jueves. 28.03.2024
Revolutionstaumel in der neuen Republik Spanien!
Republikanische Studenten und Arbeiter durchfahren auf einer mit den Farben der Republik geschmückten Strassenbahn die Hauptstadt Madrid.
Celebraciones de la proclamación de la Segunda República Española en Barcelona, 1931. (Wikipedia)

En España, dada nuestra historia, ser republicano no es pertenecer a un partido o a otro, ni tampoco una cuestión regimental, es algo más, una forma de pensar y sentir que arranca desde aquel momento en que los primeros liberales proclamaron la Pepa en Cádiz y llega hasta ese maravilloso 14 de abril de 1931, cuando millones de españoles de todas las clases menos una, de todos los lugares soñaron que la España del abuso y el privilegio había llegado a su fin, dando paso a un periodo de libertad, justicia y cultura inédito en nuestro país.

Recuerdo con mucha emoción la conversación que tuve hace años con un amigo mayor, muy mayor, que conservaba un botón con la efigie de Fermín Galán. Tenía catorce años cuando se proclamó la II República y vivía en una cortijada próxima a la localidad murciana de Moratalla donde su padre llevaba las tierras de un conde que vivía en Madrid. Aquel día su padre se puso el traje de boda, que era el único que tenía, y lo llamó con vehemencia: ¡¡¡Miguel, date prisa, ponte la chaqueta y el botón que nos vamos al pueblo!!! Los dos, vestidos con sus mejores galas, montaron en las mulas y marcharon al pueblo. Al llegar a la plaza, muchos amigos y conocidos se abrazaban mientras varias mujeres hacían lo imposible para coser una bandera con los nuevos colores, que eran los mismos, menos uno. Miguel recordaría aquel día con tanto detalle y emoción como otro que sucedió meses después, cuando supieron que unos titiriteros y gentes de letras llegaban al pueblo para repartir libros y representar obras de teatro clásico. Miguel no había ido nunca a la escuela, pero fue allí, después de las funciones, que le enseñaron las primeras letras y le despertaron la curiosidad por saber, una curiosidad que jamás abandonaría aunque a escondidas durante más de cuarenta años.

La II República española fue el producto de al menos tres movimientos anteriores que habían pugnado por sacar a los españoles de la sumisión, la indolencia y el derrotismo para transformarlos en ciudadanos libres, conscientes y benéficos: El regeneracionismo cuyo máximo representante fue Joaquín Costa con la idea puesta en concluir con el régimen de oligarquía y caciquismo que sojuzgaba a los españoles y hacía inviable el progreso de la nación; las empresas de Ortega como la Liga para la Educación Política, la revista España y el periódico El Sol, encaminadas a formar ciudadanos europeos que pudieran sentirse a la vez orgullosos de sus raíces, y la Institución Libre de Enseñanza, institución educativa formada por catedráticos expulsados de la Universidad por la monarquía que no admitía ninguna enseñanza que pusiese en duda los dogmas católicos, al considerar que estos estaban indisolublemente atados al ser de España. Giner de los Ríos, Azcárate, Salmerón y otros muchos catedráticos de todas las especialidades fundaron uno de los sistemas educativos más avanzados del mundo basado en la educación humanística, en la libertad de verdad no en la que pregona Ayuso, y en ayudar a los estudiantes a encontrar su verdadero lugar en el mundo.

Sin censura, sin dogmatismos, sin violencia de ningún tipo, con un inmenso amor hacia sus alumnos, con todas las puertas de la mente abiertas de par en par, los miembros de la Institución Libre de Enseñanza quisieron romper con la caduca y reaccionaria tradición educativa española que había tenido secuestrado al país durante más de dos siglos, alejándolo cada vez más de las novedades científicas, literarias, artísticas, jurídicas y políticas de la Europa de su tiempo, quedando como una isla al servicio de la oligarquía sin capacidad para crear, producir, distribuir o, simplemente, pensar.

De un modo u otro, fueron maestros y discípulos de aquella Institución única en el mundo y de la que nos sentimos orgullosísimos muchos españoles, personalidades únicas como los hermanos Giner de los Ríos, Nicolás Salmerón, Gumersindo de Azcárate, Joaquín Costa, Augusto González de Linares, Manuel Bartolomé Cossío, Pedro Jiménez-Landi, Alberto Jimenez Fraud, José Castillejo, Federico Rubio, Leopoldo Alas (Clarín), José Ortega y Gasset, Gregorio Marañón, Joaquín Sorolla, Ramón Menéndez Pidal, José Ruiz “Azorín”, Antonio Machado, los hermanos Calderón, Santiago Ramón y Cajal, José Ontañón, Adolfo Posada, Pedro Dorado Montero, Fernando de los Ríos, Julián Besteiro, Concha Méndez, Victoria Kent, Zenobia Camprubí, Pedro Corominas, Rafael Altamira, Domingo Barnés, María Lejárraga, José Manuel Pedregal, Luis de Zulueta, Americo Castro, Manuel García Morente, Juan Ramón Jiménez, Salvador Dalí, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Pepin Bello, María de Maeztu, María Moliner, Amparo Cebrián, María Zambrano, María Sánchez Arbós, María Goyri, Ángeles Gasset, Alejandro Casona, Luis Cernuda, Maruja Mallo, Carmen Conde, Antonio Sánchez Barbudo, Luis Bellos, Francisco Barnés, Óscar Esplá, Pedro Salinas, Marcelino Pascua, María Luisa Navarro, Eduardo Ugarte, Ramón Gaya, Teresa Andrés Zamora, Luis Buñuel, Nicolás Achúcarro, Salvador Bacarisse, José Moreno Villa, Severo Ochoa, Clara Campoamor, Blas Cabrera, Manuel Altolaguirre, Gerardo Diego, Alfonso Reyes, Juan Negrín, Antonio Medinaveitia y Luis Lacasa, quienes, además tuvieron la oportunidad de escuchar en sus aulas a las personalidades más elevadas de la ciencia y la cultura mundial: Albert Einstein, Chesterton, Keynes, Bergson, Valery, Le Corbusier, Stravinsky, H. G. Wells, Carter, Jacob, Aragón, Marie Curie, Gabriela Mistral y una larguísima lista de profesores invitados que fue cortada de raíz tras el golpe de Estado nacional-católico que acabó con la democracia y con el futuro de España.

Al margen de la monarquía de Alfonso XIII, de la Restauración y la dictadura de Primo de Rivera, la Institución Libre de Enseñanza logró formar a generaciones de españoles magníficos que, unidos después a las demandas de los trabajadores, intentaron edificar un 14 de abril de 1931 una España llena de escuelas y de maestros que amasen a sus alumnos, de bibliotecas y de misiones pedagógicas que llevasen la cultura a la última aldea del país. Quisieron también enterrar el sepulcro del Cid bajo siete llaves y enseñar el pasado tal como había sido, sin prosopeyas ni dislates, valorando lo mucho de bueno que había en él y lo que no lo era tanto, pero sobre todo inculcando a los nuevos españoles que el pasado no puede ser la meta del futuro. Hicieron lo posible para que la mujer saliese del confesionario y pudiese ser ciudadana de pleno derecho dispuesta a poner en marcha sus inmensas potencialidades machacadas durante siglos por gobiernos reaccionarios que sólo la consideraban una costilla del hombre; dar a los trabajadores del campo y la ciudad la dignidad y las posibilidades de vida que su trabajo merecía, llevar a los españoles por todo el mundo para que aprendiesen lo que se hacía fuera de nuestro país, sacar a los pueblos del medievo en que seguían viviendo, evitar que la Iglesia Católica -principal bastión ideológico de la España antidemocrática y feudal- continuase adoctrinando contra el progreso y la libertad, acometiendo también la mayor empresa de protección de los bienes monumentales que le pertenecían declarando monumentos nacionales a miles de ellos.

En fin, como decía Gabriel Celaya, quisieron poner a España en marcha. Enfrente encontraron a los que hoy hablan de libertad manoseando palabra y concepto que siempre destruyeron. Fusiles, banqueros, curas, terratenientes, burgueses industriales sin altura de miras, periodistas y escritores cortesanos y todo el odio del pasado que les pertenecía y negaba el paso al futuro. Aquel 14 de abril de 1931 nació la esperanza de la mano de miles de personas dispuestas a sacar a los españoles de las tinieblas y el llanto eterno. La fuerza bruta, irracional, criminal, absurda se encargó de asesinarla para que todo siguiese exactamente igual que antes del diluvio. Ahí siguen, con todos sus privilegios, con toda la impunidad, con todos los desafueros, con toda la soberbia de quienes jamás supieron qué es la libertad, qué es la Justicia, qué es amar a un país.


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