jueves. 25.04.2024
 

Hace años que vengo dando vueltas  a la idea de que el estado -administraciones, gobiernos, comunidades, estamentos oficiales etc- ha abandonado la idea de que somos ciudadanos para adscribirnos en la indefinible clase de clientes cautivos de grandes empresas que se benefician de su actividad legislativa a costa de nuestros derechos y, de forma prioritaria, de nuestro dinero. Hace años que esto pasa y me resulta curioso el silencio -pétreo, profundo, unánime - del llamado sector liberal que no mueve un dedo en favor de la afamada “libertad” que tanto pregona. Me explico.

Entre el ciudadano y la Administración y sus normas legales de obligado cumplimiento, surgen una serie de intermediarios que se lucran de algo que nunca debería ser objeto de lucro. Ejemplos hay cientos, pero creo que la idea queda perfectamente ilustrada con dos o tres muy significativos. Si un ciudadano quiere ejercer su innegable derecho a no ser cliente de un banco y vivir al margen del sistema financiero sencillamente, no puede. Y no puede porque el gobierno -todos los gobiernos de todo signo- han construido un entramado legal que nos fuerza y obliga a utilizar sus servicios si queremos relacionarnos con la Administración o, simplemente, no acabar siendo perseguidos como vulgares delincuentes por hacer compras en metálico de más de x euros; pagar o cobrar facturas legales pero abonadas en metálico o abonar nuestros impuestos o tasas en ventanilla; esa que ya no existe desde hace años. Entregados  a los bancos, los bancos, sin competencia pública que actúe sin ánimo de lucro, nos esquilman sin piedad imponiendo sus condiciones sin atender a las obligaciones derivadas de la libre competencia. No he oído a ningún “liberal” quejarse de esta situación.

El segundo ejemplo se refiere a la ley impuesta por las entidades financieras acerca de la percepción de herencias: si quieres recibir lo que te pertenece por razón de derecho o de capricho, todos los bancos te obligan a abrir una cuenta y a aceptar sus condiciones sin poder negociar, pues para recibir lo que te pertenece, te obligan a convertirte en cliente y además, hacerlo en las condiciones que ellos te fijan. Ni tú ni tus intereses o deseos cuentan un carajo, con perdón: de entrada, traga y si una vez convertido en cliente quieres negociar, es el banco el que fija el marco de negociación desde una postura de fuerza que tú no puedes contrarrestar. Lo único que puedes hacer es marcharte con tu mermado capital a otro banco después de sufrir el atraco correspondiente. No hay una sola protección para el ciudadano que le evite tener que abonar las comisiones de apertura, de gestión o de lo que el banco determine. ¿Dónde queda mi libertad como ciudadano para elegir libremente a mi gestor financiero? En el estercolero, evidentemente.

La conclusión es sencilla y ya es hora de que seas consciente de tu propia y triste realidad: no eres un ciudadano, eres un simple, puñetero y desvalido cliente cautivo.

El último ejemplo de tiranía e indefensión que voy a poner es macabro y siniestro pero real como la vida misma: se refiere a la obligación que tienen los hijos de enterrar a los progenitores. Es posible que tu padre (o madre) haya sido un hijo de Satanás, que incluso haya abusado de ti: si muere, le ley te obliga a pagar los gastos del entierro, pero ojo: según lo que la funeraria quiera cobrar por sus servicios. La única diferencia es que aquí si puedes subastar el servicio/fiambre entre los interesados, pero el que ha hecho la ley que a tí te obliga, se ha olvidado de obligar a la otra parte con una tarifa mínima que garantice el objetivo que fija la ley sin pegarte un clavo del 9. Si en tu zona las funerarias dicen que el ataúd más barato son 10.000€, a pagar, aunque lo vayas a incinerar sin abonar nada que no sea la caja, el transporte y la hoguera, que además, por ese mínimo servicio, te van a cobrar lo que ellas fijen: no hay un tope, lógico, que les obligue en tu caso. Lo normal sería que tú estuvieras protegido por el Estado que te obliga y no tuvieras que pagar más que un precio mínimo fijado por la ley que coarta tu libertad de no querer saber nada con ese señor.

De la misma forma, hoy nos obligan a relacionarnos con cualquier servicio oficial a través de internet -pague Vd. la conexión - a sobrevivir en un galimatías burocrático pensado para favorecer gestorías, pasantes y especialistas -pague Vd.- dejan a la tercera edad desamparados ante la desaparición de oficinas y servicios bancarios presenciales y un enorme etc. ante el que los llamados “liberales”  callan y asienten mientras la “izquierda” -¡manda cojones!- no es capaz de coger el toro por los cuernos y solventar este problema mediante la integración de la protección de nuestros intereses en el marco legal o la puesta en marcha de los adecuados y pertinentes servicios de titularidad pública. Anatema sea.

La conclusión es sencilla y ya es hora de que seas consciente de tu propia y triste realidad: no eres un ciudadano, eres un simple, puñetero y desvalido cliente cautivo cuya única importancia radica en tu capacidad de ir pagando por lo que ellos determinen, lo que ellos consideren y cuánto a ellos convenga. 

¿Capisci? Efectivamente, son una mafia y como tal actúan. Te han vendido sus servicios de protección y no tienes, no tenemos, más salida que la muerte. 

De cómo los buitres se reparten tu carroña, no te enterarás, lo cual es un consuelo. Pobre, pero consuelo.

¿Ciudadanos? No, paganos