jueves. 28.03.2024

obamaHoras antes de su último encuentro con los líderes europeos, el presidente Obama visitó una feria tecnológica en Hannover y se calzó una novedosas (y raras) gafas de realidad virtual. El aparato, una caja con dos extravagantes ojos saltones dibujados en la parte frontal, promete la inmersión inmediata en una vida alternativa, “un nuevo mundo” en palabras del propio Obama tras la experiencia.

Como cualquier hijo de vecino, lo primero que hizo el prohombre al testar el invento fue mirar a través de él sus propias manos, convertidas en una sucesión de puntos luminosos sobre fondo oscuro, una función del Teatro Negro de Praga en versión digital. Las imágenes que recogieron los medios le muestran como si en la palma sostuviera un invisible tesoro ante una arrobada Angela Merkel, en la misma pose del Hamlet que se lamenta por Yorick en la escena de la calavera.

Y puede que ese sea el papel a representar, tan sólo el de un embajador comercial impulsando la venta en el exterior de cacharros inventados en su tierra, el instante en el que se juega el ser o no ser de una industria en ciernes. Pero el asombro ante la posibilidad de tener al alcance de los dedos una realidad moldeable al gusto de cada cual parecía sincero.

Tras la visita, la agenda de Obama y Merkel les reservaba un encuentro con el G5. Se desconoce si en la reunión con Hollande, Cameron y Renzi hicieron referencia al momento gafotas. Sí sabemos, en cambio, que debatieron sobre el peligro de ruptura de Europa y que confesaron públicamente al término de la cita la “ansiedad” que les provocan retos a los que no parecen ser capaces de dar respuesta o solución cabal, como los flujos migratorios, el terrorismo o las consecuencias de la globalización.

Probablemente a ninguno le disgustaría estar en posesión de un poder mágico que, al alcance de un giro de muñeca, hiciera desaparecer los errores, las críticas, los refugiados que se agolpan ante los muros de Europa, los manifestantes contra la firma del TTIP... El sueño de cambiar la realidad con un chasquido de los dedos. De momento, tendrán que resignarse a vendernos modestos cachivaches que tan sólo la deforman.

Las gafas de Obama