14 de abril: el anhelo republicano pervive en España, pese a los errores pasados

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Las Cortes Republicanas.
Como si la historia de la monarquía española fuera ejemplar, cada vez que se expresa algún anhelo republicano se invocan los errores de las dos experiencias anteriores para considerlo inviable.
14 de abril: el anhelo republicano pervive en España, pese a los errores pasados

En una entrevista que le hice a Dionisio Ridruejo en Vigo, a principio de los años setenta, a propósito de diversos personajes de la II República, me dijo que el error de Azaña fue creerse que era presidente de Francia. Siempre lo he pensado, con respecto al Estado que tuvo que dirigir. Nadie como él, por cierto, dedicó duras palabras a la traición de Companys y a los excesos de otros que acabaron con la ilusión republicana.

Es un argumento socorrido que los partidarios de la monarquía sacan a relucir de modo automático cuando alguien se manifiesta partidario de la República es el fracaso de las dos habidas en España, sus excesos, sus errores y las consecuencias de los mismos. Tomando el mismo argumento y dándole la vuelta, cabe preguntarse si la historia de la monarquía, desde Carlos III por no ir más allá fue ejemplar y una sucesión de éxitos y ejemplos de buen hacer.

Hay una carta del rey ilustrado a su primo el de Francia donde le dice que, aunque España no está preparada para ello ira a la guerra con él en una de tantas llamadas “guerras de familia” que con enorme costo de vidas y recursos del país nos convirtió prácticamente en un apéndice de la política francesa. Y Carlos III fue, se dice, el mejor de esa familia. Las consecuencias de su política llegan a nuestros días.

Del “cornudo a la frescachona”

¿Qué decir de Carlos IV y su abandono de las cosas del Estado y de su esposa, amante de Godoy “nuestro Manuel”, que hasta le daba bofetadas delante del ilustre cornudo, traidor y traicionado por su hijo, a quienes Napoleón despreciaba por igual, pese a que entre ambos le entregaron el país? Particularmente abyecto fue Fernando VII, “El deseado”, que dejó para la historia sus infames cartas al corso, pidiéndole una esposa de su familia y felicitándolo por sus victorias en España sobre los españoles que morían para devolverle el trono. Lo único positivo de su haber fue crear una escuela de tauromaquia al tiempo que cerraba la Universidad.

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El verdadero padre de Alfonso XII.

La frescachona de su hija, exponente de la avidez sexual de la familia, legó a la dinastía diversas hijas y un hijo, cada una de padre distinto y la enriqueció con la sangre del valenciano Enrique Puigmoltó, divisa biológica que hoy campea sobre el propio apellido Borbón en el frontispicio de la familia. Los esfuerzos de doña Juana de Vega para enderezarla fueron vanos. Cuando los españoles la echaron confesó creer que sentía errada creerse con más vínculos con el país. Luego se pasearía con gigolós franceses por la capital de Francia. Por cierto. que al padre de su pobre marido, Francisco de Paula, el  pobre Francisco de Asís (que tenía y tuvo hasta el final novio oficial) , lo privaron las Cortes de Cádiz del derecho de sucesión por estimar que su padre fue no fuera Carlos IV, sino Godoy.

Es tradición en la familia que cuando los españoles la licencia siempre vuelve a la grupa de un general ya sea Martínez Campos o Francisco Franco. El primero nos trajo a Alfonso XII, que no fue mal rey del todo en su breve tiempo, aunque como afición familiar, con el duque de Sexto, no hubo prostíbulo de Madrid que no frecuentara, además obviamente de dejar su semilla esparcida en hijos concebidos fuera del matrimonio.

El Rey perjuro y las “demi-mondaine

Y llegamos al rey perjuro, a quien el propio conde de Romanones tuvo que reprimir explicándole qué es un rey constitucional, aunque de poco valieron las lecciones cuando se entregó a Primo de Rivera (“Mi Mussolini”, decía) y luego, como si nada, pretendiera volver al regato del orden constitucional.

Aparte de su devoción por la Virgen del Pilar y los prostíbulos de lujo franceses, además de la nutrida siembra de hijos fuera del tálamo nupcial, Alfonso XIII presidía un estado sin esperanza, animando a sus generales (“Olé los hombres”, les decía) a alocadas aventuras coloniales donde morían a miles los soldados españoles. Tras el desastre de Annual corrió a pasar el rato a un balneario francés frecuentado por las demi-mondaines que tanto le gustaba catar. Cuando lo echaron dijo que se iba para evitar el enfrentamiento entre españoles, pero cuando lo requirieron para ello, desde su exilio romano acudió presto a Mussolini para rogar que enviara a Franco los aviones precisos para bombardear las ciudades en manos de la República.

Cierto, las Repúblicas, especialmente la segunda, nos legaron errores y dolor, defraudaron en sus ilusiones y nos dejaron un legado para analizar críticamente y no correr el riesgo de repetir. ¿Pero es que la monarquía fue ejemplar?

La II República.

La II República.

El futuro no está escrito

Prefiero detenerme aquí, pues claro está lo que pensamos de la deriva del sucesor del caudillo a título de rey, instituido por el general Franco, cuyo deseo sucesorio se cumplió sin dar a los españoles –porque no se dio, al ir la monarquía como un todo en el mismo lote que el resto de la Constitución– posibilidad de pronunciarse previamente, como Suárez llegó a considerar la forma de la jefatura del Estado.

Pero tampoco neguemos sus aciertos –¿es que acaso cabía otra cosa?–, al permitir que los españoles, que fueron los protagonistas, hiciéramos la Transición y miráramos para otro lado.

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Aquellas ilusiones republicanas.

Y ahí andamos. Como se ve, puede existir una monarquía sin monárquicos; pero como dijo Azaña que lo que no es posible una república sin republicanos. Los dos grandes partidos del panorama político español son hoy en día partidos dinásticos. Y ningún de ellos como el PSOE es el más firme apoyo de la Corona, desde Felipe González pese a manifestaciones de republicanismo, como cuando se produjo la abdicación de Juan Carlos I y Rubalcaba hizo encaje de bolillos dialéctico para decir que su partido era republicano pero que aceptaba la continuidad de la monarquía.

De todos modos, saben que no están seguros. Seguiremos republicanos. El Estado no es una finca que se pueda heredar como si tal. Y cualquier ciudadano ha de poder ser elegido por los demás ciudadanos para dirigirlo. Pura lógica, especialmente en España. @mundiario

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