viernes. 19.04.2024

El controvertido Guillermo Moreno, Secretario de Comercio Interior del gobierno de Cristina Fernández y uno de los primeros espadas del kirchnerismo, acaba de decir: “estamos bastante cerquita de la revolución”. En una reunión con militantes elaboró la idea: “los imperios están distraídos, no hay partido de oposición, no hay partido militar, están desordenados. Nosotros somos muchos más que ellos y encima tenemos un líder. Teniendo un líder, sabemos lo que hay que hacer. Y del otro lado están bastante desordenados”.

La alocución de Moreno, brazo ejecutor de las medidas más importantes del gobierno (control de importaciones, virtual cepo cambiario, manipulación de las estadísticas oficiales), tuvo lugar casi al mismo tiempo que en algunos barrios de Buenos Aires sonaban las cacerolas de los descontentos con el gobierno. Muy poco significativo en cuanto a número y representatividad, pero que puede dar cuenta de cierto malhumor social.

El cacerolazo se volvió a repetir la noche del pasado viernes, con mayor intensidad. En ambos casos, la convocatoria se hizo a través de las redes sociales. El hashtag o etiqueta #cacerolazo tuvo en Argentina el primer lugar en Twitter. Aunque tuvo su contra en los ciberactivistas K, a través del hashtag #caceroludos. Esta segunda jornada de protesta fue más amplia y abarcó barrios menos acomodados que en la primera noche, como Barracas, San Telmo, Abasto o Caballito.

Hacía al menos cuatro años, cuando se produjo el enfrentamiento del gobierno con el sector agropecuario, que no se producía este tipo de protesta. Y coincide con un nuevo paro del campo, de 9 días, contra el impuestazo que afectará a los productores de la provincia de Buenos Aires. Los cacerolazos del 2008, nada más iniciado el primer gobierno de Cristina Fernández, fueron acompañados por las movilizaciones del sector agropecuario, que paralizaron durante semanas las rutas y carreteras de buena parte del país, con un costo político muy importante para el gobierno.

El nivel de aceptación de la presidente sigue siendo alto, aunque menor del 54 % de los votos conseguidos en la elección de octubre pasado. Subió algo tras la expropiación de YPF, pero la ventaja desapareció después de las medidas sobre el dólar. Medidas que golpean a un sector minoritario de la población, como se encargaron de resaltar diferentes miembros del gobierno, empezando por la propia presidente. Pero que tiene un impacto importante en la clase media. El dólar es el refugio frente a una inflación (un 25 %, aproximadamente), que se come los ahorros en pesos.

El malhumor social se incrementó, además, por el doble discurso del poder. Frente a las invocaciones a pesificar la economía, usando la moneda nacional, el peso, para el ahorro y las transacciones inmobiliarias, se descubre que los dirigentes tienen sus ahorros como todos los argentinos. Desde la presidente, con algo más de tres millones de dólares en imposiciones a plazo fijo, hasta el vicepresidente, Amado Boudou, con 145.000 dólares en efectivo. El resto del gabinete tiene también sus recaudos en la divisa verde.

El caso más chocante fue el del ex jefe de Gabinete y hoy senador, Aníbal Fernández, que tras predicar que había que cambiar los paradigmas, tuvo que admitir que tenía sus ahorros en la divisa norteamericana. No sólo eso, preguntado por las razones respondió casi a los gritos: “porque se me antoja, es mi derecho, hago lo que quiero con mi plata”. Y esto, además, dicho en un tono que demostraba claramente que había perdido los estribos. El mismo Fernández, conocido por sus “anibaladas”, negó lo evidente: que la gente está recuperando los dólares de sus cuentas en divisas y llevándoselos a su casa o a cajas de seguridad, hoy imposibles de conseguir en los bancos porteños.

Tras la repercusión de sus declaraciones, el ex jefe de gabinete tuvo que reconocer que se equivocó. “Me terminé calentando, contesté destempladamente”, señaló. Seguramente ayudó a ello que su entrevistadora fuera Magdalena Ruiz Guiñazú, una periodista muy crítica con el gobierno y con una larga y respetada carrera profesional.

En las últimas horas hubo además una desmentida a rumores que indicaban que el gobierno pretendía desdolarizar los contratos y los créditos. “Es un invento mayúsculo, aberrante y estúpido”, dijo el viceministro de Economía, Axel Kicillof, que volvió a descalificar a la prensa al hablar de operaciones mediáticas y malintencionadas. El número dos de la cartera económica, verdadero hombre fuerte del gobierno junto a Moreno, negó también que se vaya a devaluar: “quieren que devaluemos, quieren crear una corrida bancaria, pero esto no es el 2001, que fogonearon estos mismos bancos y estos mismos medios”.

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