plantas inferiores como principales garantes de la seguridad en las calles y plazas. Pequeños elementos para grandes objetivos como forma de enriquecer la vida de las ciudades. E insistiendo en que las ciudades deben ser densas, compactas, policéntricas con mezcla de usos primarios (oficinas, viviendas, centros culturales, de ocio, de esparcimiento...). Un barrio es sobre todo un conjunto de relaciones sociales.

También el arquitecto danés Gehl, años después entendía que lo primero debe ser la vida y despuès el espacio público, es decir alrededor de lo que genera actividad, creemos la ciudad y no al contrario. Afirma Gehl que  la infancia de los niños que pueden jugar en la calle o ir andando al colegio no es igual que la que se pasa en el asiento de atrás del coche o del autobús escolar.

Afortunadamente no estamos hablando de utopías, ya se está reprogramando el diseño y uso de la ciudad. La alcaldesa de París, recientemente reelegida, Anne Hidalgo, sitúa como uno de los ejes de su programa electoral el “París de los 15 minutos”. Y pretende convertir Paris en  una ciudad en la que nadie tarde más de 15 minutos en ir al trabajo, en llevar a los niños al colegio, o en ir a la compra, o al cine, bajo el nombre de La Ville Du Quart d’Heure (la ciudad del cuarto de hora), con el objetivo último de  descarbonizar la economía y convertir París en una ciudad  más saludable.

Como conclusión podemos afirmar, siguiendo a TONUCCI que “Una ciudad apta para los niños, lo será para todas las diversidades”, se trata de devolver la ciudad a los peatones, situar en segundo lugar a los medios de transporte públicos y en último lugar  a los vehículos privados, que deben disponer únicamente del espacio que reste una vez que se haya repartido el espacio público preferentemente entre peatones y transporte público.

El único camino para que las ciudades no desaparezcan consiste en que se hagan cualitativamente mejores.

En España también se están generando avances hacia esa ciudad de proximidad, singularmente en Pontevedra (Premio de la ONU a la ciudad europea más cómoda para vivir, entre otros galardones), Barcelona y Vitoria, a través de la creación de las supermanzanas que, en el caso de Madrid por ejemplo intentará cambiar las manzanas de edificios, por grupos de manzanas de en torno a 400-500 metros y redirigir el tráfico de vehículos a motor hacia el perímetro de estas, dejando para sus zonas interiores únicamente el tráfico residencial y de carga y descarga, con una velocidad máxima de 10km/h totalmente compatible con el devenir peatonal.

Concordamos plenamente con Carlos Moreno en que tenemos pendiente  un desafío:  cambiar nuestra mirada sobre lo que somos, sobre nuestros tiempos de vida, salir de la inevitable linealidad del cronómetro, del reloj y encontrar esos otros tiempos que hacen de nosotros una verdadera humanidad creativa, plena de dignidad, alteridad y compasión.

Ciudades de proximidad