miércoles. 24.04.2024
mororooocoooo

No aceptes lo habitual como algo natural. Porque en tiempos de desorden, de confusión organizada, de humanidad deshumanizada, nada debe parecer natural. Nada debe parecer imposible de cambiar.
Bertolt Brecht

“Awili hchoma” (Dios mío, es una vergüenza). Desde que nacemos hasta que morimos, nos enseñan a respetar las normas, reglas, costumbres y tradiciones de nuestra sociedad, marroquí en mi caso. Crecemos y nos vamos forjando conforme distinguimos la (a veces demasiado estrecha) línea entre lo que es “haram” (licito) y lo que es “halal” (lícito). La moral y la religión no van de la mano únicamente en el mundo árabe musulmán. En Occidente dominó la moral cristiana, y lo sigue haciendo en muchos países, enseñándonos como debemos pensar, actuar, etc. A fin de cuentas las normas morales existen en todas las comunidades sociales y son aceptadas conjuntamente por todos los miembros de dicha comunidad.  Cuándo nos interrogamos sobre nuestra actuación ¿Estaría bien lo que hice? Cuando enjuiciamos el comportamiento de alguien, diciendo: "me pareció injusto lo que hiciste". Cuando aludimos a las obligaciones, deberes, o a ideales como lo justo o lo deseable, en frases como: " realmente, deberías hacer esto"; en todos estos casos, se ponen en juego nuestras apreciaciones sobre lo acertado o desacertado que resultan las acciones humanas. Estos juicios e interrogantes sobre las diversas acciones apuntan a lo que consideramos que está o no está bien realizar.

En el caso de Marruecos, lo bueno/malo, lo justo/injusto, lo lícito/ilícito está intrínsecamente ligado a la moral islámica. Es haram enseñar o insinuar tu cuerpo, es haram ser homosexual, es haram perder la virginidad antes del matrimonio, es haram besarse en la calle, es haram ponerse un piercing o un tatuaje, es haram abortar, es haram jugar al bingo, es haram endeudarse con un banco, es haram beber alcohol, es haram depilarse las cejas. Bueno voy a dejar de enumerar porque la lista es interminable, no vaya a ser que enumerar esto  también sea haram. Y luego está el hchoma (vergüenza). ¿A quién no le han dicho hchoma por vestir así o asa?, ¿a que niño no se lo han dicho mientras lloraba o reía en voz alta delante de los invitados? Esto es feo, esto está mal visto. Y si te sales de ese esquema puedes pecar de maleducada, rebelde o incluso ser condenada y repudiada socialmente. Tu imagen es tu honor. Y tu honor es tu ser.  La hchoma es la ley invisible, la más fuerte de todas, que te condena o te hace sentir culpable sin tener que justificarse ante nada. Ninguna explicación racional puede competir con la hchoma.  De ahí que sea tan eficaz. Hchoma es la conminación de conformidad hecha a imagen y semejanza de lo que significa ser un “buen marroquí”.

“En nuestra casa no hacemos eso”. En nuestra casa quiere decir en nuestra sociedad basada en una correlación de fuerzas de los dominantes contra los dominados, los más fuertes contra los más débiles (mujeres, niños, marginados, minusválidos etc.). Y si las leyes son creadas por los hombres, son las mujeres las que más utilizan el término hchoma (que por cierto es femenino) pues somos nosotras las garantes y guardianas de la tradición, del honor, del respeto e integridad de la familia. Somos las que debemos mostrar fidelidad y protección al hombre. Ser pacientes, atentas y cariñosas. Debemos saber escuchar, y sobre todo saber cumplir. Hchoma si no lo hacemos.

Con todo esto, mi intención no es la de criticar las normas, costumbres y tradiciones sobre las que está basada nuestra sociedad. En definitiva, esas normas están aceptadas por la mayoría, y el que no se sienta feliz de acatarlas siempre puede transgredir las normas, asumiendo claro está, las consecuencias que ello conlleva.  Más allá de todo esto, a pesar de la estrecha línea que separa lo licito de lo ilícito, nuestra sociedad se declara moderna y progresista. Esa misma sociedad del hchoma y del haram, acoge, por citar un ejemplo, a uno de los más grandes festivales de música (Mawazine) con estrellas venidas de todo el planeta: Shakira, Beyonce, Enrique Iglesias etc. También acogemos festivales culturales, de cine, invitamos a grandes intelectuales, escritores, construimos mega proyectos futuristas como el de Tanger-Metropole, grandes centros comerciales, somos grandes consumidores de McDonald’s, Starbucks o Zara. Nuestras discotecas se llenan de jóvenes disfrutando del  House Music cada fin de semana mientras se toman un Gin Tonic. ¿Bailarinas de cabaret? claro que hay. También abortamos (600 abortos clandestinos por día), también nos endeudamos (el país árabe con mayor porcentaje de créditos domésticos… nos endeudamos para comprar desde un coche hasta un cordero, nos tatuamos y nos ponemos piercings. Callamos y criticamos, y viceversa. Y esa es la sociedad marroquí. Mientras pregonamos a diestro y siniestro lo que debería ser, lo que es lícito, el “polítical correct”, lo que debe ser… somos capaces no solo de incumplirlo, sino de convivir felizmente con una doble moral. Tú no puedes vestir ligera de ropa pero yo sí puedo pasarlo bien con mis amigos en una discoteca. La sociedad marroquí ha pasado de la hipocresía generalizada y conjuntamente consentida, a la esquizofrenia crónica. ¿Y si dejáramos de juzgar y nos dedicáramos a vivir nuestras vidas tal y como queremos, y dejamos de responsabilizarnos de lo que hacen los demás?

Recientemente una chica de 23 años irrumpió en la escena pública marroquí mostrando sus (dudosas) virtudes artísticas cantando en inglés y en turco mientras movía sus caderas al ritmo de House Music. Un videoclip amateur producido por ella misma desde Turquía y que ha causado una lluvia, o más bien tormenta de críticas. El video cuenta con más de 2 millones de visitas en YouTube. Evidentemente lo que esa muchacha hace es hram y hchoma. Y encima lo hace desde un país extranjero, exportando la marca Marruecos (y sintiéndose orgullosa de representar a Marruecos en el extranjero).  Lo que me llamó la atención más allá de que la joven (su nombre artístico es Sina) sepa cantar o no, más allá de sus movimientos de cadera e insinuaciones, es su manera de defenderse públicamente denunciando esa hipocresía de la que hablábamos líneas atrás. Ella sabe lo que es, y se siente orgullosa por lo que es. Ni más ni menos. Si 100000 personas la critican e insultan porque les parece ilícito lo que hace, otras 100000 la ven y van a los sitios donde canta y baila por la noche. Sina dice sin pelos en la lengua que ella vive de su trabajo y que se está forrando con ello, por muy ilícito que sea. Y miles de mujeres más malviven (o viven de lujo, según como se mire) al igual que ella. Solo que no lo dicen por miedo a perder su status, su honor, su dignidad. Porque es hchoma.  Otro ejemplo reciente: Hace unos días, cogí un taxi desde casa (Tánger), y en el camino el taxista como es costumbre paró a otra persona para ver si le pillaba bien mi trayecto. ¿A dónde vais? Dijo el taxista.  Era una pareja joven. A la mezquita de Badr le respondió el chico. Efectivamente nos pillaba de camino. El joven le dio al taxista 20dh (equivalentes a 2 euros) y le dijo a la joven que subiera.  La chica subió y hasta ese momento no pronunció palabra alguna. El taxista se puso en marcha y en un abrir y cerrar de ojos la chica se desveló, o lo que es lo mismo, se quitó el velo y sacó de su bolso una paleta de colores L’Oreal y una brocha. El taxista y yo nos quedamos perplejos. La joven se maquilló tranquilamente. El trayecto no daba para más y tenía que bajarme. Pagué al taxista y mientras me iba la chica le dijo: da media vuelta y llévame a la Calle México por favor, que me apetece tomarme una pizza con mis amigos. En realidad yo no culpo ni a esta joven ni a Sina. A fin de cuentas son el producto perfecto reflejo de esta sociedad. La sociedad que estamos construyendo entre todos. La sociedad de la doble moral.

Dice un proverbio árabe que “si estás en Marruecos que nada de sorprenda, pues todo es normal” (ida kounta fil maghrib fala tasstaghrib). El problema de raíz no son tanto las normas y reglas que rigen nuestra sociedad. Puesto que esas normas las hemos ido creando y aceptando nosotros, y sin el “nosotros” perderían cualquier valor. El problema está en querer aparentar que se cumple con esas normas cuando en realidad no lo estamos haciendo. Creo que ha llegado el momento de que el mundo árabe aprenda a construir nuevos valores, nuevos juicios y prejuicios y no conformarse con lo establecido.  En definitiva urge la construcción de un nuevo sentido común, más honesto y solidario, que no condene ni discrimine a la mujer, que sea justo para todos y en el que nos podamos reflejar sin tener que sentir vergüenza por lo que somos. Un sentido común más transparente. Más verdadero. Algún día el Marruecos perdido (de su propia cultura), desgarrado/desvinculado (de su propio pueblo) e hipócrita (respecto a su moral) se convertirá en el Marruecos que representa a sus 40 millones de habitantes (nacionales + los que viven en el extranjero y que también son ciudadanos), sin barreras ni fronteras, sin límites morales, sin distinción de género ni de clase. Y para que eso pase los 40 millones de personas y nosotros los que vivimos fuera de nuestra patria hemos de convertirnos en los albañiles de nuestro propio país. Honestamente. Sin peros y sin miedos.

Marruecos, una sociedad de hchoma (vergüenza)