viernes. 19.04.2024

Yo homenajearía también a Don Antonio de Villarroel

Yo nunca fui a llevar flores al monumento a Rafael Casanova que hay en la confluencia de las calles Ausias March y Ronda de San Pedro. Al contrario de lo que cree y hace todo el mundo el 11 de Septiembre, yo creo que el héroe de la defensa de Barcelona contra el asedio y la ocupación de las tropas borbónicas en 1714 no fue el tal Casanova sino Don Antonio de Villarroel, un militar austracista que encabezó la marcha de resistencia de los pocos barceloneses que quedaban vivos -al amparo del estandarte de Santa Eulalia- ante la embestida final de los asaltantes. Casanova, aunque herido en el asalto final, murió plácidamente en su cama 30 años después. Don Antonio de Villarroel pasó el resto de sus días, hasta 1726, preso en una fortaleza militar en La Coruña, en condiciones infrahumanas. Ya que les gustan tanto la Historia y los héroes sería bueno que repararan en esto.

No obstante lo anterior, este año decidí conocer esa liturgia de la ofrenda floral con la que dan comienzo los actos del 11 de Septiembre, pomposamente nominados “Diada nacional de Catalunya”. La fractura ya indisimulable de las dos ramas del secesionismo le daba a este 11-S una expectativa e interés añadidos. Ya la noche anterior, en el Fossar de les Moreres, hubo un anticipo con insultos de los extremistas de la ANC, asamblea nacional catalana, para los más moderados de ERC; una trabajadora de la TVE sufrió violencia física y rodó por los suelos. Por cierto, estos “patriotas” llevaban camisas negras y se iluminaban con antorchas. Y, hoy, en la ofrenda floral, lo han vuelto a hacer: 150 o 200 hooligans se han hinchado a silbar e insultar al Presidente de la Generalitat, a la delegación de ERC, del PSC, y a cuánto les parecía ajeno a sus delirios. Un pequeño anticipo de la tarde.

El Presidente Allende, en el corazón siempre

En el bus 22 me fui de una ofrenda a otra que me es más próxima y querida: A Salvador Allende, en la plaza que lleva su nombre en el barrio obrero de El Carmelo. En esa he estado varios años porque Allende es un emblema histórico del valor y el testimonio de un socialista y un demócrata rindiendo con su vida la lealtad al pueblo y a la Constitución de Chile frente a la barbarie del golpe de Estado militar de Pinochet, también un 11 de Septiembre pero de 1973. Llegué con el acto ya empezado, siempre es muy breve, pero a tiempo de oir el final del parlamento de un tal Jordi que pedía el final de todas las guerras, la de Ucrania incluida, porque en ellas muere gente. Hasta ahí llego. Pero ni una mención al agresor, invasor y criminal que ha provocado y mantiene la de Ucrania, un tal Putin. Me joden estos “pacifistas”. Es como si el tipo al evocar al Presidente Allende y al golpe criminal que lo derrocó y lo asesinó, se refiriera genéricamente a la maldad de los golpes sin citar a Pinochet. En fin.

¿Omnium marca diferencias?

Por las cuestas de El Carmelo abajo llego a la línea 5, en Sagrera transbordo a la 1 y me planto en el Arco del Triunfo, porque a su amparo y hasta parte de la Avenida de Lluis Companys -en la dictadura, de Victor Pradera, insigne franquista cuyo nieto, Javier Pradera, fue dirigente clandestino del Partido Comunista en Madrid y editorialista de EL PAÍS ya en Democracia- Omniun Cultural, otro emblema de las agitaciones secesionistas de 2017, ha organizado actos propios con voluntad de diferenciarse, dicen ellos, del secesionismo más frenético y peligroso. Ambiente festivo, con muchos tenderetes de marchandises y bebidas, grandes columnas de cartón piedra con mensajes de todo tipo, un sorteo para un viaje por los “países catalanes” ( a mí, si me toca, quiero ir a Orihuela, la frontera sur con Murcia de dichos países, y cuna de catalanistas tan acreditados como Miguel Hernández o mi amigo Antonio Gutiérrez, otrora secretario general de las CCOO).

El acto de Omniun lleva por título genérico “la fiesta de la libertad”, y basta con ver a la poca gente que allí había, sus coches aparcados cerca, los bares abarrotados por ellos, para hacerse idea del clima de opresión y expolio colonial en el que vive esa pobre gente. Los platos fuertes de la fiesta son el discurso del presidente de Omniun, a la hora del ángelus, y actuaciones musicales para la tarde, tras la manifestación de la ANC, con artistas con nombres como “los pedos” o “ropa extendida”, pero en catalán.

Papeles y eslóganes con las palabras que más les gustan como “traidores”, “botiflers”, aplicadas no sólo a los partidos extranjeros sino a los secesionistas también

No pocos de los pocos que había eran camisas negras haciendo tiempo para la tarde y repartiendo papeles y eslóganes con las palabras que más les gustan como “traidores”, “botiflers”, aplicadas no sólo a los partidos extranjeros sino a los secesionistas también, con especial énfasis a ERC, la gran novedad de este año.

El discurso del presidente de Omniun, que escucharon en primera fila el presidente de la Generalitat, miembros de su gobierno, lideres de ERC, secretarios de CCOO y UGT, entre otros, fue largo y circular, cogiéndosela con papel de fumar para no herir a nadie de la parroquia independentista. En síntesis, entre lo que dijo y lo que no, vino a decir, que las agitaciones secesionistas de 2017 -intento de golpe parlamentario contra la legalidad democrática de Catalunya y de España, añado yo- fueron un fracaso, dividieron y enfrentaron, ponen en riesgo la convivencia y la cohesión social -están agotadas llego a decir textualmente- y es necesario, por lo tanto, inventar nuevos horizontes, nuevas alianzas y complicidades, con la ANC dentro de ellas, obviamente … y no aportó pista ni propuesta alguna, ni diferenciadora ni nada. Eso sí, este presidente de Omnium, horas después, rendía pleitesía a la ANC y a su presidenta. Vamos con ella.

Más gente que el año pasado, y odio, y apuestas por la nada para Catalunya

Tras lo de Omnium deambulé, piqué algo, hice tiempo, y poco antes de las 17 ya inspeccionaba el recorrido de la manifestación por excelencia, la de la ANC, que iría desde los astilleros medievales de Barcelona -donde dicen que se construyeron las carabelas de Colón- hasta la histórica estación de Francia, puerta de entrada a Catalunya de los emigrantes que a millones vinimos para vivir y dar vida desde otras zonas de España en los años 20, 30, 40, 50 y 60 del pasado siglo. Algo más de un kilómetro de recorrido. Enseguida me dí cuenta que había más gente que el año pasado y como más combativa dentro del perfil de edad y extracción social. Fueron centenares de autobuses desde todos los rincones de Catalunya, amén del transporte público y los coches particulares. La policía municipal dió la cifra de 150.000 y los organizadores la de 700.000. Lo habitual. Mucha gente en todo caso para los que sabemos lo que cuesta que la gente se movilice y una insignificancia respecto a los casi 8.000.000 de personas que integramos la ciudadanía de Catalunya.

Como se suele hacer en estos casos, me quedé parado en un punto fijo como modo de valorar la cuantía del desfile. Y fue, además, un punto en el que eran de esperar reacciones: A la altura de la puerta principal del Gobierno Militar, un edificio vacío por obras, cuya entrada estaba protegida por vallas metálicas, policías autonómicos de Catalunya, hombres y mujeres, y en lo más alto del edificio una bandera española. Ni la menor sombra de cosa o persona militar alguna.

Y allí estuve a pié firme unos tres cuartos de hora, apalancado a una valla, sin gesto ni expresión alguna, viendo pasar la gente, mucha gente, más que en los Primeros de Mayo o en las marchas por el Trabajo y la Justicia … Y viendo, oyendo, sintiendo, llorando por dentro, el odio que destilaba mucha de aquella gente. Mucho, mucho odio, en estado puro, vigente, sin causa inmediata alguna. Los desfilantes venían en actitud normal, distendida, pero al llegar a la altura de Capitanía a muchos de ellos se les agrandaban un disparate las venas del cuello, se les salían los ojos de las órbitas, sacaban su mayor potencia de voz -a riesgo de malograrse como alguna señora de edad le hizo notar a su consorte- y lanzaban improperios que mejor no reproducir contra todo lo que tuviera relación con España, lo español y los españoles. Como es habitual, madres y putas sufrieron especialmente la escasa creatividad insultativa. 

Oyendo, sintiendo, llorando por dentro, el odio que destilaba mucha de aquella gente. Mucho, mucho odio, en estado puro, vigente, sin causa inmediata alguna

Se ensañaron a fondo con lo que tenían más a mano: Los chicos y chicas de la policía autonómica que protegían la Capitanía y la manifestación. Aguantaron con enorme profesionalidad insultos de altísimo calibre que les eran proferidos a escasa distancia física de las babas odiosas de aquellos energúmenos. Cierto que no eran la mayoría, ni mucho menos, pero eran demasiados los odiosos odiadores. Me acordaré de esos momentos cuando vuelvan con la monserga de la transversalidad, el solo pueblo, la tolerancia a los distintos, para afirmar que, si algún día ejercen el poder en Catalunya esos energúmenos, estaremos más cerca de la limpieza étnica y de la tiranía que de la convivencia en paz. El riesgo abarca también a los secesionistas que pretenden ser, y de hecho lo son, racionales y democráticos.

La presidenta de la ANC, la gran caudilla de las camisas negras, una señora con un nivel de arrogancia tal que no puede ser sólo fruto de la demagogia y la estupidez

Una señora con gasolina, alma mater del nuevo “procés”

Y llegó el plato fuerte, el fin de fiesta de un día que ojalá fuera posible olvidar, pero me temo que no: El discurso de la presidenta de la ANC, la gran caudilla de los camisas negras, una señora con un nivel de arrogancia tal que no puede ser sólo fruto de la demagogia y la estupidez. Sus grandes carencias para la oratoria ante multitudes las resolvía a base de la jaculatoria mágica, independencia, viniera o no a cuento, ante un público henchido de fervor que llegó a la afonía a base de pedir la dimisión del gobierno de Catalunya. Esta señora hiló un planteamiento realmente siniestro desde todo punto de vista democrático: La independencia la haremos desde las calles, que serán siempre nuestras, partidos e instituciones nos sirven si se pliegan a ese concepto tan luminoso y culto llamado “las calles”, tenemos ahora el 52% en el Parlamento de Catalunya, pues declaren la independencia ya mismo o dimitan y convoquen elecciones, para concurrir a ellas la ANC promoverá candidaturas políticas al margen y contra los partidos si éstos no proclaman la independencia cuanto antes. A esta señora le faltó concluir su discurso con un: “Serán els nostres ovaris i els nostres collons, es a dir, els carrers, els constructors de l´independencia …” Si yo fuera de ERC o de cualquiera de los fragmentos de la antigua Convergencia pujolista que mal que bien pastorea el vivales desde Bruselas, me echaría a temblar ante esa perspectiva o le plantaría cara con valor, racionalidad y método democrático antes de que ellos nos la rompan a todos.

A la vista de este cuadro, no pretendo que nadie me alabe el gusto por ser del PSC y confiar en mi compañero Salvador Illa; me basta con que entiendan y respeten mis razones. Y actúen como mejor estimen en conciencia democrática y de convivencia.

¿De dónde salen los recursos fabulosos, medidos en millones, que cuestan todo este turbión desestabilizador?

¿A quién conviene este delirio?

Dejo en el aire tres o cuatro inquietudes antes de irme:

… La ANC declara unos 45.000 miembros que pagan cuotas. Los que somos del oficio sabemos que con eso da poco más que para el chocolate del loro. ¿De dónde salen los recursos fabulosos, medidos en millones, que cuestan todo este turbión desestabilizador?

… Ni una sola palabra, ni una, contra la guerra de Ucrania y el agresor e invasor que la provoca, Putin. Busquen por ahí, hablen con el vivales de Bruselas, por si esta inquietud mía tuviera que ver con la anterior y posteriores.

… Ese mundo de la ANC, la republiqueta, la diáspora de Convergencia y demás, seguro que no son imbéciles. Saben de sobra que la independencia como la plantean es imposible desde cualquier óptica, ya sea catalana, española, europea o internacional. Saben de sobra que insistir en esa vía remuerta y poner en “las calles” la dirección del proceso hacia la nada, garantiza tres cosas: 1) Un nuevo 155, 2) Un gobierno en España con fortísima presencia del neofascismo, y 3) La pérdida de la autonomía y el autogobierno de Catalunya, la más profunda y próspera que ha conocido esta tierra desde siempre. ¿Por qué insisten entonces?, ¿por qué se obcecan en esa vía muerta de inestabilidad, miedo al futuro, quiebra de la convivencia, y riesgo de colapso económico y social, etc.?, ¿o tal vez es eso exactamente lo que buscan: que se pudra todo que alguien medrará en el caos aunque nada tenga que ver con nosotros?. Insisto, busquen por donde les dije.

11S: el mismo odio, el mismo absurdo