martes. 23.04.2024
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Vladimir Putin a su llegada a Belgrado donde fue recibido por el presidente de Serbia, Tomislav Nikolic. (Foto: Gobierno Rusia).

Cuando Slobodan Milósevic abandonó el poder en 2000, Serbia comenzó una nueva etapa orientada hacia la democracia y el europeísmo. A pesar de haberse iniciado negociaciones formales para su ingreso en la Unión Europea, el fantasma de la crisis puede desalentar un proceso al que acaba de sumarse un importante actor: Vladimir Putin.

Coincidiendo con el 70 aniversario de la liberación de Belgrado por las tropas soviéticas, el mandatario ruso quiso visitar la capital serbia justo antes de desembarcar en la cumbre Europa-Asia celebrada en Milán. No puede ocultarse la contradicción inherente de este hecho, que no es sino el reflejo de una nación dividida entre Oriente y Occidente. Recordemos que en abril de este mismo año, el vice primer ministro Aleksandar Vucic se negó a seguir la política de sanciones contra Rusia a raíz de la invasión de Crimea, al mismo tiempo que se manifestaba favorable a respetar la integridad territorial del Estado ucraniano. Esta equidistancia no obedece a una división ético-lingüística como en Ucrania, ya que el 83,3% de la población es serbia y la minoría más numerosa es la búlgara con apenas un 3,5%. El principal problema reside en la evidente relación económica con Rusia, que ha llegado a crear una verdadera dependencia en el caso del gas. Esta circunstancia llevó a firmar un acuerdo bilateral de libre comercio entre ambas naciones, según el cual las exportaciones serbias tienen acceso a los mercados de Bielorusia y Kazajistán. ¿Puede Belgrado prescindir de un circuito que le da acceso a 176 millones de consumidores, en un momento en el que su economía pasa por apremiantes dificultades? Europa deberá ofrecer una alternativa viable si quiere disipar los temores de su futuro socio.

Otro interrogante, quizás de mayor importancia, es la creciente expansión de la OTAN en la Europa del este. A raíz del conflicto ucraniano la Alianza Atlántica ha puesto en marcha una estrategia para ampliar su presencia en la región, fundamentalmente en las repúblicas bálticas, Rumanía y Polonia. Si a ello añadimos que en 2009 Croacia y Albania se adhirieron a dicha estructura defensiva, observaremos como el cerco se va estrechando sobre Serbia. ¿Dejará Rusia que su tradicional aliado pase a albergar bases de la OTAN? No fue casualidad que Putin apareciera para copresidir un desfile militar tan cargado de significado y simbolismo, tratando de evitar que la Historia vuelva a repetirse. En efecto, la caída del Telón de Acero supuso una pérdida completa de la influencia tanto política como militar, gracias a una deficiente negociación llevada a cabo por Mikhail Gorbachev. El último líder de la Unión Soviética no se oponía a la celebración de elecciones libres en los llamados países satélite, pero a cambio imponía la neutralidad militar de los mismos. En poco tiempo Occidente incumplió su palabra al incluir en la OTAN a buena parte de los antiguos miembros del Pacto de Varsovia. En este marco se comprende mucho mejor el movimiento diplomático de Putin, que a buen seguro no será el último.

Queda claro que la Rusia postsoviética no está dispuesta a prescindir de un aliado tan importante en la Europa Central. Los lazos entre ambas naciones, basados fundamentalmente a la identidad eslava y ortodoxa, no son ni mucho menos un argumento retórico. Aunque algo distantes durante la Guerra Fría, rusos y serbios lucharon juntos en la Primera Guerra Mundial, e incluso durante la dramática desmembración de Yugoslavia, numerosos voluntarios procedentes de Rusia engrosaron las filas del ejército serbio de Bosnia comandado por Ratko Mladic (El carnicero de Srebrenica). Por otro lado, el conflictivo status de Kosovo juega a favor de quienes desean debilitar las relaciones entre Bruselas y Belgrado. Tal y como conocimos la pasada semana, bastó un pequeño incidente en un campo de fútbol para desatar una tensión que pese a su soterramiento es real, y dista mucho de estar resuelta. Se trata de puntos débiles que pueden ser presionados a conveniencia de unos u otros, y en pos de determinados intereses. Aunque es impensable que las autoridades serbias den marcha atrás en su proceso de integración en la UE, sobre todo tras la victoria electoral del centro-derecha el pasado mes de marzo, Rusia está dispuesta a condicionar el rumbo de los acontecimientos... El juego acaba de empezar.  

La cuestión serbia