jueves. 28.03.2024
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Levy fue hija de un corredor de bolsa y de un ama de casa judíos, cursó enseñanza media en Brighton y, en vez de abandonar los estudios para casarse y tener hijos, aprendió lenguas clásicas y modernas en la Universidad de Cambridge, donde fue la primera mujer estudiante

Es muy probable que quienes lean estas líneas no conozcan a Amy Levy (Clapham, 1861- Londres, 1889). Ese era mi caso hasta que, en primavera de 2016, hojeé un ejemplar de su primera novela, The Romance of a Shop, que incluía la necrológica que Oscar Wilde escribió sobre Levy: «una escritora deslumbrante e inteligente», así como el atractivo argumento de la obra: a finales del periodo victoriano, las hermanas Lorimer desafían al machismo y las convenciones sociales montando un negocio de fotografía en Londres.

Además, la biografía de Levy era tan interesante como el argumento de su novela. Segunda de siete hermanos, Amy Levy fue hija de un corredor de bolsa y de un ama de casa judíos, cursó enseñanza media en Brighton y, en vez de abandonar los estudios para casarse y tener hijos (lo que solían hacer las chicas de su entorno), aprendió lenguas clásicas y modernas en el Newnham College de la Universidad de Cambridge, donde fue la primera mujer estudiante. Levy pergeñó sus primeros textos a los trece años, publicó tres poemarios -Xantippe and other Verse (1881), A Minor Poet and Other Verse (1884) y A London Plane-Tree and other Verse (1889)-, escribió numerosos cuentos y artículos y tres novelas: The Romance of a Shop (1888), Reuben Sachs (1888) y Miss Meredith (1889). 

Levy recorrió Europa trabajando como preceptora y acopiando experiencias en las que basaría sus creaciones (Miss Meredith es la historia de una institutriz inglesa en casa de unos aristócratas toscanos), y entabló amistad con intelectuales de la talla de Eleonor Marx, primera traductora al inglés de Madame Bovary (e hija de Karl Marx), Olive Schreiner, autora de la novela protofeminista Historia de una granja africana, y Vernon Lee, seudónimo de la escritora Violet Page, de quien Levy se enamoró en Florencia sin ser correspondida. 

Levy y sus amigas compartían perfil de New Woman Writer, apelativo que George Gissing acuñó en Mujeres sin pareja (1893) y que se popularizó a finales del periodo victoriano, cuando empezó a cuestionarse la sociedad patriarcal y se desarrolló la lucha por la igualdad entre sexos en Inglaterra. Entre las New Women Writers había tanto mujeres de clase media como obreras, y todas compartían la aspiración de ser independientes, cultas y transgresoras.

La novela Historia de una tienda (traducción de The Romance of a Shop), que acaba de publicarse en España, es un retrato de las “nuevas” mujeres que sobrepasaban los límites del hogar para acceder a las universidades, los clubs y los negocios, espacios que hasta entonces les habían sido vedados. La novela muestra también el conflicto entre los viejos y los nuevos valores, así como las oportunidades que surgían para aquellas mujeres y los obstáculos que les imponían los sectores reticentes a aceptar las innovaciones que pondrían fin al siglo XIX.

Las hermanas Lorimer -como las Mujercitas de Louisa May Alcott, a quienes suele emparentarse con las protagonistas de Historia de una tienda- representan los arquetipos de la mujer nueva y la de valores tradicionales: Gertrude es escritora y promotora del negocio de fotografía junto con Lucy, la más pragmática de las Lorimer. Ambas encarnan a las New Women mientras que la bella Phyllis y Fanny poseen mentalidad conservadora.

El hecho de que las Lorimer sean fotógrafas tampoco es algo casual. Levy retrata subjetivamente la ciudad de Londres a través de los ojos de las hermanas. La fotografía era, además, una actividad en boga cuando escribió Historia de una tienda. La industria inglesa de la imagen se desarrolló a partir de 1880 gracias a los periódicos ilustrados, los retratos familiares y las carte de visite (fotografías sobre cartulina similares a las actuales tarjetas de presentación), cuya circulación era frecuente entre las clases medias. Por entonces ya había en Londres unos trescientos estudios de fotografía -disciplina que comenzaba a ser considerada como una de las bellas artes-, y las fotógrafas Clementina Hawarden y Julia Margaret Cameron gozaban de gran popularidad (esta última por sus retratos de mujeres burguesas e intelectuales, como el biólogo Charles Darwin, el poeta Alfred Tennyson y el historiador Thomas Carlyle). Capítulo aparte merece otra moda tardovictoriana presente en la novela, la fotografía post mortem: las imágenes de cadáveres aún frescos servían para guardar luto y recordar a los fallecidos.

Otro elemento importante de Historia de una tienda es el paisaje urbano. Las Lorimer abandonan la tranquilidad de Campden Hill, en las afueras de Londres, para mudarse al bullicioso barrio donde establecen su vivienda y su negocio («Gertrude nunca lamentó haber cambiado la relativa calma de Campden Hill por otras zonas con actividad urbana más intensa», leemos en el cuarto capítulo). Paseante inveterada, Gertrude osa montar sola en transporte público (algo reprobable si a la mujer no la acompañaba un hombre), recorrer las calles y visitar exposiciones de arte, así como el Museo Británico para recibir clases de fotografía. 

El ambiente artístico londinense también está presente, pues, en la novela. Gracias al éxito de su estudio de fotografía, las Lorimer acceden al mundo de «la clase media ilustrada londinense, que era más variado e interesante que el suyo y quizá se acercaba como ningún otro a esa sociedad de individuos escogidos que Gertrude consideraba la ideal». Aunque ese entorno deslumbrante tiene su lado oscuro en el personaje de Sidney Darrell, arrogante pintor cuya avidez de reconocimiento finamente descrita revela la capacidad de observación psicológica de Levy.

Todos estos méritos no impidieron que Historia de una tienda fuera acogida con tibieza. Si bien Oscar Wilde celebró su publicación, otros críticos censuraron el “convencionalismo” del final de la novela, que pronto cayó en el olvido. Sin embargo, toda la obra de Amy Levy actualmente se revaloriza en congresos y en artículos donde se la considera precursora del Modernism, movimiento literario al que pertenecen novelas fundamentales de la literatura occidental, como La señora Dalloway (1925), de Virginia Woolf.

Además de ser el primer texto en prosa de Amy Levy traducido al español, Historia de una tienda invita a los lectores hispanohablantes a adentrarse en la breve pero compleja obra de una escritora que, de no haber muerto a tan temprana edad (se suicidó en 1889, a los veintisiete años, poco antes de su última publicación, Miss Meredith), probablemente figuraría entre los grandes nombres de la literatura inglesa de finales del siglo XIX y principios del XX.

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