martes. 16.04.2024
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Últimamente se habla mucho de la situación en Ucrania y diarios destacados y canales de televisión le dedican parte privilegiada de su espacio, probablemente, más que durante la famosa “Revolución Naranja” 2004. Sin embargo, debido a la extensión de las protestas y a los numerosos sucesos que tuvieron lugar en este tiempo, creo necesario recordar a los lectores el origen y los motivos de éstas, así como, analizarlas brevemente.

Fracaso de la firma del Acuerdo de Asociación y el inicio de las protestas

En primer lugar quiero recordar que las protestas tienen como punto de partida la fallida firma del Acuerdo de la Asociación entre Ucrania y la UE que posiblemente (subrayo esta palabra por que la firma del dicho acuerdo no estaba garantizada aunque Ucrania cumpliera todos los requisitos de sus socios europeos) se fuera a firmar en la cumbre de la UE en Vilna en noviembre del 2013. Dicho acuerdo fue objeto de numerosos debates políticos y económicos dentro del país durante los años anteriores hasta que el Presidente Víktor Yanukovych y el Gobierno del ahora ex Primer Ministro Mykola Azarov anunciaron a finales del verano de 2013, que la decisión estaba tomada y Ucrania iba a hacer todos los esfuerzos necesarios para “ingresar en la Unión Europea”, aunque el Acuerdo de Asociación no contemplaba dicha posibilidad, confusión que se sigue produciendo hasta ahora, trascurridos más de dos meses desde el inicio de las protestas. Una vez hechas estas declaraciones, el Parlamento, efectivamente, dominado por una coalición del Partido de las Regiones (partido del que salió el Presidente Yanukovych y la gran mayoría del actual gobierno), el Partido Comunista de Ucrania y algunos diputados independientes, sacó adelante una serie de leyes que tenían como objetivo acercar la legislación ucraniana a las exigencias de la UE. Todo indicaba que las perspectivas de una eventual apertura de los mercados europeos y de la supresión de los visados para los ciudadanos ucranianos, algo que tampoco estaba incluido en el texto del acuerdo, pero que venía siendo objeto de una negociación paralela, habían convencido al Gobierno de Ucrania cambiar las prioridades en su política exterior, dándole la espalda a su tradicional aliada, Rusia y la oferta de ésta de formar parte de la Unión Aduanera, formada por ya mencionada Rusia, Kazakhstán y Bielorrusia.

Sin embargo, varias semanas antes de la Cumbre, el discurso del Gobierno cambia drásticamente. El Presidente Yanukovych denuncia las presiones políticas y económicas que ejerce la UE sobre Ucrania en materia del sistema judicial (recordemos que la puesta en libertad de los “presos políticos”, tratándose, por supuesto, de Yulia Tymoshenko, y la nueva Ley de Fiscalía se anunciaban como imprescindibles para la firma del Acuerdo de Asociación), mientras que el Primer Ministro Azarov anuncia que las reformas de las industrias de Ucrania y de su sector agropecuario requerirán compensación multimillonarias, que el gobierno situaba en más de €20.000 millones. A la vez, las ofertas de Rusia y de la Unión Aduanera repentinamente se convirtieron en “atractivas y más justas” que las de la UE. En ese momento comienza a generarse el descontento de una parte de la población, en su mayoría, jóvenes y estudiantes, en contra de esa actitud poco previsible de gobierno, puesto que el texto del Acuerdo había sido acordado ya en el año 2012, con lo cual todas las ventajas y desventajas de la Asociación con la UE le eran conocidas mucho antes de celebrarse la Cumbre.

Ahora bien, tenemos que entender que, si las intenciones de Yanukovych de firmar el Acuerdo de Asociación fueron sinceras en algún momento, las exigencias de sus socios europeos socavaron estas en escasos meses. Y se trata, en primer lugar, de la liberación de Yulia Tymoshenko. Se puede discutir mucho sobre la arbitrariedad del sistema judicial que ha permitido su encarcelación, de los motivos políticos que estaban detrás, pero no cabe ninguna duda de que exigencia de poner en libertad a la ex Primera Ministra, quien recordemos, compitió con el Yanukovych por la presidencia en 2010 y es conocida por sus críticas acérrimas del Presidente y su partido, ha sido interpretada como un atentado contra él y el monopolio que ejerce el Partido de las Regiones sobre la política económica y social de Ucrania. Más aun, las declaraciones de ciertos diputados del Parlamento Europeo sobre lo imprescindible que era liberar a la Sra. Tymoshenko antes del mes de noviembre, dio mucho que pensar dentro de Ucrania, haciendo creer a algunos ciudadanos que la UE le iba a prestar todo su apoyo político y económico para conseguir una rápida “europeización” de Ucrania. El temor de volver a tener en libertad al político de oposición con mayores probabilidades de ser elegido Presidente, de cara a las elecciones presidenciales de 2015, al final resultó ser más que todas las perspectivas económicas y políticas que abría para  Ucrania la Asociación con la Unión Europea.

No se debe pensar, sin embargo, que el fracaso de la Asociación se debe única y exclusivamente a la postura del Presidente sobre la permanencia de la Sra. Tymoshenko en la cárcel. Los intereses de varios de los oligarcas ucranianos estaban y siguen estando estrechamente relacionados con la producción industrial que se exporta a Rusia y al resto de los países de la Unión Aduanera, que ya habían advertido en su momento que la integración de Ucrania al mercado común europeo supondría una ruptura de estos lazos productivos, lo que, a su vez, tendría como consecuencia la destrucción de empleo en las regiones industrializadas tradicionalmente prorrusas. Este es otro factor que usualmente se deja de lado, haciendo creer a los lectores occidentales que la opinión de la población de Ucrania es homogénea en cuanto a la integración en el espacio de la UE.

Buena parte de los habitantes de Ucrania, la mayoría de los cuales reside en el sur y el este del país, se muestra contraria al ingreso de Ucrania en la Unión Europea y a favor de estrechar aun más las relaciones con Rusia.

Teniendo en cuenta la complejidad y la delicadeza de todo lo relacionado con la integración de Ucrania en algún bloque económico, cabe recordar, que las protestas iniciales por el fracaso de la Asociación con la UE solo agrupaba a escasos grupos de universitarios y jóvenes que no llegaban a reunir más de dos mil personas ni, mucho menos, a provocar disturbios o cortes de tráfico, sin hablar ya de la ocupación de edificios gubernamentales. Las protestas masivas comenzaron cuando esa manifestación pacífica y, posiblemente, ingenua,  fue desalojada de noche por las fuerzas de seguridad, con la participación de la famosa ya, unidad “Bérkut”. De aquel desalojo salieron varios heridos, algunos jóvenes tardaron días en ser localizados, lo que dio motivo a  los manifestantes y algunos medios de comunicación para declararlos desaparecidos y la excusa de las autoridades de querer “instalar el Árbol de Navidad y la pista de patinaje” no han hecho más que enfurecer a los habitantes de Kiev y de otras ciudades que mostraron su total rechazo a la actuación de las fuerzas de seguridad.

Al día siguiente la capital de Ucrania albergaba una manifestación de proporciones nunca vistas en los años de la independencia, se producían violentos enfrentamientos de los grupos radicales con los efectivos de la Milicia, se ocupaban varios edificios en el centro de la ciudad y se instalaba lo que hoy conocemos como Euromaidán o simplemente Maidan de Kiev.

Con todo eso cabe destacar que tal reacción se debía más al frontal rechazo de la violencia por parte de los ciudadanos, hecho que más adelante fragmentaría la oposición en radicales y moderados, el cansancio general del clima de corrupción e impunidad generalizadas que, según muchos, se vivía y se sigue viviendo en el país y la degradación de los sistemas estatales de protección, salud y educación que, a fin de cuentas, hicieron posible que una movilización de semejante magnitud obtenga apoyo significativo de una parte importante de la sociedad a todos los niveles sociales y de los habitantes de Kiev, cuya participación fue, en ocasiones, decisiva para la continuidad de la protesta.

En definitiva, no se puede valorar los sucesos que vienen ocurriendo en Ucrania, como una rebelión de la población de Ucrania contra su Gobierno por el fiasco de las negociaciones con la UE, ni como un conflicto entre distintos sectores de la población a causa de la su orientación política, ni siquiera como un conflicto de clases o un conflicto civil, aunque estos últimos tenga mucho que ver con la radicalización de la protesta. La protesta estudiantil y la posterior represión de ésta, solo actuaron como catalizador a todo el descontento y la frustración que se venía acumulando durante décadas de políticas injustas y exclusivas, de gobiernos incapaces de combatir el fraude y la corrupción, del, cada vez más acusado, desgaste de los sistemas de protección social heredados de la URSS y apenas reformados en los años de la independencia, etc. Las causas son tantas que difícilmente una renuncia, elecciones anticipadas o, incluso, la firma del Acuerdo de la Asociación con la UE puedan resolverlo. Está claro que el estado ucraniano ha llegado una situación de extrema gravedad, donde es necesario un amplio acuerdo social para poder reconciliar la sociedad, dividida por las opiniones en cuanto al futuro de Ucrania, así como, un compromiso por parte de los políticos de no situar sus intereses particulares por encima del interés público, ya que la continuidad de esta práctica amenaza la existencia de la clase política como tal. Y es que en tiempos de guerra poco caso se hace a los políticos.

Mikhail Ufimtsev | Licenciado en Filología Hispánica

El Euromaidán de Kiev: El origen y los motivos de las protestas