jueves. 28.03.2024
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Por Pepo Paz | Recelo de las listas que, en estos tiempos de Google y sus motores de búsqueda e indexación, han invadido los ecosistemas del periodismo escrito. Enumeraciones que ordenan gustos y tendencias. Listados que facilitan el periodismo del corta y pega y, también, el de la brevedad, muelle sin diques. Ya no hace falta despegarse de la pantalla del ordenador para ejercer. Como dice un amigo, "lo mismo te plancho un huevo que te frío una camisa". Así nos luce el pelo.

Recelo de las listas pero hoy voy a escribir mi primera enumeración (aparte de las que preparo para hacer la compra en el supermercado). Disculpad mi incoherencia. Me he mirado al espejo varias veces. Me he pellizcado. Sí, soy yo. Imposible nadar contra la corriente. Ahí va, pues.

La idea me vino a la cabeza hace apenas semana y media, durante mi estancia en la hospedería Bajo el Cejo, un establecimiento de turismo rural ubicado en El Berro, a los pies de Sierra Espuña, en la Región de Murcia. A la hora del desayuno el propietario del complejo compartió conmigo la mesa para charlar sobre su proyecto personal, las dificultades de llevar adelante un negocio de tales características, las alternativas de futuro, etc. En fin, esas cosas de las que se hablan en estos casos. Repasamos lugares y amigos comunes, preguntas una y cien veces planteadas en situaciones similares. Tareas obligatorias y placenteras de las que te exime el cut & paste. Lo sé.

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Entre las curiosidades que siempre me han interesado acerca de los viajeros urbanitas que cada fin de semana, cual río desbordado, inundan los hoteles y casas rurales de media España para, luego, desaparecer a última hora de la mañana del domingo dejando un reguero de sábanas revueltas y silencios oblicuos, siempre me ha intrigado... ¿Qué les quitaría el sueño a esos ocupantes ocasionales de los alojamientos rurales? Bien, allá va esta lista de sonidos del silencio que a modo de encuesta he recabado entre algunos propietar@s del gremio:

1. El silencio. Sí, tal y como suena. Muchos urbanitas les dicen a los dueños de estos establecimientos de turismo rural que no han podido pegar ojo en toda la noche por el silencio que reinaba en la estancia. Echan de menos el crujido metálico del ascensor, el taconeo de la vecina en el descansillo a altas horas de la madrugada; el rugir del camión de la basura o la tos ronca de la motocicleta de turno. Aman el ulular de las sirenas de ambulancias en la noche mientras se sienten seguros bajo su edredón y el trasiego del agua por las bajantes del edificio. Sí, al urbanita le inquieta el silencio rural que no es tal porque, como todos sabemos, en el campo hay:

2. Gallos. Y gallinas. Un verdadero arsenal de cantos que, cuando apuntan las primeras luces del día, rompen con todo su esplendor en mitad de la oscuridad y las estrellas. Y el urbanita que adora las sirenas policiales o el ronroneo del motor de los coches en las calles desiertas de la madrugada de la ciudad odia, a la vez y con idéntico fervor, el canto de los gallos, su obstinada rebeldía por anunciar lo que se viene encima, el interminable ciclo del día y de la noche en el sistema solar por el que transitamos. Asfixiemos a los gallos del corral anexo a nuestra casita rural y después trepemos al campanario del pueblo para fundir las...

3. Campanas. Centenarias. Labradas por los artesanos cántabros que también fundieron las de la catedral de Toledo o por anónimas manos que sabían domeñar el metal y el fuego. ¿Por qué tienen que dar los cuartos, las medias, las horas en punto conviertiendo la noche rústica en un martirio para el urbanita que adora el campo? Aunque no son los únicos habitantes de la noche que nos hacen compañía. Si pretendes dormir cerca de una balsa de agua o el curso de un río también tendrás como acompañantes a las...

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4. Ranas. Amigas de la noche: su croar interminable puede ser una pesadilla para el viajero inadvertido que había soñado con disfrutar del campo y sus rotundas viandas, de la calidez de la noche estrellada de verano, de las ventanas abiertas y la malla que le pondría a salvo de los pertinaces mosquitos chupasangre. Pero los anfibios que convierten la noche en una pesadilla no son los únicos que vendrán de visita. También nos acompañarán las...

5. Lechuzas. Su canto es profundo y lúgubre. Comparado con el vocerío de la casa del vecino de al lado o el arrastrar de las patas de la silla del salón del vecino del piso de arriba, una auténtica sesión de terror nocturno que solo tiene comparación con el aullido del...

6. Viento. En las ventanas. El viento en las ventanas como en una pesadilla de terror propia de Stanley Kubrick y Stephen King. El viento, su silbido interminable penetrando por todos los resquicios, golpeando la casa con sus bocanadas, haciéndonos sentir fuera del refugio y, sobre todo, impidiendo que peguemos ojo tanto como la...

7. Lluvia. El repiqueteo de las gotas en los cristales de esas ventanas ideadas para que el viajero urbano del siglo XXI disfrute de paradisiacos paisajes. El agua cayendo torrencial sobre las tejas de pizarra, el agua arreciando en nuestras noches en vela de la pesadilla rural y acompañadas por los...

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8. Perros. Los malditos canes del vecino. Esos animales capaces de pasarse toda la noche en un ejercicio de exaltación perruna insoportable. Ladridos, ladridos y más ladridos. Perros, perros, perros... ¿Pero alguien podría imaginar lo que sería un mundo sin el ladrido nocturno de los perros? Solo comparable con una habitación sin...

9. Pantalla de TV. El viajero urbano solo detesta algo más que una habitación de un establecimiento rural sin T.V.: una habitación de un establecimiento rural sin wi-fi. Pero los hay que son adictos a desembocar en sus sueños con el aparato de t.v. encendido, escuchando los chascarrillos de algún programa del corazón o de los debates interminables de la noche de los sábados. Cualquier cosa les vale, una película de serie b o un programa sobre casas de empeños. Una partida de póker a cinco bandas. Lo que sea con tal de conciliar el sueño mecidos por el runrún de una pantalla de plasma salvo que, no, lo último que nos faltaba...

10. Luces de emergencia. Increíble: la normativa obliga a que las habitaciones de los establecimientos rurales dispongan de una luz de seguridad. Y yo no puedo conciliar el sueño si no reina la oscuridad completa en la estancia...


Artículo de Pepo Paz escrito en el portal eco-viajes.com

Las 10 pesadillas del viajero rural