viernes. 19.04.2024

Las impactantes imágenes del allanamiento al piso que el vicepresidente argentino tiene en Puerto Madero fueron anteriores al último estudio sobre la imagen de Amado Boudou, pero el rechazo sobre su figura no puede dejar de influir negativamente. La posterior conferencia, en la que no explicó lo sustancial del asunto y en la que lanzó una ofensiva sobre el juez que lleva el caso y el periodismo que investiga el tema, no han caído nada bien ni siquiera en las propias filas del gobierno.

En los últimos tres meses, la imagen negativa del vicepresidente argentino subió más de 15 puntos, mientras que la positiva descendió otros 10, según dos estudios, de las empresas Isonomía y OPSM. En cuanto a la opinión de los encuestados sobre el “caso Ciccone”, la imprenta a la que podría haber favorecido el vicepresidente mediante un supuesto testaferro, el 31,8 % de los consultados creen que es culpable y solo el 15,4 % lo consideran inocente.

Pero, más allá de estos números, la estrategia seguida por Boudou encuentra crecientes críticas incluso dentro del gobierno. La ministra de Seguridad, Nilda Garré, por ejemplo, defendió la honorabilidad del juez Rafecas, acusado por el vicepresidente. Lo mismo hizo Ricardo Forster, el filósofo que, a través de Carta Abierta, viene expresando su apoyo al modelo kirchneristas. “Yo le creo a Boudou”, dijo Forster, pero añadió que el juez Rafecas es honorable y que no fue adecuada la conferencia en la que el vicepresidente acusó al juez, al estudio jurídico del actual Procurador General de la Nación (el jefe de los fiscales) y hasta al presidente de la Bolsa de Comercio.

La acusación contra el estudio de Esteban Righi, el Procurador, fue quizá la que más sorprendió a todo el mundo. Según Boudou, en 2009, gente del estudio se habría ofrecido para entablar “relaciones aceitadas” con los tribunales, cuando el vicepresidente era titular del ANSES (Administración Nacional de la Seguridad Social).

Esteban Righi no solo es el jefe de los fiscales, tiene además una estrecha y larga relación con los Kirchner, es una figura histórica dentro del peronismo y, sobre todo, un símbolo del progresismo. Fue brevemente ministro del Interior con Héctor Cámpora, encargado del operativo del regreso de Perón a la Argentina, en 1973, y un reconocido jurista. Desvinculado personalmente del estudio denunciado por Boudou, desde que accedió al cargo de Procurador, un hijo y la esposa siguen formando parte del mismo

Es la primera vez en la historia que un vicepresidente de la República acusa al jefe de los fiscales, planteando un insólito conflicto institucional. Pero es también grave que Boudou dejara pasar tres años esta denuncia, olvidando su obligación como funcionario público.

El caso Boudou ha abierto un frente inesperado, en momentos en que la economía siente las turbulencias del frente externo y otros temas como Malvinas, Repsol-YPF y el comercio exterior preocupan al gobierno. El problema del vicepresidente argentino tiene una difícil salida política. Y puede afectar negativamente a la imagen de la propia presidente, Cristina Fernández, única responsable de la designación de Boudou como compañero de fórmula electoral.

Después del trauma con el vicepresidente de su primer mandato, Julio Cobos, la presidente eligió a Boudou por dos cosas: en primer lugar, creía tener asegurada la fidelidad y la lealtad que no tuvo con Cobos; pero también fue importante elegir una figura sin peso político propio. “Yo te puse, te elegí”, le dijo recientemente en público, al tiempo que le endilgaba el ser un “concheto (pijo) de Puerto Madero”, una broma ante la que tuvo que poner la más desangelada de las sonrisas.

La presidente no ha dicho nada aún sobre el escándalo. Y a Boudou no le faltan enemigos internos, entre ellos el ministro del Interior, Florencio Randazzo, los sectores juveniles de La Cámpora, protegidos por Cristina Fernández y el propio hijo de la presidente, Máximo.

Y todo esto cuando la avalancha de informaciones periodísticas no ha hecho más que comenzar.

Se hunde la imagen de Boudou