jueves. 25.04.2024

"Se hubiera podido evitar la muerte de miles de personas"

AGNESE MARRA
El dinero no lo es todo en ayuda humanitaria. La eficacia para administrar los recursos es clave, y en esta materia suspenden la mayoría de los países donantes. La organización Dara hace un diagnóstico de la cooperación al desarrollo y pone en jaque la actitud de más de un Gobierno. España mejora, pero por debajo de la media.
NUEVATRIBUNA.ES - 03.12.2009

En 2008 la ayuda humanitaria tenía que enfrentarse a cifras alarmantes. Mil millones de personas azotadas por el hambre, 326 desastres naturales, 41 millones de refugiados y desplazados dentro de su propio país y 39 conflictos graves. Para abarcar todo esto, 23 países donantes, cuya cooperación suma un total de 10.400 millones de dólares.

Aunque el dinero es el primer paso, no es suficiente. Para que estas cifras lleguen a su destino se tienen que superar una serie de escalones que muchos gobiernos optan por saltarse.

La eficacia de la ayuda humanitaria (se encarga de desastres naturales y conflictos bélicos graves) es la razón de ser de Dara, una organización independiente que tiene como objetivo mejorar la calidad de la cooperación al desarrollo. Por tercer año consecutivo, esta entidad ha dado a conocer su índice de respuesta humanitaria (HRI), en el que se pone en jaque el comportamiento de varios países, a la hora de administrar la ayuda.

La financiación, la accesibilidad y la prevención, son los tres ‘talones de aquiles’ de la cooperación. Los 23 países donantes analizados fallan en los tres aspectos, algunos se quedan en el ‘aprobado’, pero ninguno consigue las expectativas que se propone.

La crisis económica se ha convertido en la mejor excusa para reducir la financiación de la cooperación. Hasta Moina, una saharaui refugiada desde hace 30 años en los campamentos de Argelia ha oído hablar del impacto económico: “Me han dicho que este año recibiremos menos ayuda, que los gobiernos están cansados”, le decía esta mujer a Silvia Hidalgo, directora ejecutiva de Dara.

A Moina no le faltaba razón. Los países donantes han anunciado una rebaja en cooperación y las entidades privadas ya han reducido “de forma alarmante” sus presupuestos para estas causas: “Este año todavía no hemos percibido la disminución de ayuda de los Gobiernos, pero ha sido por una cuestión de fechas. Los presupuestos se anunciaron antes del debacle económico. En 2010 la rebaja se va hacer visible”, explicaba Silvia Hidalgo, durante la presentación del HRI.

“Nos quedamos consternados con las cantidades astronómicas que han dado los gobiernos para salvar a los bancos y después vemos como ONG tienen que despedir a centenares de personas de sus plantillas”, dijo Hidalgo. La consternación aumenta cuando se conoce que con menos del 1% de lo que se ha invertido en ayudar a las entidades financieras, se podía haber solventado el agujero económico (4.800 millones de euros) que tiene Naciones Unidas en lo relativo a la cooperación al desarrollo.

LOS PROBLEMAS EN EL TERRENO

La financiación es el primer problema. Pero cuando llega la ayuda al terreno empiezan a surgir otros muchos inconvenientes. La accesibilidad al territorio se ha convertido en una de las principales dificultades. La inseguridad que se vive en algunos de los países hace que los cooperantes no puedan acceder a determinadas zonas.

En 2008 fueron asesinados, raptados o seriamente heridos un total de 268 cooperantes. Los tres españoles que están secuestrados en Mauritania, son un ejemplo de los riesgos que sufren estos trabajadores. La inseguridad ha llegado a crear situaciones tan absurdas como alarmantes, como el hecho de que en 2009 no hubiera ni un solo trabajador de Naciones Unidas (en cooperación) en Somalia, un país con más de décadas de conflicto permanente y que sólo sale en los periódicos cuando hay piratas de por medio.

Pero las dificultades de accesibilidad no sólo tienen que ver con la inseguridad bélica. El otro gran problema al que apuntaba el periodista Ramón Lobo es la barrera cultural a la que se enfrentan. “Llegamos a países de África queriendo imponer nuestra cultura, nuestra democracia, nuestra moral”. El ex enviado especial de la UE en los Grandes Lagos, Aldo Ajello, secundaba la opinión de Lobo: “A veces es más eficiente que un cooperante entre en los rituales de las personas a las que atiende porque es la única manera de que les hagan caso, si no respetas su cultura la ayuda no llega de forma adecuada”.

La barrera cultural tiene que ver con otro de los problemas que denunciaban desde Dara. “Los países donantes no se preocupan por la raíces de los conflictos”. Esta ignorancia está ligada con el tercer ‘talón de aquiles’ de la cooperación: la prevención.

En conflictos como el de Gaza “se podían haber evitado la muerte de miles de personas”, apuntaba Silvia Hidalgo. “Es más fácil reaccionar ante lo que ya ha sucedido, la prevención no se vende entre la opinión pública, no se valora, para los estados es un gasto de dinero que no es visible mediáticamente”, decía Aldo Ajello.

Haití es otro de los países olvidados y donde las medidas de prevención podrían ser fundamentales para evitar su desoladora situación: “Sabemos que este país es proclive a las catástrofes naturales, se tendría que invertir en reformas estructurales que permitan estar mejor preparados para un huracán, y no sólo estar allí cuando ya se han perdido miles de vidas y de infraestructuras”, decía Hidalgo.

ESPAÑA MEJORA, AUNQUE POR DEBAJO DE LA MEDIA

Los resultados del índice de respuesta humanitaria no son halagüeños, pero algunos países han hecho mejor sus deberes. Entre ellos se ubica España, que por segundo año consecutivo ha subido un puesto y ahora se encuentra en el escalón 15 de los 23 países donantes. “Lo mejor que tiene la ayuda española es que es muy equitativa y menos clientelar que otros países”, explicaba Philip Tamminga, uno de los encargados de elaborar el HRI de este año.

Francia o Estados Unidos son dos de los países cuya ayuda está más orientada a sus objetivos políticos. Mientras que los nórdicos son los que mejor mantienen la neutralidad. Noruega por primera vez desbanca a Suecia y pasa ocupar el primer puesto: “Aunque sean los primeros no llegan al sobresaliente, se quedan en el notable, pero no dejan de ser una referencia”, decía Tamminga.

Teniendo en cuenta que de los 23 países analizados el 80% no supera el ‘aprobado’, un ‘notable’ es una nota más que optimista. “Es necesario que se lleven a cabo estos índices porque son una forma de presionar a los gobiernos a mejorar sus ayudas, y sobre todo a mejorar la eficacia”. Ahora sólo falta que los estados se comprometan y no se queden en una ‘ayuda simbólica’.

"Se hubiera podido evitar la muerte de miles de personas"