viernes. 19.04.2024

El ministro de Agricultura, Wagner Rossi, presentó su dimisión después de acusaciones de corrupción que lo involucran a él y a varios de los altos funcionarios del ministerio. Según reveló la revista Veja, un lobista contaba con una oficina en el mismo ministerio para ayudar a conseguir contratos a cambio de sobornos, con el visto bueno del más alto nivel. Esta, no obstante, es solo una de las numerosas irregularidades denunciadas.

Rossi, uno de los principales dirigentes del PMDB (Partido del Movimiento Democrático Brasileño), el principal aliado del gobierno, negó las acusaciones. Aunque admitió que usó esporádicamente el avión de una empresa que dependía de las autorizaciones del propio ministerio para vender sus productos. La misma empresa, además, aportó el pasado año 100.000 reales (unos 45.000 euros) para la campaña política del hijo del ministro, elegido diputado estadual, y contrató la productora del mismo hijo para realizar videos institucionales.

El ya ex ministro de Agricultura atribuyó las acusaciones a un intento para acabar con la alianza de gobierno. Pero desde la oposición dicen que con su dimisión está admitiendo la culpa. El DEM y el PSDB del ex presidente Fernando Henrique Cardoso, creen que la salida del ministro de Agricultura va a complicar la relación del PMDB con el gobierno federal, recordando que Rossi era un hombre de confianza del vicepresidente, Michel Temer.

La caída del ministro de Agricultura ha impulsado de nuevo a la oposición a buscar el apoyo necesario para instaurar una Comisión de Investigación Parlamentaria que investigue la corrupción. “Este asunto en Agricultura no es aislado y de poca monta, la corrupción en el gobierno es de gran alcance”, dijo Duarte Nogueira, líder del PSDB en la Cámara de Diputados.

La primera baja en el gabinete de Dilma Rousseff fue Antonio Palocci, el poderoso jefe de la Casa Civil, que dejó el cargo el 7 de junio tras una denuncia periodística de que su patrimonio había aumentado 20 veces entre el 2006 y el 2010. El siguiente en caer fue el ministro de Transportes, Alfredo Nascimento, a principios de julio. Otra vez una denuncia periodística desveló un esquema extorsivo en el ministerio para cobrar sobornos, en dos dependencias del ministerio.

A finales de julio el que se alejó del cargo fue el ministro de Defensa, Nelson Jobim, por polémicas declaraciones, como que estaba obligado a convivir con idiotas en el gobierno y que no había votado por Dilma Rousseff en las elecciones, sino por su rival, José Serra. Y hay que estar atentos a las denuncias contra serias irregularidades en el ministerio de Turismo. De momento hay 35 detenidos, entre ellos el número 2 del ministro.

Esta seguidilla de bajas en el gobierno y la continua denuncia de casos de corrupción está poniendo en dificultades a la presidente, Dilma Rousseff, que depende de la llamada base aliada para gobernar. La coalición de gobierno está compuesta por once partidos, aunque el PR (Partido de la República), acaba de alejarse con la dimisión del ministro de Transportes, Alfredo Nascimento.

El más poderoso de estos partidos es el PMDB, el partido del vicepresidente Temer, del ahora dimitido ministro de Agricultura y del ministro de Turismo, que puede ser el próximo en caer. Es también el partido del incombustible José Sarney, ex presidente de la República y ahora presidente del Senado, cargo que con interrupciones lleva ocupando 10 años.

Desde que empezó el gobierno de Dilma, en enero de este año, el PMDB viene presionando en busca de más poder y más cargos en el gobierno. Algo que chocó inmediatamente con los recortes presupuestarios por 30.000 millones de dólares dispuestos por la presidente para contener las presiones inflacionarias. Y ahora, el PMDB amenaza con bloquear las iniciativas gubernamentales en el parlamento, al considerarse perjudicado por los casos de corrupción.

El bloqueo parlamentario impulsado por el PMDB, que no obstante sigue siendo parte del gobierno, está retrasando importantes proyectos de ley, como reformas al código tributario o la regulación de las regalías de la industria petrolera.

A pesar de todos estos tropiezos la popularidad de Dilma Rousseff sigue muy alta, un 67 % según el último sondeo, aunque comienza a declinar. La presidente está adquiriendo poco a poco un perfil propio, después de la avasallante figura de su mentor y antecesor, el ex presidente Lula. Pero a las dificultades políticas mencionadas hay que sumar una situación económica que empieza a registrar algunos índices no tan favorables como en años anteriores. La creación de empleo está ralentizándose, al igual que la producción industrial y las ventas minoristas, mientras la inflación prevista para este año es del 6,26 % y el crecimiento del PIB se estima que llegará al 3,93%. Claro que la crisis global de Europa y EE.UU. hace que estas cifras parezcan envidiables.

Dimite en Brasil el ministro de agricultura, el cuarto en los últimos tres meses