jueves. 25.04.2024

Exuberantes construcciones y centelleantes pantallas de plasma de varios metros de extensión. Anuncios abrumadores e innumerables herramientas digitales de atractivo diseño. Todo lo que apareció en el Congreso mundial de la telefonía Móvil en los últimos días de febrero en Barcelona (España) reflejaba el esplendor y la constante efervescencia de una de las industrias más lucrativas del mundo.

La telefonía móvil ha revolucionado nuestras vidas en los últimos años, es cierto. Pero, ¿realmente podemos seguir llamándola telefonía móvil cuando se ha convertido en el epicentro de nuestras vida cotidiana? Una herramienta esencial a la hora de interactuar con el mundo exterior.

Hace poco más de 10 años la telefonía móvil irrumpía con la ventaja de facilitar las comunicaciones. Con ella, el individuo aceptaba transformarse en un ser disponible y localizable en todo momento y en todas partes. Algo que también tiene sus inconvenientes: la pérdida de intimidad y la conversión de los lugares públicos en conciertos de melodías paupérrimas y conversaciones indeseadas.

Ahora, la telefonía móvil podría llamarse la casa móvil. El teléfono ha pasado a un segundo plano con la integración de cámaras de alta definición, agendas, reproductores de música de gran calidad, y, sobre todo, la posibilidad de conectarse a Internet desde cualquier punto del planeta para consultar todo tipo de archivos, sitios webs y redes sociales.

Los “Smartphones” –o teléfonos inteligentes– han hecho que podamos acceder a la autopista de la información en cualquier sitio, sin la excusa de necesitar una conexión en casa o disponer de un laptop.

En el Mobile World Congress 2013 (MWC) quedó claro que estamos destinados a convertirnos en seres nómadas, siempre interesados en rentabilizar el tiempo y depender cada vez menos de lugares o instituciones físicas.

El mejor ejemplo es una de las aplicaciones que está revolucionando la industria móvil. Detrás de su nombre inglés “Contactless” (sin contacto) se esconde un nuevo esfuerzo de la telefonía por facilitar el pago en los locales comerciales (tiendas, supermercados, etc…). El celular o teléfono móvil se presenta en la caja como si fuera una tarjeta bancaria cualquiera.

El dispositivo ya está operativo en países como Francia, Gran Bretaña o Corea del Sur, aunque todavía se están realizando pruebas para mejorar su funcionamiento. Otros países proyectan lanzar este servicio próximamente.

En materia de equipamiento (o hardware), las compañías compiten por mantenerse vivas en un mundo cada vez más apremiante. El estoicismo o una exagerada confianza pueden significar un decaimiento inmediato (y si no, comprueben con el caso de la empresa Blackberry, obligada a reaccionar ante su alarmante perdida de terreno).

Samsung demostró tener la capacidad de estar presente en distintos segmentos (tablets, teléfonos, cámaras con conexión a Internet) y su mayor argumento de venta en el salón era la posibilidad de emprender varias tareas al mismo tiempo en una pantalla.

Ya no tendremos que dejar a un lado una aplicación para iniciar otra. La pantalla es, a partir de ahora, divisible, y se pueden copiar, recortar o recalcar partes de esa misma pantalla para reproducirlos o modificarlos en otro lado.

Otros fabricantes, como el japonés NEC, se armaron de ingenio para incorporar a sus productos una doble pantalla que se adapta a las necesidades del usuario y le permite tomar fotografías, ver películas, jugar a videojuegos o consultar la web según su conveniencia.

Más allá de estos avances, la telefonía móvil sigue marcada por la creación de aplicaciones que ayudan a ubicarse en el espacio, crear material audiovisual, compartir información, organizar su agenda.

Así pues, la “casa móvil” seguirá cogiendo peso en los próximos días con la ventaja de facilitarnos ciertos trámites pero, también, de consolidar esa dependencia (o adicción) a las que muchas personas se ven expuestas.

Comer en la mesa, tener una conversación tranquila con un amigo o reunirse con familiares serán acciones que seguiremos haciendo, pero cada vez más con el espectro de un teléfono –que también hace agenda-televisor-equipo de música– en la mano y de algunas interrupciones inoportunas para pagar el arriendo de la casa, hablar con el primo, o simplemente, cancelar la descarga del último tema de un cantante…

¿Hasta dónde nos llevará la telefonía móvil?