jueves. 25.04.2024

"Es el momento de apostar por un socialismo del siglo XXI"

AGNESE MARRA
Este fin de semana se reúnen los líderes del G-20 para plantear las discusiones del próximo 2 de abril en Londres. En la capital británica también se concentrarán los representantes del movimiento antiglobalización en una macro manifestación. El profesor Jaime Pastor explica a nuevatribuna.es cuál será el papel que jugarán los activistas frente a la crisis global.
NUEVATRIBUNA.ES - 13.03.2009

El próximo 2 de abril se reunirán en Londres el G-20. A este encuentro asistirán la mayoría de los jefes de Estado y de Gobierno de ese grupo de países industrializados y emergentes que discutirán medidas frente a la crisis económica. Ese mismo día en el Centro Financiero de la capital británica se llevará a cabo la manifestación bautizada como el "Día de los Inocentes de las Finanzas" (en inglés Financial Fools Day), en la que participarán representantes del movimiento antiglobalización. Nuevatribuna.es entrevista al profesor de Movimientos Sociales de la UNED, Jaime Pastor, quien explica su visión sobre estos activistas y el papel que pueden tomar ante la ya conocida como ‘crisis global’.

CRISIS Y ANTIGLOBALIZACIÓN

Nueva Tribuna-¿Cuál es el papel de los movimientos sociales ante esta crisis?
Jaime Pastor -Hay un repertorio de acciones variopinto. Las demandas principales se recogen en la Declaración de Pekín, es decir temas pragmáticos en función de las necesidades concretas de cada lugar. En el caso de Madrid sería la defensa de los servicios públicos y luchar contra la precarización laboral.

Se pueden combinar formas clásicas de acción como manifestaciones con otras más alternativas, como las acciones delante de los bancos, más visuales y mediáticas como las que planean para el G-20. Pero el trabajo a nivel local es fundamental para conseguir una amplia coalición de movimientos sociales a los que también se unan los movimientos vecinales o los grandes sindicatos.

Las redes antiglobalización necesitan mayor anclaje social y de ámbito local y estatal. La agenda es muy amplia y de lo que se trata es que los movimientos sepan combinar y fusionar escalas a la hora de emplazar a los Gobiernos y a las autoridades a adoptar medidas que realmente vayan en contra de salidas autoritarias y xenófobas de los países del norte, como por ejemplo la inmigración, las principales víctimas de la crisis.

Se trata de desafíos muy grandes pero la crisis también va a ser dura y va a ser larga. No se puede mirar a corto plazo, hay que tener una agenda de trabajo y generar una cultura óptica de buscar un consenso de trabajo en común de todos estos movimientos y al mismo tiempo de respetar a cada red temática y sus iniciativas. Hay que asumir las diferencias en términos dialógicos, no de confrontación.



N.T -¿Cuál el es el poder real y cual es el simbólico del movimiento antiglobalizacion?
J.P.-El movimiento antiglobalización ha tenido un éxito relativo al introducir nuevos temas en la agenda política de las instituciones internacionales y de la política oficial. También ha logrado una cierta deslegitimización del neoliberalismo y de la guerra global que hizo Bush con Irak. Pero es cierto que no ha pasado de esa deslegitimización ética o simbólica a una más práctica y a la consecución de objetivos significativos. El ejemplo más evidente es el impuesto Tobbin, que es una medida teóricamente muy modesta y muy limitada pero que no se ha logrado implantar, o la supresión de los paraísos fiscales. Sin embargo me parece importante el que este movimiento sea reconocido como actor político transnacional. Eso es fruto de los inicios de Seattle hasta lo sucedido el 15 Febrero de 2003- la mayor manifestación mundial contra la Guerra de Irak-. Después ha habido un reflujo de movilización pero las redes han sobrevivido. Podemos decir que no reúnen a una mayoría social mundial pero si ha minorías sociales muy reivindicativas en muchos países incluido Estados Unidos que el año pasado tuvo su primer Foro Social.



ANTIGLOBALIZACIÓN Y SOCIEDAD

N.T -Una gran mayoría desconoce el trabajo de estas redes. ¿Cómo pueden llegar mejor a la sociedad?
J.P.-El gran desafío es llegar a la televisión, ya que es lo que ve una gran mayoría. Pero sabemos que las televisiones están controladas por empresas estadounidenses o grandes compañías y canales alternativos como Al Jazzira o Telesur son controlados por Estados, por lo que tenemos muchas limitaciones.

El reto del movimiento antiglobalización es hacerse reconocer por esas grandes cadenas para mostrar que tiene una fuerza social detrás y que generan gran simpatía. En las encuestas siempre sale que el movimiento antiglobalización genera simpatía, igual que los ecologistas. Después está la esquizofrenia social de quien se considera ecologista y su coche es el que más contamina.

En una situación de crisis como la actual en la que la población declara su desconfianza ante la banca sería bueno que los medios atendieran a las voces críticas, y por otro lado estas redes deberían llevar a cabo acciones más vistosas como las de Greenpeace, aunque el objetivo no es aparecer en los medios sólo por la anécdota. Hay que dar canales de participación a las redes sociales de todo tipo. Aunque España es un país en el que el grado de participación social es uno de los más bajos de Europa.



N.T -Los jóvenes sufren la precariedad laboral, la dificultad del acceso a la vivienda, sin embargo se les acusa de escepticismo político. ¿Hay falta de implicación social entre los jóvenes, realmente es una juventud dormida y escéptica?
J.P.-Evidentemente desde los 90 hay un discurso reforzado que promovió en su momento Margaret Tatcher de ‘No hay alternativas’, eso caló en las generaciones que existían hasta entonces que crecieron en un contexto de que otro mundo no era posible, de que el socialismo había fracasado. En el 94, con el zapatismo surgió el movimiento antiglobalización y apareció una generación que se politizó sin el Síndrome del Muro de Berlín. Creo que hay una puerta abierta para volver a poner de actualidad la posibilidad de alternativas. Antes se intuía cierta frustración en una generación pero creo que ahora estamos en un punto de inflexión, todavía no hay fuerza en los movimientos sociales ni en la izquierda para hacer creíble de forma inmediata otro proyecto de sociedad, pero sí sabemos que este capitalismo no funciona y que genera cada vez más injusticias y destrucción hasta para el propio gran capital que está buscando otra salida. Por eso creo que ahora es el momento del movimiento antiglobalización y de otra izquierda para que vuelvan a poner de actualidad otro proyecto de sociedad que evidentemente no tenga como referente el bloque soviético sino que se apueste por un nuevo socialismo del sigo XXI. Es responsabilidad nuestra, de la gente que estamos en estos proyectos, de conectar con la gente de 20 a 35 años para que vean que ellos tienen que ser los protagonistas de la reconstrucción de alternativas a este capitalismo.



N.T -Los movimientos sociales actualmente se reducen al movimiento antiglobalización?
J.P.-No, lo que pasa es que se ha convertido en una especie de coalición general o de espacio común. Sin embargo el movimiento obrero está más fuera que dentro de lo antiglobalización, porque aunque haya sindicatos que vayan a los Foros Sociales, no se puede decir que lleven a cabo prácticas antineoliberales, pero igual hay que tenerlos en cuenta. El movimiento feminista está más fuera que dentro por que los antiglobalización no han reflejado la problemática feminista todo lo necesario, pero sí la apoyan. Los ecologistas quizás ahora están más dentro que fuera. Pero es importante distinguir entre los movimientos y las redes. Lo mismo pasa con el indigenismo, con el ecologismo, los movimientos nacionales o los movimientos de defensa de la sanidad o la educación. El movimiento de movimientos es un espacio abierto y lo importante es generar coaliciones críticas de esas redes con otras redes que están fuera. Hay que tener una flexibilidad en las políticas de alianzas y coaliciones para cumplir los objetivos generando sinergias o confluencias que refuerzan el mensaje.



ESPAÑA Y LOS MOVIMIENTOS SOCIALES

N.T �España no se caracteriza por movimientos sociales fuertes.
J.P.-El caso español es significativo, tiene unos índices de participación asociativa bajísima y se debe a razones históricas. Por una lado una dictadura de 40 años después de una guerra civil que destruyó al movimiento obrero. Por otro lado la transición democrática que generó una frustración participativa, en el año 79 ya se hablaba de ‘desencanto’. Después tuvimos la frustración que fue la entrada en la OTAN. Por desgracia no hay una cultura política participativa, y no ha habido un contexto favorecedor del desarrollo de políticas y organizaciones sociales que hayan conseguido objetivos parciales significativos.

Es muy distinto lo que sucede en Francia o en Portugal que tuvieron revolución. Francia tuvo un 68 fuerte, recientemente dijeron ‘No’ a la Constitución europea, hay una historia de movimiento social significativa. En España se logró la despenalización del aborto parcialmente, se reforzó el protagonismo de los partidos en detrimento del de los movimientos sociales. Pero dentro de nuestro país hay diferencias importantes como Cataluña o el País Vasco que tienen un tejido social mucho más fuerte, mientras que en Madrid el tejido social favorece más a las asociaciones culturales que a las políticas.

"Es el momento de apostar por un socialismo del siglo XXI"