jueves. 18.04.2024
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China ha iniciado desde hace algunos años un proceso de deslocalización agrícola, así como de aumento de la importación, expandiendo su huella ecológica y alimentaria fuera de sus fronteras

En el Estado español estamos asistiendo estos últimos años al crecimiento de una enorme burbuja de producción porcina, que cada día no hace más que aumentar, alentada por la expansión de las exportaciones y por el apoyo directo de la administración pública. Como resultado, tenemos una industria  totalmente hipertrofiada cuyas externalidades han dejado de ser asumibles y se han convertido en una seria amenaza nuestra  salud, el medio-ambiente, la sostenibilidad de los territorios  y está transformando radicalmente  nuestro sistema agrícola convirtiéndolo en  un sistema dependiente, al estilo clásico colonial de una gran potencia, en este caso de China.

Pero vamos por partes, veamos algunos datos para darnos cuenta de la magnitud de esta burbuja, como por ejemplo que el Estado español es el tercer exportador de carne de cerdo del mundo y que además somos  el país europeo con una cabaña más grande, con 30.1 millones de cerdos según los últimos datos de la Oficina Europea de Estadística.

El sector porcino español en el primer semestre de 2017 obtuvo un saldo superior a los 2.000 millones de euros de facturación, un 19,7% más que en el mismo periodo del 2016. En ese mismo año 2016, el porcentaje de exportación de carne de porcino sobre el total de la producción fue del 70%. Si lo vemos en perspectiva, en la última década hemos aumentado un 200% la exportación.

Hemos asistido en los últimos años a la desaparición de miles de granjas familiares de tamaño pequeño que ofrecían una alternativa económica y de fijación de población para cientos de pueblos

Y esto es así porque la situación en los últimos años en China ha cambiado debido al enorme avance de su proceso de industrialización, que ha provocado la necesidad de mayor mano de obra en centros urbanos, así como una mayor presión sobre las materias primas y los propios acuíferos. Para hacer frente a esta necesidad, China ha iniciado desde hace algunos años un proceso de deslocalización agrícola, así como de aumento de la importación, expandiendo su huella ecológica y alimentaria fuera de sus fronteras. Y es ahí, que países como el nuestro se ofrece como proveedor cárnico, lo cual proporciona enormes beneficios a algunas industrias y mayores perjuicios a los ciudadanos que viven en el entorno rural.

Hemos asistido en los últimos años a la desaparición de miles de granjas familiares de tamaño pequeño que ofrecían una alternativa económica y de fijación de población para cientos de pueblos. Sólo entre 1999 y 2013 perdimos 128.000 granjas y su sustitución ha sido por un modelo basado en megagranjas, totalmente industrializadas, basadas en un esquema de integración vertical, donde el ganadero desaparece, y se transforma la actividad primaria en una especie de fábrica. Una industria además que para funcionar busca la concentración generando una densidad inviable para lugares como, Lleida, Huesca, Zaragoza, Murcia, Barcelona y Segovia. Solamente de éstas seis provincias sale la mitad de la producción española de porcino, la zona cero del purín.

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Para valorar la magnitud de estos impactos vale tan sólo con fijarnos de los efectos causados por el aumento de purines, así por ejemplo en Catalunya con un cabaña de 7 millones de cerdos, 142 de los 947 municipios catalanes tienen problemas de acceso al agua potable por contaminación por nitratos

Estas factorías generan enormes problemas medio ambientales, por eso buscan instalarse en lugares despoblados, dónde esperan encontrarse con menos resistencia vecinal, lo cual afortunadamente no está siendo  así debido a la intensa actividad de más de  20 movimientos vecinales y localidades afectadas y unas diez organizaciones estatales e internacionales, entre ellas también Justicia Alimentaria, que hace unos días celebraron en Minglanilla (Cuenca) el II Encuentro Estatal Stop Ganadería Industrial para hacer frente a esta invasión.

Para valorar la magnitud de estos impactos vale tan sólo con fijarnos de los efectos causados por el aumento de purines, así por ejemplo en Catalunya con un cabaña de 7 millones de cerdos, 142 de los 947 municipios catalanes tienen problemas de acceso al agua potable por contaminación por nitratos.

La Agència Catalana del Aigua (ACA) realizó un informe sobre los problemas que origina el exceso de nitratos de origen agrario en las masas de agua subterránea de Catalunya y llegó a la conclusión de que el 50% de estas aguas están en mal estado químico, y en el 83% de ellas con excesos de nitratos. Para situar la magnitud del problema vale la pena recalcar que en casi el 70% del territorio de Catalunya depende de las aguas subterráneas para su abastecimiento.

Pero como pasa en todas las cadenas de explotación, nuestros pueblos se han convertido en el “sur” de China, pero estas industrias para conseguir sus beneficios además han de explotar a alguien más. Así para para aumentar el crecimiento de los animales, peso y productividad, estas industrias necesitan enormes cantidades de pienso, y tanto es así que países como el nuestro dedica  el 92% de la soja importada para ello y los datos de la UE arrojan  que el 75% de todas las importaciones agroalimentarias no tienen como destino la alimentación humana sino la animal, y que de todas ellas, el 75% es soja. Este cambio de modelo se ha realizado a costa de un brutal cambio agrícola en gran parte de los países del sur, que están dedicando sus mejores tierras al cultivo de forraje. Una de las zonas más castigadas por el fenómeno de la expansión de monocultivos destinados al forraje la encontramos en América Latina. La FAO explica que la ganadería utiliza hoy en día el 30 por ciento de la superficie terrestre del planeta, que en su mayor parte son pastizales, pero que ocupa también un 33 por ciento de toda la superficie cultivable, destinada a producir forraje. La tala de bosques para crear pastos es una de las principales causas de la deforestación, en especial en Latinoamérica, donde por ejemplo el 70 por ciento de los bosques que han desaparecido en el Amazonas se han dedicado a pastizales.

Por tanto es evidente que necesitamos urgentemente un cambio en la política actual, que  deje de incentivar la producción de porcino, aborde su reconversión y que establezca una prohibición de instalación de megagranjas y apueste por modelos sostenibles y saludables de ganadería.

El futuro de nuestros pueblos no lo decide la industria cárnica.

Cerdos para China