viernes. 29.03.2024

“Yo ya estoy muerta, me mataron hace nueve años”

AGNESE MARRA
Amnistía Internacional ha presentado hoy el informe ‘Una vida sin violencia para mujeres y niñas’ denunciando la falta de asistencia de las mujeres una vez que son maltratadas. La voz de Ascensión Anguita es el mejor ejemplo. Esta víctima, que estuvo al borde de la muerte, cuenta como su segundo calvario empezó al salir del hospital.
> AI denuncia el desamparo de las víctimas

NUEVATRIBUNA.ES- 08.07.2009


Ansiolíticos, tranquilizantes y antidepresivos. Desde el año 2000 Ascensión Anguita convive con esta medicación. Pelea cada día para levantarse de la cama, cuidar a sus dos hijas e intentar olvidar su pasado.


Pero el eco de la voz de su ex marido, sus gritos y sus golpes se repiten en su cabeza. “Yo ya estoy muerta, me mataron hace nueve años”, le cuenta Ascensión a los periodistas que se reúnen para conocer su historia. Cruzaba una calle sevillana, cuando fue atropellada. Alguien salió del coche y sin piedad intentó degollarla, después perpetrarla quince navajazos en sus órganos vitales. Era su ex marido. Ascensión lo sospechaba: “Viví 23 años con él y sé que ahora intentará volver a matarme”.


Lo cuenta con aceptación, sin un atisbo de dramatismo, sus palabras son demasiado duras para añadirle lágrimas. Pero mientras cuenta su drama no puede abrir los ojos, agacha la cabeza y con los párpados cerrados continúa recordando. “Estuve mes y medio en el hospital, salvarme fue un milagro”. Pero su vuelta a casa, al cuidado de sus dos niñas era el principio del problema.


Su ex pareja ya estaba en la cárcel, 15 años de prisión como responsable de un delito de asesinato en grado de tentativa. Como multa, 115.229,28 euros. Pero para Ascensión la pesadilla no había hecho más que empezar. La paliza que había sufrido se hacía presente desde que se levantaba hasta que se acostaba. Sus huesos no respondían como antes, su vida ya no era la misma, los médicos le habían diagnosticado una invalidez total. Tras un año y medio de rehabilitación y después de someterse a varias operaciones, la envergadura de las secuelas físicas derivadas de la agresión, algunas de las cuales son de tipo degenerativo le han cambiado su vida para siempre. Nunca más volverá a trabajar.


SIN DINERO Y SIN AYUDA PSICOLÓGICA


El miedo, el insomnio y la soledad empezaron a asentarse en su cuerpo como parásitos imbatibles. “Estuve tres años sin salir de casa, mis lesiones y los ataques de pánico no me dejaron atravesar el portal”. Dos veces salió de su hogar suplicando ayuda. “Al poco de salir del hospital fui a un psiquiatra de la Seguridad Social y le pedí tratamiento, me dijo que yo no tenía ninguna depresión, que volviera cuando la tuviera”. El segundo intento tuvo un relativo éxito. En esta ocasión Ascensión se acercó al Instituto de la Mujer de Sevilla, contó su caso y le ofrecieron una terapia de grupo: “Me mandaron a un grupo de autoayuda durante nueve meses. No era la ayuda psicológica que necesitaba. Yo estaba muy mal, necesitaba una terapia individual”.


La historia se complica. Ascensión no recibe ningún tipo de indemnización, no puede trabajar y sus hijas de 13 y 16 años son las que se encargan de ayudarla: “Me sentí fatal, sola, sin ayuda familiar de ningún tipo, y con dos hijos afectadas con depresión a mi cargo. Había momentos en los que no podía más…me quería suicidar”. Nueve años después la única prestación económica que recibe es la que le da la Seguridad Social por su pensión de invalidez, un total de 401,04 euros, con los que tiene que mantener a ella y a sus dos hijas.


De su indemnización por maltrato no ha conseguido nada: “En 2006 llevé mi caso al Tribunal Supremo y ahora me he enterado que por fin se están moviendo las cosas, tres años después”, sentencia. Después de tres años, los psiquiatras finalmente le diagnosticaron un shock Prost-traumático indefinido. La única ayuda psicológica a la que puede acceder es su visita mensual al psiquiatra de su centro de salud correspondiente: “Se entrevista conmigo y me receta los fármacos”, dice con sarcasmo.


Pero el dolor más grande de Ascensión son sus hijas: “Ellas también son víctimas, han sufrido todos los golpes que me dieron, ver a su madre en el hospital, ver mi depresión, son tan víctimas como yo”. Sin embargo el Estado y las instituciones públicas correspondientes no lo ven de la misma manera. Cuando Ascensión solicitó ayuda para pagar el tratamiento psicológico de las niñas se lo denegaron por “no ser víctimas”. Sin embargo, nueve años después su hija Marta, sigue en tratamiento psiquiátrico privado y con medicina alternativa.


“PODÍA HABER SIDO LA VÍCTIMA 61”


Además de la indefensión económica y de la falta de asistencia psicológica, Ascensión se siente indefensa ante su propia vida insiste con su gran temor: “Sé que va a volver y que esta vez va a matarme, le conozco bien, más de 20 años a su lado”. Por eso dice “quiero recibir ya una ayuda por si me llegara a pasar algo que mis hijas no se queden sin nada”, sigue con los ojos cerrados para volver al pasado. “Antes de esta agresión yo ya le había denunciado y podía haber sido la víctima número 61 del año 2000”.


Asegura que la Policía no puede hacer nada y que la falta de medios en los juzgados es alarmante: “Una vez un policía me dijo que había sólo un agente para 150 mujeres maltratadas, que era yo la que me tenía que proteger, que debía salir de casa en horarios diferentes, cambiar los recorridos habituales, que ellos no podían con todo el trabajo”. Desde 2008 su ex marido obtiene permisos penitenciarios de seis días cada mes: “Ya no tengo miedo, acabaron conmigo hace tiempo, y llevo todos estos años defendiéndome solita, así que como me dijo el policía yo solita me protegeré”.

“Yo ya estoy muerta, me mataron hace nueve años”