viernes. 29.03.2024
trump

La decisión de atacar al régimen de Siria, por primera vez desde el comienzo de la guerra en 2011, supone un cambio en la política observada por Estados Unidos hasta la fecha. Trump no sólo rompe con Obama sino consigo mismo, con sus declaraciones, sus planes y su retórica. ¿Estamos a un giro permanente o más profundo? Cuestión imposible de contestar en una administración como la presente. 

No obstante, se pueden presentar las siguientes consideraciones básicas, a esta hora:

1) Trump actúa y luego piensa. O mejor dicho, piensan sus asesores y colaboradores. En este asunto y en otros más sensibles y menos sensibles. No es descartable que otro cambio de humor o el agotamiento del efecto emocional (los niños agonizantes en el hospital sirio) lo devuelvan a posiciones más cínicas.

2) Los militares marcan el paso. Los asesores en quienes Trump parece haber puesto el control de la crisis son el Consejero de Seguridad, Mc Masters, y el ministro de Defensa, Mattis. Los dos son militares. Al peculiar aislacionista Trump le va la marcha militar, así que nada que pueda sorprender.

3) Los diplomáticos brilla(rá)n por su ausencia. Ni el Secretario de Estado, Tillerson, ni  la embajadora en la ONU, Haley, lo son. Ni se espera de ellos gran protagonismo. El primero es un hombre de negocios; la segunda, una política sureña de origen indio, con ambiciones. El número dos de Obama en el Departamento de Estado, Anthony Blinken, ha respaldo la lluvia de Tomahawks, pero pide ahora “una diplomacia inteligente”. No es probable que ocurra.

4) Los aliados europeos respaldan el ataque. París y Londres han apoyado la decisión de Trump, aunque los franceses con lenguaje más medido. Pero si este método unilateral muy del gusto del actual inquilino de la Casa Blanca continúa, aparecerán grietas. Trump desprecia a la ONU e ignora las reglas de conducta internacional. Se mueve por instinto y por impulsos.

5) Israel y Arabia Saudí aplauden con entusiasmo, ansiosos por un cambio de política de Washington en la región. Netanyahu ya ha insinuado que otros posibles frentes de crisis (Irán, claro, y Corea del Norte), mientras se burla de la legalidad internacional autorizando nuevos asentamientos en la Palestina ocupada, aunque no con la amplitud y el descaro que le exigen sus socios más extremistas. Los saudíes desearían que este giro de Trump fuera más lejos, que propiciara un reverso en la guerra de Siria, la caída del régimen de Assad y, por tanto, un revés muy importante para Irán. Y de propina, luz verde para seguir cometiendo atrocidades en Yemen, con la excusa del apoyo iraní a los houthies.

6) La ruina de la carta rusa. El ataque pone en peligro uno de los pilares de la pseudo política exterior de Trump. El Kremlin se temía hace tiempo que el presidente no era tan buena opción, después de todo. Si todo se queda en un exabrupto bélico, Putin hará como si nada. Pero si la Casa Blanca apuesta seriamente por el cambio de régimen en Siria, se acabará la luna de miel. ¿Tendrá Putin algo con que “convencer” a Trump de que no le conviene hacerlo?

7) Las armas siempre apagan otros ruidos. Nada mejor que una crisis militar para desviar la atención. Trump no ha cumplido aún cien días y su mandato ya es un desastre. Acumula fracasos (ordenes ejecutivas sobre inmigración y contrarreforma sanitaria, etc.), su equipo de gobierno es una jaula de grillos, las sospechas sobre la complicidad con las interferencias rusas en el proceso electoral aumentan, los conflictos de intereses de su familia siguen sin resolverse y la inconsistencia de su mandato es alarmante.            

Trump se apunta a la guerra