jueves. 28.03.2024
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Aprendí que el coraje no es la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él. El hombre valiente no es el que no siente miedo, sino el que conquista ese temor”. Esto decía Nelson Mandela

La reacción de algunos dirigentes de IU, vinculando los resultados en las elecciones andaluzas a nuestra presencia en el gobierno, revela que en IU es más fácil actuar con miedo que con coraje

El análisis estaba cantado. La culpa fue del cha-cha-cha. La  decisión de IUCA de poner condiciones a su continuidad en el gobierno andaluz, que sirvió de excusa a la presidenta para precipitar la convocatoria electoral, se ha revelado como la razón más poderosa para justificar un resultado. Una triste y disparatada conclusión que echa por tierra un gran trabajo de gestión como actores principales de un gobierno, y que devuelve a IU, una vez más, al escenario del miedo, en lugar de enfrentar el futuro con decisión y coraje.

IUCA ha perdido 163.500 votos y 7 diputados/as. Hemos mantenido el grupo parlamentario. Su campaña ha sido digna y la presencia del candidato en los debates públicos y en los medios de comunicación,  bien calificada. Por  tanto, se darían las condiciones para una reflexión crítica de lo sucedido, sin necesidad de recurrir a la conclusión fácil, aquella que sirve para forzar consensos internos, pero no para desafiar el futuro escudriñando la realidad. Después de las elecciones europeas fuimos vampirizados por el fenómeno Podemos, ajustamos nuestra agenda a sus ocurrencias y elegimos candidatos para lograr un acercamiento. Tras las elecciones andaluzas, vuelve el miedo escénico: “esto nos pasa por gobernar…”. Me temo que también en este oficio, el aggiornamento de Podemos es tan raudo como conservadora nuestra conducta.

LA REIVINDICACIÓN DEL GOBIERNO

Aprendí que el coraje no es la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él. El hombre valiente no es el que no siente miedo, sino el que conquista ese temor”. Esto decía Nelson Mandela. La candidata del PSOE en las elecciones andaluzas, que ha elevado el sentido de la demagogia y el populismo hasta el paroxismo (“yo soy Andalucía”), ha obtenido un indiscutible éxito electoral en un contexto de evidente dificultad, y lo ha hecho con una mochila cargada de gestión de gobierno, sin que nada ni nadie le disputara ese haber. Se ha presentado ante las andaluzas y andaluces como una dirigente indignada por la corrupción, con descarados guiños al discurso antipartido –ella estaba por encima de las peleas partidarias-, encantada de entender España, y sobre todo “al servicio de Andalucía y sus gentes, lo único importante”. Pero lo ha hecho como presidenta de Andalucía, la líder de un gobierno cuyas políticas reivindicó frente a la austeridad y los recortes del gobierno de Mariano Rajoy. Hábil maniobra.

En este territorio, la campaña de IUCA evolucionó de forma errática. Y lo que es peor, transmitimos la sensación de que nuestra experiencia de gobierno (a mi juicio, digna, eficaz y provechosa) debía ser pronto olvidada. Pareciera que estuviéramos arrepentidos de haber gobernado. Nadie se ha preguntado si además de a Podemos, una parte de nuestro electorado se nos ha ido al PSOE. En un tiempo convulso, azotado por la crisis, con las políticas públicas sometidas al chantaje de los mercados, fuimos capaces de imprimir un rumbo a la acción de gobierno valorado por propios y ajenos. No en vano, la mejor intención de voto de IUCA en el último periodo llegó con nuestra presencia en el gobierno, incluso cuando Podemos era ya una realidad incuestionable.

Tan es así, que ahora que nosotros confundimos radicalidad con conservadurismo y mostramos arrepentimiento por el pecado de gobernar, en Podemos se preparan justo para lo contrario. Los tiempos cambian aceleradamente y tantos gestos de complicidad con Podemos (nunca correspondidos) pueden pillarnos con el pie cambiado. Siempre he repetido, que el proyecto de IU tiene un déficit de credibilidad ante las trabajadoras y ciudadanos: nuestra capacidad para gobernar. Somos activos en la reivindicación y la movilización. Será difícil encontrar un conflicto, una lucha, una movilización en la que no esté IU. Pero lo somos menos cuando se trata de traducir en acción institucional y de gobierno la voz de la calle. Y el gobierno andaluz demostró que estamos en condiciones de hacerlo.

Ya está bien de hacer política con la agenda de otros. Hemos tratado con guante de seda a quien ha venido a la política para debilitar y dividir a la izquierda. Hemos sido incapaces de reivindicar con lucidez y orgullo el proyecto de IU. Nos hemos contagiado del lenguaje del nuevo populismo (los de arriba y los de abajo, la casta, la unidad popular, la ciudadanía frente a los partidos…) y creo que algunas categorías del discurso político siguen teniendo plena vigencia. Me refiero al conflicto social, a la disputa por el reparto justo de la riqueza en la empresa y en la sociedad, a las clases sociales, a los derechos civiles y democráticos, al ecologismo político, a la fiscalidad, a las políticas públicas, a la mejora del estado de bienestar, al programa para la economía y el empleo. Venimos de la mejor tradición del movimiento obrero, somos una izquierda abierta a los cambios que demanda la nueva sociedad. Pero no es necesario para ello, acariciar la extravagancia y el populismo.

¿Esto nos pasa por gobernar?