martes. 19.03.2024
Larga fila de personas sin trabajo en una "Feria de empleos" del Sindicato de Comerciantes de São Paulo el 17 de septiembre

Hay una alta desocupación en Brasil desde la recesión del bienio 2015-2016 y el estancamiento posterior. Pero esta vez la crisis laboral contrasta con una baja sostenida de la criminalidad en el país desde 2017, aunque la violencia contra las mujeres, incluidos los feminicidios, sí aumentaron.


Brasil vive un vuelco en la criminalidad que desafía los investigadores del tema. La tasa de homicidios cayó 10,8 por ciento en 2018 y el doble en el primer semestre de 2019. Pero, en tanto, la violencia contra mujeres sigue en aumento.

En cifras absolutas, las muertes violentas intencionales, como las denomina el Foro Brasileño de Seguridad Pública (FBSP) que elabora esas estadísticas, bajaron de 64.021 a 57.341, entre 2017 y 2018. El índice por 100.000 habitantes cayó de 30,8 a 27,5 y volvió al nivel de seis años atrás.

También el total de mujeres asesinadas, de 4.540 a 4.069, pero las víctimas de feminicidio, en que a las víctimas se las mata por su condición femenina, aumentaron cuatro por ciento, para un total de 1.206.

La violencia doméstica con lesiones corporales ascendió a 263.067 casos, con alza de 0,8 por ciento, según datos de las secretarías de Seguridad Pública de los 27 estados brasileños. Y las violaciones sexuales contra mujeres subieron 5,4 por ciento, alcanzando 53.726 casos.

Es posible que el aumento de feminicidios, también denominados femicidios en otras legislaciones, se deba a su calificación reciente por una ley de 2015 que agrava la pena en los casos de asesinatos por razón del género. La policía y los órganos judiciales toman su tiempo para identificar mejor ese crimen.

Pero las violaciones sexuales y las agresiones domésticas son tipificadas hace más tiempo y son objeto de una ley de 2006, conocida como la ley Maria Penha, por la víctima que la propició, que tuvo amplia divulgación.

Sus notificaciones por lo tanto reflejan “un aumento real” de la violencia contra mujeres, evaluó Cristina Neme, maestra en Ciencia Política e investigadora del FBSP, que tiene sede en São Paulo.

Además “una investigación más detallada de los asesinatos de mujeres, con caracterización del agresor y el lugar (de la muerte), si hay parientes o conyugues involucrados, podría elevar la proporción de feminicidios”, posiblemente a cerca de mitad del total de homicidios con víctimas femeninas, sostuvo Neme a IPS.

“Muchos feminicidios no entran en esa categoría porque las mujeres murieron fuera del hogar”, una definición legal en otros países, corroboró Leila Linhares, abogada y coordinadora ejecutiva de la organización no gubernamental Cepia (siglas de Ciudadanía, Estudio, Investigación, Información y Acción), de Rio de Janeiro.

“Violación seguida de muerte es feminicidio, pero no se clasifica así”, de la misma manera que mujeres asesinadas por venganza de narcotraficantes contra sus maridos, acotó.

En las favelas (barrios pobres hacinados) de Río de Janeiro, el fracaso de las Unidades de Policía Pacificadora, creadas a partir de 2008 para cesar el control territorial del narcotráfico, hizo volver el miedo y redujo las denuncias de violencia contra mujeres, apuntó.

Infografía del Foro Brasileño de Seguridad Pública sobre la criminalidad en el país durante 2018, que incluye datos sobre caída de variados delitos y otros aspectos. Crédito: FBSP

La Constitución brasileña de 1988 “reconoce la igualdad de los conyugues en la familia, tras siglos de legislaciones justificando que el hombre manda a la mujer”, pero intentos de concretarlo chocan contra “reacciones conservadoras”, con su violencia a veces fatal, resumió la abogada.

Treinta años después de aprobada esa Constitución, “sería lógico haber cambios, pero vivimos una situación pre 1988, donde sobrevive el modelo de opresión de la familia tradicional”, ahora ratificada por el gobierno del presidente Jair Bolsonaro, lamentó.

“Homicidas de mujeres son cada día más jóvenes, nacidos bajo la nueva legislación y la esperanza de una sociedad más moderna”, concluyó.

“El fortalecimiento mundial de corrientes conservadoras, que respaldan y autorizan  comportamientos violentos, agrava la situación”, añadió Margareth Arilha, psicoanalista lacaniana e investigadora del Núcleo de Estudios de Población de la Universidad de Campinas.

Estudios demográficos muestran que la escolaridad femenina supera la masculina,  excepto entre ancianos. “Esa brecha constituye, hipotéticamente, un factor importante del incremento de la violencia en la relación de género”, observó a IPS.

Con mayor nivel educativo y creciente inserción en el mercado de trabajo, “las mujeres anhelan mayor participación política, social e institucional” y se chocan con un hombre “involucrado con más frecuencia en situaciones públicas de violencia”, acotó.

“Así las mujeres con mayor conciencia cívica buscan autonomía y se hacen blanco de la violencia de género y el feminicidio”, señaló.

En ese mismo cuadro, crece el suicidio entre las mujeres brasileñas, un reflejo del “sufrimiento que se siente como intolerable e ineludible”, especialmente entre las negras, mayores víctimas también de otras llagas, como asesinatos, desempleo, muertes maternas y por aborto, producto del racismo, lamentó Arilha.

Los hombres se suicidan más, respondieron por 78 por ciento de los 12.495 casos registrados por el Ministerio de Salud en 2017. Pero las mujeres cometen más intentos y los consuman más entre 40 y 60 años de edad, mientras la tasa de suicidios masculinos sube entre los mayores de 70 años.

La ministra de la Mujer, la Familia y los Derechos Humanos, Damares Alves, al lanzar una campaña de combate a la depresión, por ende de prevención al suicidio, el 17 de septiembre en Brasilia.

Ella se autocalifica como “terriblemente evangélica” y retrata el carácter ultraconservador y regresivo del gobierno, que solo reconoce la familia hombre-mujer, quiere reprimir una supuesta “ideología de género” en la enseñanza y poner a la mujer “en su lugar” tradicional.

Fueron femeninos 69,9 por ciento de los 220.045 intentos por intoxicación exógena, es decir ingestión de venenos o exceso de medicamentos, notificados entre 2007 y 2017.

La violencia sexual, de género y feminicida reflejan la persistencia de costumbres, la cultura y la moral tradicional, área en que los cambios son muy lentos y que sufre un retroceso en muchos países con gobiernos ultraconservadores, destacaron las investigadoras.

De esa forma, difícilmente acompañarán la actual reducción de la criminalidad en Brasil, cuyos factores son distintos, más coyunturales.

No hay aún “explicaciones definitivas, solo hipótesis” sobre la caída general de la violencia criminal en el país, que no se limita a la cantidad de homicidios, admitió Neme, del FBSP.

Robo y hurto de vehículos se redujeron ocho por ciento en 2018 y más aún, respectivamente 28 y 11 por ciento, en el primer trimestre de 2019, siempre en comparaciones con igual período del año anterior, según el FBSP.

También los robos seguidos de muerte cayeron 24,5 por ciento en 2018 y 21,7 por ciento en el primer trimestre de 2019.

Cifras más actuales sobre homicidios revela el Monitor de la Violencia, un mecanismo de compilación mensual de datos del portal noticiero G1, del grupo Globo, el más poderoso de la comunicación en Brasil.

Según sus datos, los homicidios se redujeron 22 por ciento en el primer semestre: de 27.371 en enero-junio de 2018 a 21.289 en este año. El Nordeste, la región más violenta del país en los últimos años, encabezó la tendencia, con 27 por ciento de reducción.

Los estudios sobre violencia suelen atribuir grandes variaciones de homicidios a las guerras entre bandas del narcotráfico que disputan el control territorial de barrios, ciudades o penitenciarias.

De hecho, en Ceará, un estado del Nordeste, los asesinatos subieron mucho en 2017 cuando hubo confrontaciones por el mercado de drogas y bajaron 53,1 por ciento en el primer semestre de 2019, tras una tregua entre narcotraficantes.

También se menciona la mayor eficiencia policial, pero la reducción fue generalizada en el país, independientemente de las distintas políticas de seguridad adoptadas por los 27 estados, y ocurrió en época de alto desempleo, otro factor de violencia, que se siguió a la recesión económica de 2015-2016.

Edición: Estrella Gutiérrez

Agencia Inter Press Service

Aumentan los feminicidios, mientras cae la criminalidad en Brasil