viernes. 19.04.2024
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Se trata de una vergüenza internacional que ha merecido una atención muy escasa en proporción a los daños ocasionados y a la infamia que la sostiene

La guerra de Yemen ha provocado más de cinco mil muertos, decenas de miles de heridos y mutilados y un número aún superior de desplazados. Un 80% de la población está privada de acceso a recursos básicos. Se trata de una vergüenza internacional que ha merecido una atención muy escasa en proporción a los daños ocasionados y a la infamia que la sostiene.

Arabia Saudí y sus vecinos lanzaron una operación de castigo que creyeron iba a ser corta y exitosa. Pretendía reponer en su puesto al derrocado Presidente Hadi, sunní, que había sido expulsado del poder por una forzada coalición compuesta por milicianos de la minoría houthi, de confesión shií, apoyados por Irán, y tropas leales al anterior Presidente, el ex-dictador Alí Saleh, en su día aliado de Washington en la lucha contra Al Qaeda, y luego caído en desgracia tras el movimiento de contestación de la 'primavera árabe' (1).

Los dos bandos son responsables de crímenes y abusos injustificados. Pero son 'nuestros' aliados saudíes los que han cometido las peores atrocidades, porque tienen medios materiales y capacidad militar para hacerlo. Para mayor escarnio, en su propósito, la familia real saudí ha acudido a aliados locales que dice tener por enemigos, grupos vinculados a Al Qaeda o a otros núcleos islamistas radicales, como ha denunciado el Wilson Center (2).

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Los informes y denuncias de la ONU y de las organizaciones humanitarias presentes en Yemen son contundentes.  La aviación de los saudíes y aliados, con el invaluable suministro norteamericano de datos de inteligencia, ha machacado de forma indiscriminada núcleos de población civil; se ha impedido a las organizaciones humanitarias, el acceso y reparto de ayuda en zonas de gran necesidad; se ha bloqueado el suministro adicional y vital de ayuda humanitaria (alimentos, medicinas, combustible y otro material de ayuda) mediante el bloqueo naval de los puertos de Aden y Al Hudaydah; se ha permitido, cuando no alentado, (por ambos bandos) el reclutamiento de niños para reforzar las milicias. En definitiva, un sufrimiento humano, que, en palabras del Coordinador de Ayuda Humanitaria de la ONU, Stephen O'Brien, resulta "casi incomprensible" (3).

Otro aspecto desgarrador es el daño al patrimonio histórico-artístico. El mundo conoce la infame destrucción que el Daesh ha protagonizado en Palmira, pero se habla mucho menos de los destrozos provocados en Yemen, en su mayor parte por los bombardeos de la coalición saudí. Una treintena de edificios históricos y lugares de gran valor arqueológico han sido destruidos (4).

PERSPECTIVAS DE NEGOCIACIÓN

Hasta hace pocos días, el exiliado Presidente Hadi se había resistido a participar en las negociaciones de paz auspiciadas por las Naciones Unidas. Es muy posible que las presiones diplomáticas hayan doblegado la resistencia de los saudíes y su protegido se haya tenido que avenir al diálogo, de buena o mala gana.

En todo caso, el éxito de las negociaciones diplomáticas está lejos de estar garantizado. Es muy probable que la coalición regional encabezada por Riad pretenda imponer condiciones duras, tras el relativo éxito de sus operaciones militares el pasado verano tras la captura de Aden. Uno de los obstáculos más importantes puede residir en la depuración de responsabilidades por la campaña militar. Si las potencias exigen que se lleve a cabo una investigación independiente y seria, es probable que los saudíes se levanten de la mesa.

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Y, sin embargo, sería un bochorno que, pretextando el éxito de las gestiones diplomáticas, se haga tabla rasa de lo sucedido. De momento, los saudíes han desplegado una intensa actividad diplomática, en Nueva York y en Ginebra, para sacudirse las críticas y denuncias por su comportamiento. Anunciaron al final del verano que financiarían el coste de la operación humanitaria diseñada por la ONU, pero han ido dilatando la entrega del dinero, después de que se les recordara que resulta contrario a las normas internacionales que uno de los bandos en disputa pretenda controlar el proceso de ayuda a las poblaciones afectadas.

LA RESPONSABILIDAD DE ESTADOS UNIDOS

Este juego de compensaciones para mantener el equilibrio estratégico en Oriente Medio puede gravar penosamente uno de los principales logros de Obama en la escena internacional

La implicación de los norteamericanos es incómoda. Se han visto obligados a respaldar a los saudíes, aunque no pocos representantes de la administración admiten en privado su repugnancia por una operación militar que la ONU considera merecedora de una investigación por posible actuación criminal.

La administración Obama no ha creído conveniente desairar a los saudíes en Yemen, donde ellos creen estar combatiendo por la supremacía regional frente al desafío iraní, después de la fractura ocasionada por el acuerdo nuclear con el régimen de los ayatollahs, que nunca gustó a las conservadoras monarquía petroleras.

Este juego de compensaciones para mantener el equilibrio estratégico en Oriente Medio puede gravar penosamente uno de los principales logros de Obama en la escena internacional. Pronto lo veremos en el caso de Israel. En este caso, el deterioro de unas relaciones consideradas "indestructibles" ha ofrecido un flanco político débil al presidente, que sus adversarios han explotado con un cinismo descarado. Ahora, cerrado el acuerdo con Irán, es inminente la confirmación de un inmenso paquete de cooperación militar entre Estados Unidos e Israel, que puede anunciarse durante la próxima visita de Netanyahu a Washington.

Esta dinámica de responsabilidades y obligaciones norteamericanas condiciona pesadamente la resolución de la guerra de Yemen. Es cierto que Washington ha expresado su preocupación a Riad por el desarrollo de la operación bélica y ha instado a que se entablen negociaciones con los 'rebeldes houthi' y su aliado Saleh. Pero la presión ha sido suave y discreta para no ahondar más la herida.

Una vez más, el doble rasero para medir la conducta de los Estados desvela la hipocresía de los aparatos de Estado internacionales, que secundan buena parte de los medios. Mientras se vitupera a Rusia por su apoyo al régimen sirio y se denuncia con profusión la crueldad con la que éste actúa contra su propia población, se mantiene una tolerancia escandalosa hacia las monarquías petroleras del Golfo, principales responsables de la carnicería en Yemen.

Este comportamiento dúplice para enjuiciar conductas y adoptar las medidas oportunas es tan antiguo como la propia existencia de los Estados, pero se exhibe con vigor renovado cada vez que resulta necesario para blindar intereses supuestamente comunes.


(1) Para una documentación bien apoyada con gráficos y referencias históricas, resulta muy útil el trabajo "Maps the Yemen Conflict", en la página web del EUROPEAN COUNCIL OF FOREIGN RELATIONS (http://www.ecfr.eu/)

(2) "Saudi Arabia 'Terrorists Allies' in Yemen". DAVID B. OTTAWAY. WOODROW WILSON CENTER. MIDDLE EAST PROGRAM. Agosto 2015.

(3) Dos esclarecedores artículos sobre la responsabilidad saudí en FOREIGN POLICY: "As Air War Intensifies, Saudi Arabia Launches Charm Offensive Before U.N. Summit" (23 de septiembre) y "The Human Carnage of Saudi Arabia'War" (26 de agosto).

(4) LE MONDE, 23 de agosto.

Yemen: La masacre Saudí y el doble rasero occidental