viernes. 26.04.2024

El diputado andalúz Juan Manuel Sánchez Gordillo y su hurto a lo Hood se han convertido esta semana en el tema de debate con el que los tertulianos habituales de la televisión nacional salieron a lucirse. Las líneas argumentales para defenestrar o solidarizarse con el bandido fluctuaron dependiendo del color de identidad de cada cadena; aunque los invitados a opinar en los canales aliados del Partido Popular fueron quienes con mayor pasión trataron el tema, llegando incluso a predecir que si la Justicia no toma cartas en este asunto y pone en prisión a Gordillo y a su gente, “los españoles más afectados por la crisis podrían creer que todo vale; y de este modo correríamos el riesgo de llegar a la anarquía”.

Predicciones aparte, el asalto a los supermercados cometido por el diputado de Izquierda Unida supone un llamado de atención, una suerte de advertencia escrita en rojo en el reverso de los decretos ley que a diario aprueba el gobierno. “La generalización de este comportamiento sería un verdadero desastre”, dicen desde el PP, siempre atentos a las catastróficas consecuencias que podrían acarrear los comportamientos de otros, aunque sin detenerse a meditar la relación entre dichos comportamientos y la sucesión de medidas beneficiarias para ricos y devastadoras para la población de menores recursos que ha adoptado el gobierno de Mariano Rajoy en sus primeros seis meses de mandato. 

“Saquear un supermercado es un delito grave que no debemos permitir”, sentenciaba, no sin cierta razón, uno de los opinólogos invitados al plató de una televisión nacional. Pero si hay que considerar a este tipo de saqueos como graves delitos, con qué carátula deberíamos identificar a otros muchos que por su naturaleza y por los daños que provocan ameritan la urgente aplicación de castigo. O dicho de otro modo: ¿cómo es posible que los más acérrimos defensores del orden y la Justicia pongan el grito en el cielo por el robo a un supermercado y sin embargo no pronuncien palabra acerca de los peores hurtos cometidos en este país, y cuyos autores no sólo no han sido juzgados sino que, por el contrario, han resultado premiados con grandes indemnizaciones? La comparación me resulta necesaria e indispensable. ¿Cuál es el valor del total de los productos que Gordillo y los suyos se llevaron en los carritos? Haga la cuenta y verá que la cifra no llega ni a la mitad de lo que valen sólo un par de botones de los trajes de Camps, o del importe del postre que a su salud (y con su dinero) se comía todas las noches en Marbella el ex Presidente del Poder Judicial, Carlos Divar. Y las pensiones que cobran los directivos de las entidades de ahorro que han dejado en la ruina a miles de trabajadores, los programas electorales que resultaron ser una vulgar estafa, la quita de servicios sanitarios a seres humanos ilegalizados, el inminente robo de los 400 euros del Programa Prepara (Prepárate a quedarte sin un céntimo), el incremento delictivo del IVA, el saqueo perpetrado contra la Educación y a la Salud, etc. ¿Qué hay acerca de todos estos graves delitos? ¿Quién clama justicia por esta sucesión de hurtos?. En todo caso el “todo vale” que teme el PP no estará dado por el robo a un supermercado, sino por el hurto mayor para el que –como la mayoría de los españoles bien saben– sigue habiendo impunidad. 

Esta doble moral, adornada con grandilocuentes discursos y frases extraídas del Manual para la Ciudadanía en su versión más rancia, genera más rabia de la que ya se esparce sobre las clases más desfavorecidas. Porque cómo le explica usted a ese trabajador que no tiene  ni una zanahoria en la nevera, cómo le explica que mientras él lo pierde todo sin haber sido causante de la debacle general, los auténticos responsables de tamaño desfase continúan con sus ganancias intactas, protegidas en bancos de vaya uno a saber dónde. Cómo le explica lo mismo a esa mujer que ya no tiene con qué alimentar a su hijo y que pronto se quedará sin sus 400 Euros de auxilio porque el gobierno, el mismo que le ha dado a Bankia 30 mil millones, así lo ha decidido.

La figura romántica de ladronzuelo bueno que roba para dar a los pobres ha revivido esta semana a través de la versión restaurada de Juan Manuel Sánchez Gordillo y de sus secuaces. Gordillo se ha puesto el disfraz de Robin Hood y ha provocado un verdadero revuelo entre quienes no suelen disfrazarse de nada porque poseen la desfachatez suficiente como para ir a cara descubierta. Ha cometido un delito, un hurto para el que cacos de otras clases exigen condena. 

Caco bueno, cacos malos
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