jueves. 25.04.2024

La idea de Tiempo remite irremediablemente a un discurrir, a un fluir, a un dirigirse hacia, aunque sea un tiempo de espera, el tiempo pasa, el tiempo avanza y nosotros con él. Por más que deseemos pararlo, retenerlo o ralentizarlo el tiempo nos lleva. El tiempo físico no nos permite retroceder de ninguna manera. Solo el tiempo psicológico, individual o colectivo, permite el retorno a través de la memoria y el recuerdo.

Si es así, podríamos decir, que aunque el tiempo se materializa en rutinas y acontecimientos más o menos extraordinarios, lo vivimos constante e imperceptiblemente como una sensación que antecede o sigue a esas rutinas y/o a los acontecimientos de nuestras vidas. Kant, lo expresó de forma maravillosa otorgando al Sujeto la responsabilidad sobre su propia existencia.

Muchos siglos antes, como advierte Orhan Pamuk en su obra maestra “El museo de la inocencia”, Aristóteles asoció al Tiempo la idea de la experiencia al definirlo como la línea que une los presentes indivisibles, por tanto pensamos el tiempo como la sucesión de hechos nítidos y homogéneos que nos han traído hasta aquí. Digamos que hemos avanzado sobre presentes puntuales que nos proporcionan constantemente la idea de futuro, de por-venir.

Incluso para los que sufren fuertes condenas de cárcel, no digamos para los condenados a muerte, el por-venir significa, para estos la posibilidad del indulto, para aquellos la de imaginar una vida futura en libertad. Es decir, hasta los más desgraciados confieren al futuro una apariencia de bondad y mejora ¿Cómo sino combatir la idea, a veces insoportable, de que en definitiva el futuro, el por-venir es también el final?

La vida humana ha transcurrido siempre y transcurrirá, exceptuando la época oscura y dolorosa de la predestinación, de tal manera que hombres y mujeres, se aferran a sus vidas pensando que el futuro puede depararles momentos de felicidad que todavía no han vivido.

Cuando esa línea imaginaria se interrumpe bruscamente y, la sensación percibida antes y después de cada uno de los acontecimientos que conforman nuestro presente, es la de que el tiempo pasa no para avanzar sino para retroceder, se produce en nosotros un sentimiento; primero de extrañamiento, luego de estupefacción y finalmente de sufrimiento, que no alcanzamos a comprender.

Por casualidades de la vida, en el plazo de un año escaso he podido ver ese sentimiento reflejado sucesivamente en las caras de griegos, españoles y portugueses, caras de vidas interrumpidas, en las que el futuro ha desaparecido como categoría. Donde nadie parece estar en condiciones de poder tomar decisiones que excedan el tiempo de una semana.

Y puesto que el tiempo histórico no es en modo alguno un tiempo lineal ascendente, el resultado del retroceso que estamos viviendo puede tener consecuencias gravísimas para millones de hombres y mujeres a los que se nos arrebate la responsabilidad de ser dueños de su propia existencia.

De ninguna manera estamos en condiciones de añadir al extrañamiento y la estupefacción el sentimiento de sumisión, ese sentimiento es propio de sociedades derrotadas, que se refugian en la idea de un orden sobrenatural inalterable.

El Tiempo por venir es un tiempo duro, pero no le perdamos la cara.

Avanzar retrocediendo