jueves. 25.04.2024
carorlrlina

Sirva su proeza como señal de aliento y brújula para los "mundiales" cotidianos que nos toca afrontar este otoño

Son muchos los méritos de la joven onubense, nueva reina en un deporte cuyo trono ha sido ocupado solo por asiáticas desde 1999. Primero, el de dedicar su vida a un deporte minoritario (menos de 7.000 licencias en España frente a 100 millones en China) y alejado de la atención mediática. Segundo, el de progresar de manera vertiginosa desde Londres’12 (tempranamente eliminada por Xuerui Li, la misma jugadora a la que venció este domingo en la final de Copenhague)- a Kazan’14 (campeona de Europa). Tercero, su tenacidad, su dedicación casi monástica a un deporte que se juega en los colegios y en la playa... y poco más. Constancia, fe, hambre de victoria... mezclado con un talento y una constitución física especiales. No es una deportista-prodigio, pero prodigiosa es su actitud. Cuarto, su coraje para ir superando rondas y para dar la vuelta a una final que se había puesto en contra. Las remontadas son muy españolas. Carolina es una de las nuestras.



Y quinto, su voluntad de compartir el éxito. «Lo que hago no es mío, es de todos. Las victorias no me pertenecen, son de todo el bádminton español», ha dicho, emulando a Rafa Nadal, uno de sus ídolos. Ella también es zurda, y eso incomoda a las rivales, dificulta su juego. Ella también se tiró al suelo y lloró tras lograr una victoria épica que arrancó la emoción de miles de espectadores neófitos en este deporte éxotico que, gracias al trabajo de la Federación en categorías inferiores y al deslumbrante éxito de la jugadora andaluza, ojalá se convierta en tendencia (no solo en las redes sociales).

Carolina Marín, Mireia Belmonte, Ona Carbonell, Marina Alabau, Lidia Valentín... El deporte femenino español puja cada vez más alto, destaca en individual y por equipos. Están en la élite mundial por méritos propios, sin apenas ayudas. Con sus gestas vibrantes hacen afición, y no les vendrían mal apoyos concretos -fondos públicos, patrocinadores públicos o privados- para progresar aún más. Porque están en el ecuador del ciclo olímpico, y queda aún lo más difícil. Dos años de esfuerzo por delante para estar a punto en el día D a la hora H, es decir, cuando se inicie la competición en Rio’16. Y eso es lo que quiere Carolina. Estar al cien por cien para conquistar el oro olímpico.

Muchas lecciones pueden extraerse de su gesta, que ha sorprendido a millones de españoles en las horas previas al regreso a la rutina. Quizá sus primeras palabras -tras conquistar el cetro mundial del bádminton- sean un buen estímulo para encarar con ánimo renovado las adversidades que nos presenta este otoño, tan incierto como todos los otoños: «Mi entrenador me dijo que, si quería la medalla, había que luchar hasta el final, y eso es lo que hice».

Carolina Marín simboliza lo mejor de nuestro deporte. Lo mejor de nosotros. Sirva su proeza como señal de aliento y brújula para los mundiales cotidianos que nos toca afrontar.

Carolina Marín, siguiendo el ejemplo de Rafa Nadal