viernes. 29.03.2024
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Robert Mugabe, el primero y único presidente de Zimbabwe en sus 37 años de vida como estado independiente, sale de la historia por la puerta de atrás, desde un cuarto oscuro y miserable, tras arruinar y envilecer al país que lo convirtió en héroe

Ha caído la penúltima dictadura africana. Ha nacido la penúltima dictadura africana. Así pueden resumirse dos semanas de una ópera bufa con trasfondo de sangre y miseria que denigra un poco más la maltratada imagen del continente.

Robert Mugabe, el primero y único presidente de Zimbabwe en sus 37 años de vida como estado independiente, sale de la historia por la puerta de atrás, desde un cuarto oscuro y miserable, tras arruinar y envilecer al país que lo convirtió en héroe (1).

A pesar de la alegría en las calles y las celebraciones de una población hasta cierto punto sorprendida por la aceleración de la crisis, hay pocos motivos para la esperanza, al menos inmediata. La dictadura no ha caído como resultado de una revuelta popular. Ni siquiera por efecto de una presión social con apoyo internacional. Se ha tratado, lisa y llanamente, de un golpe palaciego, de un ajuste de cuentas entre facciones, todas con las manos manchadas de sangre y los bolsillos bien llenos.

Las referencias zoológicas del título de este comentario están extraídas del vocabulario político y socio-periodístico local: la lucha por el poder en Zimbabwe, en esta fase terminal del régimen mugabiano, ha sido bastante animal.

UNA AMBICIOSA PRESUMIDA Y SU INSECTO PREFERIDO

Grace_Mugabe_La segunda mujer del depuesto dictador, Grace, es cuarenta años más joven que el nonagenario Mugabe. Una mecanógrafa ambiciosa sedujo al líder mientras la primera dama agonizaba de cáncer, permaneció pacientemente a su lado hasta consolidar sus aspiraciones de mando absoluto, se forjó una base social entre mujeres y jóvenes del partido gobernante y cortejó a la nueva generación de tecnócratas impacientes por heredar los beneficios del poder.

Cuando el anciano empezó a renquear y el cáncer lo atrapó, hizo de acompañante en sus viajes hospitalarios, con especial asiduidad en Singapur. Mugabe se sometía a tratamiento, mientras Grace se iba de tiendas. De tiendas caras. Entonces es cuando se ganó el apodo de Gucci Grace.

A la primera dama de segunda generación le sobraba ambición, pero le faltaba cabeza. Así que apañó una alianza con uno de los más listos del corral, Jonathan Moyo, destinado a ser uno de los herederos del gran jefe. Moyo había forjado una alianza con el segundo del Estado, Emmerson Mnangagwa, para acelerar la transición y jubilar al viejo dinosaurio. Pero su secuaz lo traicionó cuando se creyó con suficiente fuerza para ser el único sucesor con garantías (2).

El maniobrero Mnangagwa es un curtido muñidor de sanguinarias rectificaciones del régimen. Desde su puesto al frente de los servicios de inteligencia ha supervisado la lista de adversarios y caídos en desgracia con una frialdad espeluznante, que le valió el apodo de cocodrilo, que a él parecía complacerle. Sus lazos con los militares y, sobre todo, con los veteranos guerrilleros del movimiento de liberación, reforzaron sus opciones de futuro (3). Pero no pudo evitar la amplitud de las conspiraciones de alcoba.

La ambiciosa Grace acogió al engañado Moyo y le prometió un lugar junto a ella en su futuro trono si le organizaba esa legión de jóvenes, mujeres, técnicos y modernos visionarios. A ello se entregó el joven político con tanta paciencia y determinación, que el propio Mugabe le dedicó el epíteto de gorgojo, un insecto que devora el grano.

El anciano líder ya chocheaba notoriamente, así que reforzó la apuesta por su esposa, convencido de que los políticos, militares y guerrilleros veteranos de su generación estaban tan amortizados como él.

La vieja generación no se resignó a este revés de la fortuna y se entabló la fase final de una pugna a muerte entre las dos facciones, con sus respectivos aliados detrás. Grace y Moyo no estaban seguros de la solidez de sus posiciones y decidieron sorprender a sus rivales con un movimiento sorpresa. Camelaron a Mugabe para que destituyera al número dos, Mnangagwa, que puso pies en polvorosa, para preparar el contraataque desde sus plataformas de apoyo en Suráfrica y Mozambique.

EL REFLEJO DEFENSIVO DEL VIEJO RÉGIMEN

La mafia en la que se ha convertido Zimbabwe ha asistido a una guerra de familias, y se ha impuesto la más tradicional, la que tenía más que perder

Con lo que no contaban los descuidados líderes de la nueva generación era con la capacidad de resistencia del viejo régimen. El cocodrilo había acordado una transición pactada con el Ejército, que blindara los privilegios adquiridos estas décadas, en la que también quedarían incluidos los veteranos de la guerra patriótica.

El cocodrilo mordió con la dentadura prestada de los militares. Apresó entre sus fauces al dictador y lo sometió a una negociación de su propia muerte política, generosa en la forma, pero humillante en el fondo. Mugabe se resistió unos días, quizás esperando que los soldados más jóvenes se alinearan con la facción de su desventurada esposa, retenida en paradero desconocido y presentada ante el país y el mundo como la verdadera responsable de las desgracias de Zimbabwe.

Lo que no había conseguido la oposición, las organizaciones sindicales contestatarias o las asociaciones cívicas, es decir, la eliminación del dinosaurio, lo protagonizaron los propios exponentes del régimen. La mafia en la que se ha convertido Zimbabwe ha asistido a una guerra de familias, y se ha impuesto la más tradicional, la que tenía más que perder (4).

China fue el sostén principal del ZANU-PF de Mugabe en la lucha por la hegemonía durante la guerra de liberación, que lo enfrentó a muerte contra el ZAPU de Joshua Nkomo, el otro mítico líder guerrillero. Y, conociendo sus maneras, Pekín tratará de mantener sus intereses en el país, pese a la ruina en que se encuentra. Pero se dice que Mnangagwa ha cultivado relaciones con gobiernos extranjeros, instituciones financieras internacionales y otros centros de poder mundial para orquestar un lavado del régimen. O sea, un mugabismo sin Mugabe. La democracia no está en el horizonte inmediato, como sostiene un diplomático norteamericano experimentado en África (5).

No debe sorprendernos que Occidente se avenga a esta operación de reciclaje. No en vano, los crímenes, abusos y excesos del régimen de Mugabe han servido de anestesia y olvido de las perversiones colonialistas. El recuerdo de la vergonzosa actuación de Gran Bretaña y la historia de la vieja Rhodesia es una lectura de gran utilidad estos días, como nos recuerda el veterano periodista James North (6).

El cocodrilo ha ganado al gorgojo y a la presumida arribista en la eliminación del dinosaurio. Pero más temprano que tarde el natural recambio generacional tendrá que producirse. Con estos protagonistas del zoo o con otros. La resolución de la crisis parece temporal o transitoria.


NOTAS

(1) “How Mugabe Ruined Zimbabwe”. THE ECONOMIST, 26 de febrero.
(2) “Behind the Rapid Mugabe’s Fall: a Fired, a Feud and a First Lady”. NORIMITSU ONISHI. THE NEW YORK TIMES, 19 de noviembre.
(3) “A Strongman Nicknamed Crocodile is Poised to Replace Mugabe”. KIMIKO DE FREITAS-TAMURA. THE NEW YORK TIMES, 16 de noviembre.
(4) “Why Zimbabwe’s Military Abandoned Mugabe. PHILIP MARTIN. FOREIGN AFFAIRS, 17 de noviembre.
(5) “Robert Mugabe and the poisonous legacy of the Bitish Colonialism”. JAMES NORTH. THE NATION, 21 de noviembre
(6) “Mugabe is gone, but Zimbabwe’s Dictatorship Will Remain”. JOHN CAMPBELL. FOREIGN AFFAIRS, 17 de noviembre

Zimbabwe: El cocodrilo tumba al dinosaurio