jueves. 28.03.2024
siria

La crisis de los refugiados en Europa ha motivado un incremento del interés por la evolución del conflicto bélico en Siria y ha precipitado algunas especulaciones aventuradas sobre un posible cambio de política occidental, para favorecer la aceleración de un desenlace.

A pesar de la coincidencia temporal de los dos procesos (el movimiento migratorio y la situación sobre el terreno), lo cierto es que la maduración de un salto cualitativo por parte de los agentes externos se lleva incubando desde hace tiempo.

LA SITUACIÓN MILITAR               

Sobre el terreno, parece consolidarse cada día que pasa el debilitamiento del régimen. Las fuerzas militares gubernamentales siguen replegándose. La última derrota ha sido la rendición de la última base aérea en la región septentrional de Idlib. Assad ha perdido la mitad de su ejército y sólo controla una sexta parte del territorio, en la franja oriental del país (1).

No por ello, puede afirmarse que sus rivales hayan alcanzado una dinámica de victoria. Para empezar, en Siria no hay una guerra, sino varias. Es decir, no luchan dos bandos sino al menos tres o cuatro, enfrentados entre sí, en mayor medida o intensidad, con alianzas puntuales y temporales de conveniencia. A saber: el Daesh (Estado Islámico), Al Nusra (franquicia de Al Qaeda), y unas milicias más o menos pro-occidentales, en todo caso muy divididas y a menudo enfrentadas con el cuestionado liderazgo político en el exilio.

Por eso, ese debilitamiento del régimen no implica necesariamente el fortalecimiento de los bandos opuestos. El territorio sirio se encuentra fragmentado. De hecho, muchos observadores creen que estamos ante una partición de facto, que podría prolongarse en el tiempo, si no se rompe el status quo actual. Pocos predicen una solución militar del conflicto.

LOS AGENTES EXTERNOS

Pueden resultar definitivos en este momento. Nunca han dejado de condicionar o influir en los acontecimientos bélicos, pero dada la situación de agotamiento militar o de limitadas posibilidades de alteración de frentes, la relevancia de estos agentes externos podría crecer a corto plazo. Pueden hacerlo por dos vías, no necesariamente excluyentes: una acción militar directa y/o la intensificación de las negociaciones diplomáticas.

Una extensión de la intervención militar externa sólo parece reservada a Estados Unidos y a Rusia. Otros agentes, como Irán (y sus delegados) o Arabia Saudí (o sus agentes directos o indirectos) pasarían a segundo plano o se subordinarían a las grandes potencias.

Estados Unidos. Por decisión de Obama, ha mantenido un perfil cauto en Siria, desde el comienzo del conflicto. Después del fiasco de la línea roja (compromiso incumplido de intervención directa si se probaba el uso de armas químicas por parte del régimen), el presidente se ha atenido a una política de contención asentada en estos pilares: reclutamiento, financiación, entrenamiento y  apoyo logístico a combatientes pro-occidentales, de un lado, eliminación de objetivos yihadistas precisos y seleccionados y búsqueda de un compromiso diplomático.

Obama no quiso repetir en Siria lo que entendía que podía ser la reedición del error de Iraq, puesto que el escenario de división étnica, odios enconados y rivalidad regional irreconciliable que caracterizan el conflicto sirio resultan muy similares. Una vez que las milicias más cercanas a Occidente perdieron influencia decisiva, se complicaron las cosas.

La emergencia, consolidación y expansión del Daesh reforzó la renuencia del presidente norteamericano. El objetivo inicial de propiciar un cambio de régimen se enfrió considerablemente al plantearse la hipótesis de sustitución de una tiranía por otra aún más terrible. Resultaba como poco contradictorio atacar a los extremistas islámicos en Iraq y favorecer indirectamente su triunfo en Siria, al debilitar a su enemigo. Tampoco parecía coherente, ni conveniente, apostar por el refuerzo de Al Nusra/Al Qaeda, sólo porque en Siria combata a muerte contra el Daesh, en pos de un liderazgo del universo yihadista. El apoyo a las milicias moderadas no se interrumpió nunca, pero ha resultado lento y poco efectivo (2).

Por todo ello, la administración optó por priorizar la eliminación de los combatientes del Daesh mediante el uso extensivo de los drones, tratando de que ello beneficiara lo menos posible al régimen. El presidente sirio, consciente de que tal actuación le favorecía, se inhibió expresamente, aunque poco podía hacer por impedirlo.

Los críticos (tanto en las filas republicanas como en anteriores miembros de la propia administración demócrata) le reprochan a Obama que con sus inconsecuencias haya favorecido esta derivación indeseable de la guerra en Siria, por no haber actuado de la manera conveniente al principio, es decir, apoyando masivamente a los moderados e incluso implicándose militarmente de forma directa.

Rusia. El respaldo de Moscú al régimen de Damasco no parece haberse debilitado, aunque ha resultado de relativo valor militar. El principal apoyo práctico del clan Assad han sido los milicianos chiíes libaneses de Hezbollah y la dirección estratégica aportada por el general Suleiman, jefe de Al Qods, la guardia pretoriana de la República Islámica de Irán.

Ahora, ante la alarmante perdida territorial y el peligro real de un desfondamiento del régimen, Moscú parece haber decidido dar un paso al frente e incrementar su implicación militar. Desde hace días se sostiene públicamente una polémica sobre las intenciones de un reforzamiento de capacidades militares rusas en Siria. Rusia mantiene desde hace décadas una base naval en Tartus, en la costa mediterránea. El envío de asesores militares, de viviendas prefabricadas y de diverso material a la base aérea próxima de Latakía, el principal baluarte alauí, ha hecho que el Pentágono haga sonar las alarmas mediáticas. Más aún: ha presionado a sus aliados búlgaro y turco para que nieguen el uso del espacio aéreo a los aviones de transporte ruso. Sofía ha aceptado la demanda de Washington. Se desconoce la respuesta del griego Tsipras.

Los rusos han replicado con cierta lógica. Fundamentan este rescate de Assad por dos razones: cumplimiento de obligaciones defensivas contraídas con anterioridad al actual conflicto y coherencia con el compromiso internacional de lucha contra el terrorismo yihadista. O sea, asegura que hace lo mismo que Washington, pero se considera libre de elegir a qué bando apoyar. Más aún, ironiza sobre las críticas norteamericanas y se pregunta si Washington quiere realmente derrotar al terrorismo yihadista o encubrir una excusa para echar a Assad.

Gran Bretaña y Francia. Coincidiendo con este refuerzo militar ruso, pero sin relación alguna con ello, se anuncia la posible implicación directa de estas dos potencias europeas. Se ha sabido ahora que los británicos mataron a dos nacionales que se habían alistado en el Daesh, después de conocer que habían proyectado atentar contra la Reina Isabel y otros objetivos civiles durante la celebración de los actos del aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial. En Gran Bretaña se ha suscitado un intenso debate sobre la legalidad de estas acciones tanto o más que sobre los riesgos que pudieran acarrear. Pero el primer ministro Cameron ha dejado claro que volverán a actuar de la misma manera para prevenir el peligro de atentados en suelo británico o europeo.

Al calor de este debate, el Presidente Hollande anunció, como gran novedad exterior de la rentrée, la disposición de Francia de participar en ataques aéreos contra posiciones del Daesh en Siria, invocando imprecisas razones de "seguridad interior". De momento, se aumentarán los vuelos de reconocimiento y la fijación de objetivos. Todo parece indica que el Eliseo quiere ganar influencia en caso de que se avance en la negociación (2).

La coincidencia de estas dos novedades con la crisis de los refugiados (muchos de ellos sirios) que por cientos de miles buscan una vida nueva lejos del conflicto puede contribuir a confundir a la ciudadanía. Entre todas las inconsistencias europeas, ésta parece la más inquietante. Sería escandaloso, aparte de peligroso, que se intentara ahora lavar la mala conciencia del abandono de los damnificados por la guerra con un eventual protagonismo militar que se ha eludido, con absoluta lógica, desde un principio.  

EL AVANCE DIPLOMÁTICO

Antes de esta aparente escalada en el plano militar, este verano se habían registrado avances en el terreno diplomático.  La conclusión del acuerdo nuclear con Irán y la creciente sensación de que Obama podía eludir el obstáculo del Congreso norteamericano hicieron creer en una evolución más positiva del conflicto sirio, debido a una pretendida  disposición más favorable de Teherán, nunca confirmada oficialmente.

Algunas señales no pasaron desapercibidas. Las diplomacias rusa y saudí intercambiaron posiciones. Se avanzó en la definición de actuaciones en caso de comprobarse uso adicional de armas químicas. Los norteamericanos hicieron desaparecer de su discurso público la exigencia de una retirada de Assad como condición previa de un acuerdo, etc. (4).

La operación de refuerzo militar ruso no tiene necesariamente que conducir a una quiebra de este esfuerzo diplomático. Como en el caso de Francia, puede tratarse justo de lo contrario: afianzar sus intereses en un proceso negociador que se abre paso cada día como la solución más racional a un infierno sin futuro.


(1) Datos ofrecidos por el IHS Conflict Monitor en Jane Intelligence Review. 23 de Agosto.

(2) "The Pentagon Ups the Ante in Syria Fight". FOREIGN POLICY, 30 de Marzo.

(3) LE MONDE, 8 de Septiembre.

(4) NEW YORK TIMES, 8 de agosto.

Siria: ¿Hacia un nuevo escenario?