viernes. 19.04.2024
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Foto: Archivo Histórico Minero

En los recientes disturbios de Cataluña, como consecuencia del encarcelamiento de Pablo Hasél, en la mayoría de las tertulias radiofónicas y televisivas y en algún diario se lanzó la idea de que en los orígenes de los disturbios estaba el descontento de los jóvenes, fundamentalmente, en protesta por la crisis derivada de la pandemia que está dejando sin opciones de futuro a los que se inician en el mercado laboral.

Ante este dilema, en La hora de la 1 de TVE, el periodista catalán Enric Juliana, matizó, desde mi punto de vista acertadamente, que la “revuelta” catalana estaba más bien ligada a la reivindicación independentista, agregando a continuación que donde podría haber estallido social era en la protesta que se dio también por esas fechas en Linares (Jaén), mucho menos violenta que la catalana y, desde luego, mucho más justificada tras la brutal paliza que un padre y una hija recibieron de unos policías de paisano.

Partiendo de la premisa que nada justifica la utilización de la violencia en democracia, sí quería detenerme en las razones que se traslucen de la respuesta de una ciudad como Linares que vive como nunca la frustración de una reconversión y reindustrialización mal enfocada y peor gestionada.

Las políticas más efectivas tienen que ver con los estímulos al aumento de tamaño, tecnificación e impulso a la exportación de las PYMES

Linares y las cuencas mineras asturianas, distantes geográfica y estructuralmente, mantienen un acercamiento en su pasado histórico y demográfico, si lo constreñimos a las poblaciones de Mieres y Langreo y unas consecuencias derivadas de una reconversión-reindustrialización de finales del siglo pasado muy mal gestionado.

Antes que nada he de decir que el corolario que quiero extraer del presente artículo no solamente es aplicable a las poblaciones anteriormente aludidas, sino que es fácilmente adaptable a aquellas áreas territoriales y zonas que a lo largo y ancho del Estado han sufrido una profunda regresión al no poder adaptarse al proceso de transformación industrial que trajo consigo el paso de la segunda a la tercera revolución industrial. Centro el análisis en estos dos territorios porque, siendo conocedor de la evolución y problemas de las comarcas mineras asturianas, el Estado español tiene, desde mi punto de vista, muchas cuestiones que resolver que atañen a ciudadanos del país y que seguramente son tan importantes o más que los que están mediatizando la vida diaria, al margen, obviamente, de la inevitable pandemia sobre la que no podemos ahorrar esfuerzos.

En el norte de nuestro país nos encontramos con dos municipios Mieres y Langreo, capitales de sendas comarcas mineras muy conocidas como son las del Caudal y Nalón, cuyas poblaciones caen desde 71.092 habitantes en 1960 (Mieres) a 38.000 en 2020, es decir un 47,5% menos y Langreo que pasa de 66.323 a 39.420 (-40,5%).

5Por su parte, Linares en el mismo periodo sufre una caída del 5%, aunque menor que los anteriores no deja de ser significativa.

Lo que sí les une estratégicamente es que nos encontramos con tres poblaciones que tienen una altísima tasa de desempleo y quizás los índices más altos de paro juvenil, junto a otras zonas mineras como la comarca del Bierzo.

Sus orígenes industriales, allá por el siglo XIX, tienen que ver con la minería (hulla y antracita en el caso asturiano y plomo en el caso de la comarca de la Sierra morena). Posteriormente su desarrollo industrial se asentó en el sector del automóvil con la creación y desarrollo de Santana Motor, que pasó a ser propiedad de la multinacional SUZUKI, para el caso del municipio jienense y la siderurgia y bienes de equipo que fueron los aliados naturales de la industria asturiana.

Muchos años después, ambos territorios separados estructural y geográficamente sufren un grave problema de desempleo, desindustrialización y envejecimiento poblacional.

La causa común parte de una estrategia marcada a comienzos de los años 80, en el proceso de reconversión industrial, tras el triunfo de Felipe González, con ministros claramente virados hacia una concepción neoliberal que buscó y encontró el apoyo, en aquellos momentos, del sindicato UGT y tan sólo el rechazo y la contestación en las calles de CC.OO.

El concepto barajado por un ministro del gobierno de Felipe González (según algunas fuentes Carlos Solchaga, aunque yo creo que fue Luis Carlos Croissier, si bien podemos denominarlo como idea solchagista) y basado en que “la mejor política industrial es la que no existe” dio al traste cualquier apuesta por la política industrial activa.

Y es que ese camino emprendido en los comienzos de nuestra integración en la Comunidad Europea y en la que se deja al albor del mercado los graves problemas estructurales de gran parte del territorio nacional, nos lleva a repasar los serios tropiezos con los que se encuentra la economía en su desarrollo industrial:

  • Una mirada genérica a aquellos territorios con ciudades pequeñas y medianas en las que predominaba el monocultivo industrial, producto, en muchos casos, de la aún resistente industria tradicional, son las que más sufren el impacto de la crisis, de cualquier crisis.
  • El efecto obvio de este impacto se traslada hacia el entorno comarcal, provincial e incluso regional. Los descensos en población y paro y el fuerte incremento del desempleo en Asturias y Jaén, así lo atestiguan.
  • El laissez faire, laissez passer en política industrial de los distintos gobiernos de la democracia, nunca se pueden ocultar tras “exigencias de las políticas comunitarias”, cuando éstas nacen, en muchas ocasiones, bajo la premisa de la cohesión. Otra cuestión es la deficiente gestión de los recursos puestos a nuestra disposición. Por ejemplo, no se puede entender las carencias de infraestructuras en regiones como Andalucía o Extremadura, dadas las altas transferencias de fondos de cohesión en regiones en fase de desarrollo o las inacabadas inversiones en una región en transición como Asturias.
  • No puede haber desarrollo sostenible, confiando solamente en el sector terciario, sobre todo en el sector servicios convencional. Territorios de tradición industrial o alternando con un fuerte sector primario, no se pueden quedar solamente al amparo de un sector servicios (siendo éste muy necesario) que no generaría el suficiente valor añadido para sostener la economía territorial.
  • No se puede dejar pasar una nueva oportunidad que nos brinda esta fase de transición post-pandémica, para articular, a través de los generosos fondos comunitarios, una clara estrategia de desarrollo económico sostenible.

Por todo ello y para evitar que algunos territorios pasen a formar parte de la España abandonada y vaciada, con una estructura poblacional superenvejecida y sus núcleos administrativos superiores, comarcas, provincias o regiones se conviertan en auténticos desiertos industriales, paso a enumerar una serie de propuestas extraídas del documento elaborado por ISTAS y CC.OO. de Asturias Propuestas para la reactivación económica de las cuencas mineras de Asturias, en la medida que gran parte de ellas también sirvan para la comarca de Sierra Morena y la provincia de Jaén:

Desde hace décadas se han implementado muchos planes y medidas para la reactivación económica y el empleo en zonas en declive por razones fundamentalmente económicas y empresariales. Como es sabido, su eficacia para paliar los efectos negativos en el empleo de estas zonas ha sido limitada, pero nos permite desarrollar estrategias y políticas para la nueva transición sin caer en los errores que se cometieron en épocas pasadas.

Estrategias territoriales

Es posible mantener el crecimiento económico en territorios envejecidos, siempre que ocurra, acompañado de un cambio en la estructura productiva en la que  aumente el peso de los sectores intensivos en conocimiento y tecnología. La suma de una población más cualificada y la presencia de una masa crítica urbana incrementa la productividad de los servicios intensivos en conocimiento y en industrias de carácter avanzado e impulsa la creatividad, el emprendimiento y el dinamismo socioeconómico

Se plantea pues, como necesaria, la articulación de un sistema metropolitano de forma que, desde el punto de vista funcional, económico y de mercado de trabajo, constituya una sola ciudad, aunque manteniendo la identidad y la autonomía de cada uno de los municipios que la integran.

De forma  paralela o integrada en la estrategia territorial, es necesario una estrategia interna u ordenación del territorio, cuyo objetivo básico ha de ser la potenciación de la función residencial de los núcleos de población afectados por la reconversión industrial, es decir fijar población en los territorios afectados

Estrategia industrial

Una nueva estrategia de reactivación económica ha de tener como eje principal propuestas de política industrial basadas en dos premisas esenciales: reforzamiento de la estructura industrial existente, dentro de los márgenes de competitividad pero sin exigencias externas extemporáneas, y apertura hacia un nuevo modelo industrial basado en la ciencia, la tecnología, el conocimiento y la sostenibilidad. Los escasos éxitos obtenidos, en lo que llevamos de siglo, obliga a confiar en que es posible esa compatibilidad entre la antigua y la moderna industria.

Una vez señalados los objetivos, los instrumentos no tienen por qué variar excesivamente respecto a las apuestas de anteriores reconversiones, eso sí dándole menos valor a las ayudas a fondo perdido y más implicación de los instrumentos de promoción pública, bien con participación del sector público aún existente o a través de fondos específicos cuya fuente de financiación podría ser tanto la Administración europea, como central o autonómica. En cualquier caso, para evitar errores pasados, los fondos de inversión han de dirigirse hacia la captación de empresas con un control exhaustivo de su gestión, tener claro que los mismos han de ser objeto de un cierto “dirigismo” (aunque suene mal la palabra) territorial, sectorial y en la que la imbricación industria - servicios sea un valor añadido esencial en la apuesta por la captación de inversión

Uno de los principales hándicaps para la reactivación de la economía regional ha sido la falta de previsión y planificación de las inversiones. En este sentido, una muestra ha sido la duplicidad de instrumentos de captación de inversiones que, en muchos casos, impedía la buena gestión de sus recursos.

En cualquier caso, las conclusiones de experiencias pasadas dan a entender que las políticas más efectivas tienen que ver con los estímulos al aumento de tamaño, tecnificación e impulso a la exportación de las PYMES. Esto coincide con las experiencias de relación entre empresas, políticas y administración que deberíamos examinar con atención.

Asturias y Jaén, lejanas en el mapa pero cercanas en su futuro