jueves. 28.03.2024
ebola
Flickr: Ilustración de André Carrilho

@ebarcala | Varios medios las han mostrado en sus portadas. Y ahí siguen. Algunos - como El País- rectificaron tras los miles de mensajes en las redes sociales solicitando su retirada. Otros han optado por pixelar el rostro o reencuadrar la toma, y hay incluso quienes criticaban su publicación… con un retuit de las fotos.

Es un tema menor cuando lo importante es que la paciente supere la enfermedad. Pero la publicación de varias imágenes de la primera infectada por ébola en España en su habitación del Carlos III ha provocado un debate que no siempre se produce en ocasiones similares.

Muestran a Teresa (son vanas ya las sutilezas como el uso de iniciales) monitorizada por las cámaras del hospital o a través de la ventana de su habitación, en el caso de la foto distribuida por Reuters y firmada por Andrea Comas.

La exclusiva justificada

Para el director de El Periódico, Enric Hernández, las capturas sacadas del monitor de vídeo de la habitación son relevantes en lo informativo, no han sido “robadas” y su nivel de detalle no vulneraría la intimidad. En el caso de la obtenida a través de la ventana del edificio, se ha llegado a calificar la exclusiva de “fotazo del año”.

El hecho de que la paciente o familiares cercanos hayan hablado con la prensa y que el hospital no le haya retirado el teléfono móvil justificarían (según los defensores de la publicación) una ruptura previa del ese derecho a la intimidad que invocó la infectada por ébola.

La ética y la ley

Ella lo reclamó, el hospital y las autoridades sanitarias así lo han recordado de forma constante y organizaciones profesionales de periodistas como la FAPE recogen la necesidad de “respetar la intimidad de los afectados, de su familia y de su entorno”. Por no hablar de la ética personal, como resume Ramón Lobo en los menos de 140 caracteres de un tuit: “Antes de publicar una foto piensa que es tu padre o tu madre y luego decide. En el caso de Teresa quizá no la hubiera publicado”.

Los críticos señalan, además, la posible vulneración legal de derechos y los límites que el propio informador o el medio para el que trabaja no han de traspasar, como la mercantilización o el sensacionalismo al enfrentarse a una tragedia personal.

Por desgracia, son miles los afectados por el virus en todo el mundo. Y el tratamiento que se les ha dado no ha tenido, ni de lejos, la misma respuesta crítica. Imágenes de enfermos, fallecidos, familiares o huérfanos de víctimas del ébola en África se distribuyen y reproducen sin provocar polémica alguna. Algo que Xavier Aldekoa recuerda y documenta con numerosos ejemplos en estos días.

¿Doble moral?¿Doble rasero? Bueno, es comprensible la implicación emocional y la alarma cuando la amenaza llega al entorno más cercano. Lo cierto es que las fotos y el virus nos enfrentan a nuestras contradicciones, igual que nos golpea y desarma la ilustración de André Carrilho sobre la atención prestada en función de si los afectados son “ellos” o somos “nosotros”.

Las fotos y el virus