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NUEVATRIBUNA.ES / A.M - 20.05.2010

El presidente de México, Felipe Calderón, ha tardado casi tres semanas en desplazarse a Estados Unidos para denunciar la racista Ley de inmigración de Arizona que permite a la policía americana registrar a cualquier individuo que tenga apariencia latina , lo que afecta directamente a la mayoritaria población mexicana que vive en la zona.

La demora del mexicano no ha gustado en su país, pero finalmente el miércoles se reunió con Obama para poner los puntos sobre las ies. El encuentro ha sido más simbólico que constructivo. Calderón dejó bien clara su postura: “Condeno abiertamente esta ley porque parte de principios injustos, parciales y discriminatorios”. Aunque señaló que respetaba la soberanía de EE.UU. también insistió en el rechazo de la norma por tratar “a los inmigrantes como delincuentes”.

El discurso de Obama fue más bien light, empezó saludando a los presentes en el poquísimo español que conoce: “Bienvenido”, fue su primera palabra, y casi la última. Después usó la diplomacia para reconocer la preocupación del mandatario mexicano, pero en ningún momento condenó la Ley, sino que la definió como una norma “mal enfocada”.

El presidente estadounidense no pudo olvidar que según la última encuesta del prestigioso instituto Pew, aseguraba que hasta el 73% de la población respalda algunos aspectos de la ley de Arizona. Por lo tanto Obama optó por justificarla: “Expresa algunas de las frustraciones del pueblo americano porque no se arregla un sistema de inmigración roto. Yo comparto esa frustración y por eso defiendo la necesidad de una ley nacional sobre inmigración que permita una regulación ordenada y segura de nuestras fronteras”.

Obama le aseguró a Calderón que desde el Gobierno vigilarán la aplicación de la norma, y señaló como única solución llevar a cabo una reforma migratoria, algo que ya estaba en su programa electoral, pero que pensaba dejar para más adelante. La reforma se basaría en “ordenare la inmigración, asegurar las fronteras y dar la posibilidad a los que han entrado ilegalmente de regular su situación pagando una multa, poniéndose al día con Hacienda y hablando inglés".

Pero el mandatario norteamericano sabe las dificultades que hay que superar para que la reforma siga adelante. Él mismo ha reconocido públicamente que no cuenta con 60 votos en el Senado. Y por eso, precisa el apoyo de algunos republicanos. Algo difícil de conseguir con las elecciones de mitad de mandato a la vuelta de la esquina, el próximo mes de noviembre.

Obama se encuentra en una encrucijada. Por un lado están los datos que ofrece las encuestas, y por otro las movilizaciones masivas que están llevando a cabo los hispanos que viven en Estados Unidos. El propio presidente fue una de las personas más críticas con la Ley de Arizona, pero ahora tiene que recular y evita hablar de este estado, a favor de una reforma migratoria.

El encuentro se llenó de buenas intenciones, pero los latinos que viven en Arizona seguirán siendo perseguidos por su color de piel, por sus rasgos, por su origen. Calderón, a pesar de condenar la normativa, no se mostró duro ante el estadounidense, no ejerció ningún tipo de presión y tampoco pidió explicaciones. Una vez más Estados Unidos hace con México lo que se le antoja. Muchos negocios de por medio que afectan a las empresas de ambos países y que priman ante la exclusión y el racismo por el que ha apostado el estado de Arizona.

Calderón condena, Obama justifica