sábado. 20.04.2024
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No hay que olvidar que la emigración marroquí a Europa no es reciente ya que se remonta a las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial

Hoy en día, nadie discute el hecho de que nuestros compatriotas marroquíes que viven en Europa están pasando por momentos difíciles; basta con echar una ojeada a los medios de comunicación para darse cuenta de ello. De hecho, la imagen de nuestros conciudadanos residentes en Europa se ha visto empañada a causa de los atentados terroristas perpetrados en los últimos años en el viejo continente. 

No hay que olvidar que la emigración marroquí a Europa no es reciente ya que se remonta a las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial. Tras este conflicto, el continente quedó prácticamente devastado, llegando a perder gran parte de su capacidad industrial y de infraestructuras. De ahí el reclamo de una mano de obra joven, fuerte y barata para ayudar a la recuperación económica. Fue la primera generación. En los años setenta empezaron estos inmigrantes, en su afán de integrarse en las sociedades de acogida, a reagrupar a sus familiares y a escolarizar a sus hijos. Gracias a ello, las nuevas generaciones comenzaron a surgir con más expectativas y más futuro en Europa. Tanto es así que, hoy en día, la comunidad marroquí cuenta con ministros y políticos de gran calibre en Francia, Bélgica, Holanda, etc. Igualmente, hoy, dentro de nuestro colectivo, nos encontramos con una pléyade de artistas, médicos, profesores y personas que, además de estimular el crecimiento económico, ayudan a crear sociedades más dinámicas no solo en los países de destino sino también en el país de origen. Al conseguir el ansiado y difícil equilibrio entre derechos y deberes en suelo europeo, nuestros emigrantes nunca han estado en el punto de mira de los medios de difusión occidentales. 

Hoy en día, cada vez que se perpetra un atentado en algún país europeo, los medios de comunicación sucumben a la tentación de hacer de los casi 21 millones de musulmanes en la Unión Europea, tanto de forma individual como colectiva, el chivo expiatorio. De ahí el auge de la islamofobia y la xenofobia por los radicales europeos, sobre todo por parte de los partidos neo-nacionalistas en boga, que basan sus agendas políticas sobre el rechazo y el odio del extranjero en general, y del musulmán en particular. Y el peor exponente lo tenemos en el líder del Partido por la Libertad, el holandés Geert Wilders, que ha tenido la desfachatez y agravio moral de comparar el Corán con Mein Kampf de Adolf Hitler y pedir al mismo tiempo que se prohíba.

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Resulta absurdo cuestionar la postura de los musulmanes de Europa hacia estos bárbaros atentados y pedirles que se manifiesten en contra, cuando, en realidad, son los más perjudicados y los que más directamente sufren este problema. No existe la menor duda de que la comunidad musulmana, está en contra de los atroces atentados que se cometen dentro y fuera de Europa.

Y ahora, de nuevo, después de los últimos siniestros yihadistas, vuelven a escucharse las siguientes preguntas:

¿Qué es lo que ha hecho Europa para evitar la radicalización de aquellos jóvenes que cometieron esos actos terroristas?

¿Qué es lo que ha hecho Europa, aparte de endurecer los castigos y levantar enormes muros?

Europa, incluyendo a España, tiene que entender que el Islam no es su enemigo, sino un componente más de la identidad moderna de Europa. Una Europa plural que acoge a una multitud de culturas, confesiones, identidades, etc. El islam ya forma parte de Europa, y la responsabilidad de su gestión cae sobre sus hombros, y si no está preparada para hacerlo puede acudir a la ayuda de terceros que han demostrado su competencia en la materia, pero siempre con las garantías que requiere este delicado asunto. 

El musulmán que tiene nacionalidad europea, tras haber nacido en Europa de padres de origen extranjero, o bien después de adquirirla tras un largo periodo de residencia legal, tiene pleno derecho a infraestructuras y servicios adecuados igual que un europeo de pura cepa. En este contexto, una de las reivindicaciones más recurrentes e importantes de la comunidad marroquí musulmana en Europa es facilitar una formación religiosa islámica digna para sus hijos y habilitar lugares de culto respetables y acordes a la sacralidad de este espacio.

En España, viven dos millones de musulmanes, siendo la mitad de origen marroquí (muchos de ellos de nacionalidad española). Esta comunidad marroquí está sometida, adicionalmente, a las consecuencias de un pasado común entre España y Marruecos, que fue bastante turbulento en algunos episodios históricos, como por ejemplo el periodo colonial en el norte de Marruecos (1912-1956), y la participación de los marroquíes en la guerra civil española (1936-1939). Son asuntos del pasado que han dejado heridas graves en la memoria popular de las dos sociedades. 

Así que independientemente de la huella dejada por los atentados terroristas del 11M (2004) y del 17A (2017), la imagen del marroquí en España siempre ha estado en mínimos y muy arraigada en la memoria de la sociedad española. 

Por eso, es de suma importancia trabajar para un mayor acercamiento de las dos sociedades, utilizando el diálogo, la cultura, el arte y la ciencia. El marroquí en general no sabe mucho de España (más allá de la liga del fútbol), y los españoles de Marruecos menos todavía. Por lo tanto habría que impulsar y fortalecer las vías de conocimiento, de entendimiento y de comunicación entre nuestros pueblos. 

Aparte (además) de las vías oficiales, la sociedad civil a través de las ONGs, asociaciones, fundaciones, etc., puede jugar un papel importante en el fortalecimiento del carácter privilegiado y la asociación excepcional que vincula a nuestros dos países en ese acercamiento. 

En España, existe un número considerable de asociaciones de inmigrantes de ciudadanos de origen marroquí a lo largo de todo  su territorio, la mayoría de ellos de índole religioso cuya meta principal es la gestión de sus lugares de culto. Son menos numerosas las asociaciones de carácter puramente cultural. En la mayoría de los casos estas asociaciones carecen de personal muy cualificado, y sufren un gran desgaste debido a las rivalidades por el liderazgo. Se observa la casi ausencia de asociaciones de carácter mixto (hispano-marroquí), y la poca participación de los jóvenes de segunda o tercera generación, que representan el futuro de esta comunidad. Reforzar estas asociaciones es vital para conseguir mayores logros.

En España, se echa en falta, también, la presencia de instituciones marroquíes que tienen por misión promocionar la cultura marroquí, como el caso de la "Casa de Marruecos", que sí está presente en Francia, Holanda, Bélgica, Canadá, etc.

Para garantizar una sinergia entre las acciones de todos los organismos, oficiales y no oficiales, que trabajan para el acercamiento entre España y Marruecos y sus respectivas sociedades, es fundamental disponer de una plataforma de reflexión conjunta, que asegure la puesta a punto de directrices, que servirán de timón de navegación para no perder el rumbo y alcanzar ese acercamiento tan deseado. En este sentido, el “Comité Averroès”, nacido en 1996 y refundado en 2005, se componía de personalidad, de reconocido prestigio. El comité era mixto y tenía como misión  proponer recomendaciones para mejorar la percepción recíproca y favorecer el diálogo, la cooperación y el conocimiento mutuo.

El “Comité Averroès” desapareció del mapa político y cultural unos años después de su segunda refundación. Sin embargo, las necesidades que dieron lugar a su creación siguen estando vivas, en espera de un nuevo relanzamiento sobre nuevas bases, y quizás la tercera sí sea la vencida.


EL-HASSAN-BELARBI-HAFTALLAOUI

El Hassan Belarbi Haftallaoui | Profesor Titular de Ingeniería Química en la Universidad de Almería 

Reivindicando la refundación del “Comité Averroès”