jueves. 28.03.2024

Los brotes de cólera, sarampión y meningitis son comunes en entornos de escasos recursos a pesar de la disponibilidad de vacunas asequibles y eficientes. Los picos estacionales de la malaria no se registran ni notifican y por lo tanto la respuesta sigue siendo insuficiente. Además, recientemente se han producido brotes de enfermedades menos conocidas –como el dengue, el zika y el chikunguña– en países y regiones donde hasta ahora no estaban presentes. Todas estas epidemias podrían desatarse o empeorar en 2016 y tenemos que estar preparados para combatirlas. Para ello, es necesario identificar y abordar las necesidades de vacunación de forma preventiva, reforzar la vigilancia, adaptar las respuestas para superar los modelos de talla única (que no suelen dar los frutos esperados), y priorizar las iniciativas de investigación y desarrollo (I+D) de pruebas diagnósticas y tratamientos. A continuación presentamos algunas recomendaciones de Médicos Sin Fronteras (MSF), basadas en su experiencia en el terreno. 

En 2014, MSF trató a 46.900 enfermos de cólera en 16 brotes que afectaron a seis países: Camerún, República Democrática del Congo (RDC), Haití, Níger, Nigeria y Sudán del Sur

CÓLERA

El cólera es una infección gastrointestinal causada por una bacteria, que provoca diarrea acuosa aguda y vómitos, lo que puede conducir a una deshidratación grave e incluso la muerte en cuestión de horas si el enfermo no recibe tratamiento. El cólera se transmite a través del agua o los alimentos contaminados, o por contacto directo con superficies contaminadas. Esta infección resulta más común en entornos densamente poblados con instalaciones sanitarias deficientes y donde el suministro de agua no está asegurado. Las poblaciones más amenazadas son las personas desplazadas, los habitantes de zonas carentes de infraestructuras básicas, y quienes viven en zonas donde los servicios han quedado interrumpidos debido a conflictos. Los brotes de cólera son predecibles y pueden prevenirse y tratarse. Por desgracia, en varios de los países más afectados no se satisfacen las necesidades básicas, la preparación resulta insuficiente y la respuesta a los brotes es a la vez tardía e inadecuada.

Tan pronto como se sospecha la aparición de un brote, los pacientes reciben tratamiento en centros donde se toman todas las precauciones necesarias para el control de infecciones, con el fin de evitar una mayor propagación de la enfermedad. Para ello deben aplicarse medidas de higiene rigurosas y se necesitan grandes volúmenes de agua potable (por ejemplo, actividades de cloración de agua).

Además de estas medidas, la vacuna oral contra el cólera reduce su propagación. Sin embargo, su uso está restringido debido a su escasez, y actualmente se utiliza principalmente en respuesta a epidemias o como medida preventiva en situaciones de alto riesgo, como en los campos de desplazados. En 2013 se creó una reserva de vacunas gestionada por el Grupo Internacional de Coordinación (ICG), con el objetivo de maximizar el impacto de las dosis disponibles. Los países que deseen utilizarla para prevenir brotes en zonas de alto riesgo tienen que presentar sus propuestas al ICG, donde un grupo de expertos las evalúa y, en caso necesario, media entre las diferentes peticiones.

La escasez de vacunas significa que los países y las organizaciones humanitarias no pueden vacunar a grandes poblaciones como parte de una estrategia de prevención general en los países donde el cólera es endémico, en zonas de riesgo específicas o cuando se enfrentan a un brote epidémico. Así ocurrió por ejemplo en 2015 durante el brote de cólera en Yuba (capital de Sudán del Sur), cuya población estimada supera el medio millón de personas; para ayudar a reducir la propagación, MSF lanzó una campaña de vacunación en coordinación con el Ministerio de Salud, pero por desgracia el número de dosis disponibles no fue suficiente para cubrir a toda la población en riesgo. Como resultado, MSF, en colaboración con el Ministerio, optó por una campaña de vacunación mediante una sola dosis (en lugar de las dos habituales), y concentrada en las áreas con mayor tasa de transmisión.

En 2014, MSF trató a 46.900 enfermos de cólera en 16 brotes que afectaron a seis países: Camerún, República Democrática del Congo (RDC), Haití, Níger, Nigeria y Sudán del Sur.

En 2014, MSF proporcionó tratamiento a más de 2,1 millones de enfermos de malaria, y administró quimioprevención de la malaria estacional a más de 750.000 niños menores de 5 años

MALARIA

La malaria es una enfermedad transmitida por mosquitos infectados, y en casos graves puede ocasionar daños multiorgánicos y provocar la muerte si no se recibe tratamiento. De media, aunque solo dos de cada 100 casos de paludismo son resultado de epidemias, una de cada cuatro muertes se relaciona con estos brotes. Aunque el número total de casos en todo el mundo está disminuyendo gracias al éxito de las iniciativas de control y eliminación, todavía se producen picos estacionales abruptos y epidemias inesperados con altas tasas de mortalidad. Además, actualmente nos enfrentamos a la amenaza de la aparición de resistencias a los medicamentos antimaláricos y a los insecticidas.

Los desplazamientos de población, el calentamiento global y las lagunas en las estrategias de control y eliminación se han traducido en aumentos localizados de los casos de malaria. En los países o zonas con transmisión continua resulta extremadamente difícil identificar un brote. Las insuficientes medidas de vigilancia y la falta de mecanismos operativos de alerta provocan que no se detecte si un pico estacional es más elevado de lo normal, y la respuesta no se despliega a tiempo. En consecuencia, los pacientes no reciben tratamiento en el momento oportuno, y aumenta el número de muertes en la comunidad.

En 2014 y 2015, los picos estacionales inesperadamente altos de malaria en RDC y Chad se tradujeron en una elevada mortalidad en las comunidades. En estos países no estaba garantizada la atención médica gratuita y en las zonas rurales remotas no se disponía de las pruebas diagnósticas y los medicamentos esenciales para salvar la vida a los enfermos.

En 2014, MSF proporcionó tratamiento a más de 2,1 millones de enfermos de malaria, y administró quimioprevención de la malaria estacional a más de 750.000 niños menores de 5 años. MSF también respondió a las emergencias provocadas por la malaria en RDC y Chad.

En 2014, MSF trató a 33.700 pacientes con sarampión y vacunó a más de 1,5 millones de personas en respuesta a brotes epidémicos

SARAMPIÓN

El sarampión es una enfermedad vírica altamente contagiosa para la que no existe tratamiento específico. En los países de renta elevada, la mayoría de las personas infectadas se recuperan en un plazo de entre dos y tres semanas, y las tasas de mortalidad son bajas. En los países pobres, sin embargo, la tasa de mortalidad puede ser de entre el 3 y el 15%, llegando al 20% en brotes epidémicos y en zonas de más vulnerabilidad. La muerte suele deberse a complicaciones como diarrea, deshidratación, infección respiratoria grave o encefalitis (inflamación del cerebro). Los niños con sarampión son más propensos a sufrir desnutrición y contraer otras infecciones, como la neumonía o la malaria.

Existe una vacuna segura y barata que ofrece un alto nivel de protección contra el sarampión, pero la cobertura en muchos países sigue siendo insuficiente, y actualmente la enfermedad está resurgiendo en todo el mundo. Si bien el número de casos y muertes relacionadas ha disminuido drásticamente en las últimas décadas gracias a la introducción de la vacuna mediante los Programas Ampliados de Inmunización (PAI), el énfasis otorgado a las actividades preventivas regulares trae a veces como contrapartida una menor respuesta a los brotes epidémicos: al no ser tan prioritarios, los sistemas de salud pierden capacidad para prevenirlos o frenarlos.

Con frecuencia se producen retrasos en la identificación y la declaración de un brote y en la activación de las medidas de control: en consecuencia la respuesta a brotes suele ser tardía y demasiado genérica. Debe reevaluarse la actual estrategia de vacunar a grupos de edad específicos, con el fin de maximizar el impacto de las campañas reactivas. También debe replantearse la respuesta a brotes epidémicos, para ser más creativos y superar unos planteamientos actuales demasiado dogmáticos.

En 2014, MSF trató a 33.700 pacientes con sarampión y vacunó a más de 1,5 millones de personas en respuesta a brotes epidémicos.

La meningitis existe en todo el mundo, pero la mayoría de las infecciones y muertes se registran en África, en particular a lo largo del cinturón de la meningitis, una franja geográfica que atraviesa el continente de este a oeste, desde Etiopía hasta Senegal

MENINGITIS

La meningitis es una afección caracterizada por la inflamación de las meninges, las membranas que rodean el cerebro y la médula espinal. En la mayoría de los casos es provocada por una infección, ya sea bacteriana, viral o micótica. La meningitis existe en todo el mundo, pero la mayoría de las infecciones y muertes se registran en África, en particular a lo largo del cinturón de la meningitis, una franja geográfica que atraviesa el continente de este a oeste, desde Etiopía hasta Senegal. En esta zona, la mayoría de las epidemias se deben al meningococo A; existe una nueva vacuna contra esta cepa que protege durante al menos 10 años, e incluso impide que los portadores sanos transmitan la infección. En consecuencia se han realizado grandes campañas de vacunación preventiva, que han logrado reducir el número de casos y la probabilidad de brotes de meningitis A.

Sin embargo, en 2016 podría declararse un gran número de brotes de otras cepas de meningitis a lo largo del cinturón. En 2013 se registraron pequeños brotes de otras cepas en Nigeria y Burkina Faso, y ha aumentado gradualmente el número de casos de meningitis C. No existen suficientes dosis de la vacuna contra el meningococo C, y en todo caso es demasiado cara y su producción no está aumentando2.

VIRUS Y PARÁSITOS EMERGENTES Y REEMERGENTES

En 2014 MSF trató a 4.700 pacientes de Ébola, 1.700 pacientes de chikunguña y 9.500 pacientes de kala azar, incluyendo la respuesta a un brote en Sudán del Sur

A lo largo de 2015 se han registrado brotes de dengue, chikunguña, zika, síndrome respiratorio de Oriente Medio (SROM) y fiebres hemorrágicas. Aunque las cifras actuales de fallecidos a causa de estos brotes no resultan especialmente elevadas (con la excepción del Ébola), el número de casos va en aumento y los brotes de dengue, zika y chikunguña se han extendido a nuevos países y áreas geográficas. Aunque no todos presentan tasas de mortalidad elevadas, sí resultan dolorosos e incapacitantes, lo que significa que las personas afectadas no pueden trabajar o estudiar. Actualmente no se dispone de métodos de diagnóstico, medidas preventivas o tratamientos que resulten fiables y fáciles de usar.

También están volviendo a aumentar las infecciones parasitarias como la leishmaniasis visceral (kala azar), que hasta ahora se mantenían bajo control. Esto se debe a varias razones: personas que se desplazan desde o hacia las zonas donde estas enfermedades son endémicas; cambios climáticos que pueden provocar la proliferación de los vectores; y el estallido de conflictos que pueden dar lugar a la interrupción de los servicios sanitarios y al colapso de los programas de control.

En 2014 MSF trató a 4.700 pacientes de Ébola, 1.700 pacientes de chikunguña y 9.500 pacientes de kala azar, incluyendo la respuesta a un brote en Sudán del Sur. 

Cinco amenazas para la salud que podrían convertirse en epidemias