martes. 19.03.2024

Hace unas décadas Martín Seligman popularizó el término de “psicología positiva” e indicó en una de sus conferencias que la psicología necesitaba dar un nuevo paso para estudiar desde un punto de vista científico, todo aquello que le hace feliz al ser humano. En su libro The Optimistic Child, explicó que el pesimista no nace, sino que se hace; que "aprendemos a ser pesimistas" por circunstancias de la vida. Sin embargo, también comentaba que podemos cambiar ese pesimismo y transformar nuestros pensamientos negativos en otros más positivos. La psicología positiva fue malinterpretada, convirtiéndose entonces en una positividad exagerada, la cual puede entenderse como el estado de vivir en una fantasía de un mundo perfecto donde nada produce daño, nada sale mal, todo funciona de forma ideal. Lo cual conduce a un estado de negación a la adversidad, que genera una emocionalidad trastocada al contrastar eso que se quiere con la realidad que se vive.

El término de positividad tóxica fue descrito por el psicólogo Konstantin Lukin. Y se refiere a la actitud de optimismo excesivo y permanente ante cualquier circunstancia, negando o minimizando las demás emociones.

José Saramago dijo: ”la derrota tiene algo positivo: nunca es definitiva: En cambio, la victoria tiene algo negativo: jamás es definitiva.

En una entrevista publicada en el Observatorio del Tec Monterrey, las psicólogas estadounidenses Samara Quintero y Jamie Long, definen la positividad tóxica como “la sobregeneralización excesiva e ineficaz de un estado feliz y optimista en todas las situaciones”. El proceso de positividad tóxica da como resultado la negación, minimización e invalidación de la auténtica experiencia emocional humana. Quintero y Long comentan que ser siempre positivos se vuelve negativo cuando esta actitud se usa para reprimir emociones como el resentimiento, la tristeza o el enfado. Lukin profundiza sobre este punto señalando que, al negar las emociones negativas, estas se pueden volver más intensas y aparece un ciclo donde van creciendo y acumulándose, ya que no son procesadas, hasta que la situación se vuelve insostenible. Además, la positividad tóxica, perjudica las relaciones interpersonales. Lukin detalló que al negar o evitar la emociones poco agradables o negativas esta sensación se vuelve aún más grande. Cuando ignoras que debes hacer algo con las emociones que te molestan o incomodan se pueden tornar mucho más complicadas, lo que en lugar de causar felicidad hará que el disconfot y el estrés aumenten. Lukin insiste en que debes prestar atención a estas emociones, pues son información que ayudan a reaccionar conductualmente. Sin embargo, cuando una persona no presta atención a sus emociones negativas, esto les hace menos accesibles. En su lugar, es mejor aceptar las emociones para sobrellevar o disminuir la intensidad de estas emociones y no mostrarse como una persona positiva todo el tiempo, también es bueno mostrar debilidad. No es crucial que permanezcamos siempre con una mentalidad optimista. En esos momentos es cuando se da la positividad tóxica. Debemos aprender de todas nuestras emociones, de los fracasos, de las malas decisiones, negarlas o reprimirlas puede hacernos daño. Además, la positividad tóxica nos invita a ser menos estrictos con los límites o a no establecerlos

Barbara Ehrenreich, bióloga y ensayista, en su libro “Sonríe o muere: la trampa del pensamiento positivo”, reivindica que a veces el pensamiento positivo puede ser un engaño. Sugiere que la sociedad ha tenido una gran influencia a la hora de polarizar hacia este lado lo deseable para nuestros pensamientos. Relata su propia historia; Ehrenreich tuvo cáncer de mama y comenta que todos los comentarios eran tan positivos que sonaban como un mandato que se podía resumir en una sentencia: “no tienes derecho a sentirte mal”. Ignorar, por norma y de manera absoluta, lo negativo puede empeorar nuestra calidad de vida. En este sentido, la inteligencia emocional radica en la introducción de una dosis calculada de optimismo que medie en cómo nos proyectamos, en el presente, hacia el futuro.

Por último, compartir esta reflexión de José Saramago: ”la derrota tiene algo positivo: nunca es definitiva: En cambio, la victoria tiene algo negativo: jamás es definitiva.

 

Aspectos emocionales del exceso de positividad o positividad tóxica