jueves. 28.03.2024
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Juicio de Adolf Eichmann.

En 1961, Hannah Arendt fue enviada por la revista, The New Yorker, a Jerusalén, para cubrir el juicio de Adolf Eichmann: se le acusaba de genocidio contra el pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial. El juicio estuvo envuelto en grandes controversias, y casi todos los periódicos del mundo enviaron reporteros para cubrir las sesiones del proceso que se desarrolló en Israel.

Basándose en su conocimiento filosófico-político, Hannah Arendt hizo un análisis de las sesiones que más tarde plasmó en un libro titulado, Eichmann en Jerusalén. En él describe el desarrollo del juicio que se hace a Adolf Eichmann, a la vez que hace una aproximación psicológica del individuo. Según Hannah, su trayectoria no era antisemita ni presentaba signos de ser un psicópata. Al parecer, actuó por el deseo de ascender en su carrera profesional; sus actos solo fueron el resultado del cumplimiento de órdenes superiores. Era un buen burócrata que cumplía órdenes, no necesitaba reflexionar sobre las consecuencias de dichas acciones. Para Eichmann, todo lo ordenado lo realizó con la mayor eficiencia, no habiendo en él un sentimiento del bien o del mal en sus actos.

“Fue como si en aquellos últimos minutos, Eichmann resumiera la lección que su larga carrera de maldad nos ha enseñado, la lección de la terrible banalidad del mal, ante la que las palabras y el pensamiento se sienten impotentes”.

Para Arendt, Eichmann no era el “monstruo”, considerado por gran parte de la prensa y de la sociedad; sus actos no fueron realizados porque fuese un ser con una crueldad innata, sino porque estaba inmerso en un sistema basado en “actos de exterminio”. Arendt se refería a Eichmann como un hombre banal, por lo que su “teoría” se convierte en un análisis del sujeto en un determinado ambiente, más que en una explicación filosófica sobre la conducta ética. Es evidente que para cometer genocidios se necesita despojar a las personas que los comenten de su humanidad. Y, al parecer, esa es la trágica realidad de la que no puede desprenderse la humanidad. Actualmente, observamos el lento genocidio que sufre el pueblo palestino, con el beneplácito de los dirigentes políticos de Israel, de gran parte de la población israelí y de la comunidad internacional.

Hannah Arendt penetra en la complejidad de la condición humana y habla de la necesidad de estar siempre alerta para evitar que actos atroces ocurran

El análisis de Arendt introdujo la expresión, banalidad del mal, para definir que algunas personas actúan dentro de las reglas del sistema al que pertenecen sin reflexionar sobre la repercusión de sus actos, solo lo hacen por el cumplimiento de las órdenes dadas. La tortura, la ejecución de seres humanos o la práctica de actos malvados no son considerados malos o buenos, con tal de que las órdenes para ejecutarlos vengan de estamentos superiores. Hannah Arendt penetra en la complejidad de la condición humana y habla de la necesidad de estar siempre alerta para evitar que actos atroces ocurran.

El concepto de banalidad del mal ha sido criticado por diversos intelectuales y analistas. En un artículo en la revista británica de psicología The Psychologist, S, Alexander Haslam y Stephen D. Reicher, argumentan que los crímenes como los Eichmann realizó no pueden ser cometidos por “personas corrientes”. Las personas que cometen ese tipo colectivo de crímenes se identifican con grupos cuya ideología justifica la opresión y destrucción de otros, sin sentir remordimiento alguno. De este modo dichas personas están despojadas de la compasión que se nos presupone al género humano.

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Hannah Arendt

Hanna Arendt sostuvo que Eichmann era un fanático radical; no odiaba a los judíos, pero era un firme seguidor de Hitler: “hacer lo que pueda ser considerado bueno para el Führer”. Para Arendt, Eichmann era un burócrata incondicional del líder nazi. Eichmann, no solo fue acusado de crímenes contra el pueblo judío, también le culparon de crímenes contra la humanidad, y de ser miembro de un grupo organizado con fines criminales. Fue condenado por todos estos crímenes y ahorcado en 1962, en las proximidades de Tel Aviv.

Rony Brauman y Eyal Sivan han realizado una película basándose en los archivos del proceso a Eichmann, Un especialista, y el libro, titulado Elogio de la desobediencia, donde muestran su reflexión sobre la sumisión a la autoridad como instrumento de la barbarie en los conflictos contemporáneos. Margarethe von Trotta dirigió, en el año 2012, la película Hannah Arendt, en la que explica cómo Arendt formula el concepto de banalidad del mal.

La solución final de Hitler significaba que la élite del partido nazi estaba obligada a cumplir el mandamiento de matar. Y como contrapunto, Arendt cita el “imperativo categórico” de Kant, el cual pretende ser un mandamiento autónomo (no dependiente de ninguna religión ni ideología) y autosuficiente, capaz de regir el comportamiento humano en todas sus manifestaciones. El filósofo consideraba la moral como un elemento racional, fundamentado en una ética universal: el acto moral es aquél en el que se actúa en base a la razón, no al amor a uno mismo o al interés. El acto moral busca la felicidad ajena, que a su vez permite la propia al ser parte de la humanidad; trascender los propios deseos e imperativos para lograr trascender.

Cuando Hannah Arendt se refiere a la banalidad del mal lo hace denunciando la construcción de un poder totalitario que construye sujetos incapaces de pensar sobre el sentido moral de sus actos, alienados hasta el punto de interiorizar el deber y la obediencia a un régimen; obediencia que lleva a justificar como normal el exterminio de otras personas. Tras el proceso, Arendt desarrolla la idea de una ética comunitaria que debe ser negociada de nuevo, una y otra vez. Considera que los filósofos se han ocupado muy poco de la complejidad del ser humano. La maldad es considerada por Hannah Arendt como un fenómeno de falta de juicio del sujeto. El ser humano desarrolla una voluntad que está enfrentada a la voluntad de otros y, por ello, debe reflexionar sobre sus acciones; si no es así se convierte en alguien dirigido. Incluso después de la época del totalitarismo, Arendt contrapone el pesimismo con la esperanza en un mundo futuro, gracias a que el ser humano se renueva y puede comenzar de nuevo. En su lección magistral, publicada después de su muerte, Arendt muestra las múltiples facetas del mal, que incluye lo particular y el nacionalsocialismo con sus campos de exterminio como el “mal universal”, que definió Kant.

Hoy, la frase es utilizada para describir el comportamiento de personajes históricos que cometieron actos de extrema crueldad, y la aceptación de comportamientos políticos y sociales muy negativos, que causan multitud de víctimas sin ninguna compasión. También podemos aplicarlo a la banalización que se hace de la violencia generalizada ejercida contra las mujeres y las niñas: malos tratos, prostitución, matrimonios obligados infantiles, mutilaciones genitales, invisibilidad de la mujer en ciertos regímenes políticos, etc. Otros aspectos son las violaciones y asesinatos cometidos contra las mujeres, siendo los ejecutores: las parejas, exparejas u hombres no vinculados a la familia. Cuando se ha preguntado a personas cercanas o al vecindario, mostraban su asombro ante la brutal violencia o el asesinato cometido, al considerarlas “personas normales”. Tampoco el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña vio ensañamiento en el hombre que apuñaló a su mujer 70 veces. El jurado apreció en el asesinato ensañamiento, pero los jueces rechazaron dicha definición. Según los magistrados, para apreciar esta circunstancia es necesario "un elemento objetivo, el aumento de dolor, y un elemento subjetivo, la clara voluntad de hacer sufrir, el deleite morboso que se obtiene alargando los sufrimientos de la víctima, gozando de su agonía, complaciéndose en martirizarla y atormentarla sin necesidad".

Es urgente preguntarnos, ¿qué está pasando con la humanidad?

Banalidad del mal. (Cuando la humanidad lo asume)