martes. 16.04.2024

El Gobierno de la Comunidad de Madrid acaba de perpetrar un acto de injustificable y extraordinaria violencia: arrebatar el medio de vida a cientos de familias. Y todo ello porque previamente despilfarró en autobombo y reparto de millones de euros entre su colaboradores.

Riff Raff

En Riff Raff, excelente película de Ken Loach, un grupo de trabajadores humillados, expoliados y, finalmente, despedidos, decide quemar las instalaciones de la empresa causante de su dolor y ruina.

Estremece contemplar que en la actual España se multiplican las situaciones idénticas a las de aquella película. Centenares, miles, docenas de miles de personas de bien pierden sus empleos debido a la codicia y corrupción de unos pocos.

Y también sobrecoge pensar que ya puede ser cuestión de tiempo el día en que un grupo de trabajadores decida tomarse la justicia por su mano, encendiendo la chispa en un bosque plagado de las hojas secas sembradas por latrocinio neoliberal.

Como aseguran muchos, cuando la injusticia se ceba con las buenas gentes, cuando el latrocinio angustia la vida de hombres y mujeres honrados, la rebeldía se convierte en una obligación moral.

El caso de Telemadrid me recuerda con vehemencia la situación descrita al principio de esta columna.

Así, 829 familias honestas y trabajadoras perderán el sustento básico. Y esto no se deberá a su impericia profesional, sino a la utilización, por parte del Gobierno autonómico, del medio como arma propagandística de la anciana condesa Aguirre, así como al saqueo sistemático de este ente público. Veamos…

Una oscura historia de corrupción y despilfarro

En 2003, la condesa Aguirre arribó a la presidencia de la CCAA madrileña tras el turbio asunto del “Tamayazo”. Entonces, el número de directivos de Telemadrid solo era de 23. La “lideresa” duplicaría ese número. Actualmente, los madrileños pagamos a 46.

Y los sueldos de estos directivos resultan escandalosos: 170.000 euros/año el Director general, más del doble que el presidente del Gobierno. 136.000, el subdirector general; 128.000, el director de informativos; 126.000, el director de antena; 123.000, el director de estudios y estrategias…

Lo más sangrante es que, pese a percibir esas retribuciones, la audiencia se ha desplomado desde 2003, los ingresos por publicidad han descendido de 64 a 23 millones y la deuda se ha triplicado. Sin duda, controlar y manipular la información sale—más bien nos sale—muy caro.

Tertulianos, amiguetes y productoras

En un excelente video (Telemadrid, como destruir un servicio público), los trabajadores del ente exponen cómo el dinero público, el dinero de todos nosotros, se ha trasvasado a los bolsillos de unos pocos particulares.

Así, Sáenz de Buruaga con su productora New Atlantis (cuyo nombre no puede resultar más hortera) facturó 10 millones de euros a Telemadrid en tan solo cuatro años.

El insufrible anciano Sánchez Dragó recibió por el bodrio Dragolandia y su otro infumable pestiño Las noches blancas, la suculenta cifra de 3 millones de euros. Por no hablar de los 15 millones que percibió José Luis Garci a costa de Sangre de mayo, película encargo especial de la condesa Aguirre.

El caso del discreto Enrique Cerezo merece una mención aparte… 230 millones de euros por los derechos de retransmisión de partidos del Atlético de Madrid y la reposición de películas tostones y rancias.

Y la pléyade de arrimados, amiguetes y chupópteros parece no tener fin, esta vez en forma de “productoras”: Madrid opina, 9.500.000 euros; En persona, 500.000 euros; Territorio comanche, 7.000.000 euros; Madrid a la última, 4.000.000; Entre amigos, 1.000.000… cientos de miles de euros, millones de euros, docenas de millones de euros en programas de bajísima audiencia pero, eso sí, con el sello y firma de arrimados, amiguetes y chupóteros…

Vergüenza ajena provocan las tertulias donde los tertulianos (todos de extrema derecha y derecha) vilipendian cualquier vestigio de progreso en mitad de babosos rituales de adoración incondicional a la “lideresa”. Eso sí, cobrando 300 euros a la hora, que la prostitución intelectual siempre fue de mayor caché que la callejera.

Y no extenderé en los llamados “Borjitas”, pequeño ejército de enchufados e incompetentes sumisos quienes, comandados por Agustín de Grado, suplantan a los periodistas de verdad y conforman el “lado oscuro” cuyo objetivo se centra en manipular la información. En este sentido, ocultar los abucheos a la condesa Esperanza Aguirre o cambiar el término futbolístico “la roja” por la “rojigualda” ilustra hasta donde puede llegar la ambición, la estupidez, la codicia y el desprecio hacia los ciudadanos de bien.

¿Quosque tandem abutere patientia nostra?

Estas palabras fueron pronunciadas delante del Senado romano el 8 de noviembre de 63 a.C. De este modo, Cicerón denunció la conjura que preparaba Catilina para alzarse con el poder absoluto. Los conjurados huyeron de la ciudad, para ser derrotados al año siguiente en la batalla de Pistoya.

Así, a día de hoy, muchos parafraseamos: Quosque tándem abutere patientia nostra (¿hasta cuándo abusaréis de nuestra paciencia?).

Pregunta que a buen seguro deben formularse los 829 honestos trabajadores de Telemadrid que han perdido su medio de vida a causa del enriquecimiento injusto de unos pocos.

Me sorprende, confieso, cuantas personas soportan que les roben. Cuantos hombres y mujeres aguantan rabiosos e indignados los empujones hacia el abismo de la ruina y la depresión de manos de simples ladrones de cuello blanco. Y me pregunto… ¿hasta cuándo?

Bien sé que el miedo a la represión penal despliega una larga sombra. Pero también me pregunto: ¿vale la pena vivir arrodillado por el miedo al castigo?, ¿no resultaría más digno—por uno mismo, por los suyos, por las futuras víctimas—asumir el castigo, recuperar la dignidad y escarmentar así de vez en cuando a la horda de canallas que a diario saquea la vida, trabajo y futuro de tantos?

También conozco la mente retorcida y perversa de algunos, por lo cual he de aclarar que en modo alguno pretendo defender lo anterior, y mucho menos alentar esas conductas. Pero, lo siento, no puedo evitar que me surja repetidamente y en todo momento el interrogante… ¿hasta cuándo aguantarán pacíficamente las personas que a diario son humilladas y ofendidas?, ¿llegará el día en que los pobres desdichados que deciden suicidarse resuelvan antes llevarse por delante a algún causante de su desdicha?

Y con todas estas reflexiones amargas, al despertar hoy, tal vez desde los intrincados caminos del subconsciente, me abordó una pregunta que parafrasea al inolvidable libro de Dominique Lapierre… ¿arde Telemadrid?

¿Arde Telemadrid?
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