jueves. 28.03.2024
members of the moxos ethnic group march during a protest in trinidad

El objetivo mayor sería que, en el 2015, Evo Morales pudiera aspirar a una nueva reelección

Las elecciones de este domingo, en las que los bolivianos designarán por primera vez en su historia los integrantes de los principales órganos judiciales del país (Tribunal Supremo, Constitucional, Consejo de la Magistratura y Tribunal Medioambiental), representan un desafío para el presidente, Evo Morales, que desde que ganó las elecciones a fin de 2005 logró ser reelegido y superó un referéndum revocatorio.

Después de cambiar la Constitución, este es un paso más en el diseño de un nuevo modelo de país, y suscita recelos y oposiciones. Todo el arco político opositor, incluso algunos antiguos aliados del gobierno, preconizan el voto nulo, con el argumento de que la preselección de candidatos fue hecha por la Asamblea Legislativa que cuenta con mayoría oficialista. No hubo posibilidad de hacer nada parecido a una campaña electoral, y se acusa al gobierno de pretender tener todo el poder judicial bajo su control.

El objetivo mayor sería que, en el 2015, Evo Morales pudiera aspirar a una nueva reelección. La vigente constitución (de 2009), no permite más que dos mandatos consecutivos, pero el presidente ya adelantó su intención de aspirar al tercer mandato.

El mismo Evo Morales considera que esta consulta es una especie de plebiscito para el gobierno y caracteriza la postura opositora como una “conspiración de toda la derecha neoliberal”. Y quienes se oponen o hacen campaña por el voto nulo “son enemigos de la democracia y del proceso de cambio".

La popularidad del presidente boliviano se ha visto deteriorada en los últimos meses. Primero (fines del año pasado), cuando una ola de protestas le obligó a dejar sin efecto una subida del 84% en el precio de los combustibles, un tarifazo impropio de un gobierno popular. La imagen de Morales también se ha visto dañada por el reciente conflicto del TIPNIS, el parque amazónico que lo enfrentó con los indígenas de esta reserva, que iba a ser atravesada por una carretera financiada por Brasil. La violenta represión de la misma provocó, inclusa, la renuncia de la ministra de Defensa, Cecilia Chacón.

Un conflicto, además, que puso en duda su condición de presidente de todos los indígenas. De hecho, con la protesta que iniciaron los habitantes del TIPNIS el 15 de agosto, se puso en evidencia que el poder indígena, que encarna Evo Morales, es el poder de las dos etnias mayoritarias, quechuas y aymaras, a pesar de que hay más de 40 pueblos originarios en el territorio boliviano.

Para el presidente, los indígenas amazónicos son usados por Organizaciones No Gubernamentales y “algunos resentidos” de su propio partido, el MAS (Movimiento al Socialismo). Uno de los aludidos fue Alejando Almaraz, que fue viceministro de Tierras del propio Evo Morales, que considera que esta acusación del presidente “reproduce minuciosamente el discurso, los métodos y la ideología de los gobiernos de la derecha neoliberal”.

Ante este panorama político realmente complicado, el gobierno promovió el miércoles, (12 de octubre, desde hace unos años Día de la Descolonización), una marcha de apoyo. “Quieren dividirnos para que vuelva el estado colonial, pero, hermanos, siempre estará el pueblo para defendernos”, dijo Morales. El presidente, que no hizo referencia a las elecciones del domingo ni al conflicto con los indígenas amazónicos, lanzó una convocatoria para elaborar una nueva agenda social, a partir del próximo mes de diciembre. Y también dijo que necesitaba un nuevo mandato del pueblo. No se sabe si esto si esto fue una reafirmación de que pretende buscar la re-reelección.

Si el porcentaje de votos en blanco es significativo este domingo, podría hablarse de un declive de Evo Morales. Si, por el contrario, es menor o insignificante, será un impulso para un presidente que definitivamente ha cambiado la historia del país.

Inédita elección judicial en Bolivia, prueba para Morales