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NUEVATRIBUNA.ES / A.M 08.07.2010

Ha pasado un año desde que un terremoto destrozara la ciudad de L’Acquila, que acabó con la vida de 300 personas y con las casas de muchos más. Después de este tiempo esta joya arquitectónica mantiene una fotografía fantasmagórica. Miles de aquilanos viven en tiendas de campaña y las promesas de reconstrucción se las ha llevado el viento.

Sus ciudadanos denuncian que el casco viejo sigue lleno de cascotes, la reconstrucción no ha comenzado y la economía local permanece hundida. Han cerrado 2.500 empresas y 1.500 talleres de artesanía. Unas 27.000 personas han sido realojadas por el Estado. De ellas, unas 18.000 viven en las viviendas nuevas, situadas fuera de la ciudad, entregadas por el Gobierno, según datos de la Protección Civil, que depende del Ejecutivo. Y todavía hay otras 9.000 en hoteles, cuarteles y tiendas de campaña.

El miércoles los aquilanos dijeron basta. Más de 5.000, con el alcalde de L’Aquila en primera fila, se fueron a Roma para manifestarse contra el abandono en el que se encuentra sumida su ciudad. Además, protestaban porque, a pesar de que la actividad económica está paralizada desde entonces, el Gobierno quiere reanudar el cobro de impuestos en diciembre.

La respuesta que recibieron se produjo en forma de golpes, porrazos, dejando a tres personas gravemente heridas. “Perdonad si soy víctima del terremoto y vivo en una tienda de campaña. Además de la sangre de los 309 aquilanos ahora hacía falta también esto”, se lamentaba un joven en declaraciones a la televisión Sky, mientras mostraba la camiseta ensangrentada con la que se acababa de secar los golpes que los agentes le habían propinado en la cabeza. "Venimos aquí para pedir colectivamente ayuda y somos golpeados", dijo el alcalde de L'Aquila, Massimo Cialente.

El ministro de Interior, Roberto Maroni, convocó ayer una reunión para estudiar lo sucedido. “Soy favorable a las manifestaciones que se desarrollan pacíficamente, sin violencia, y quiero saber por qué esta no se ha desarrollado de este modo, quiero comprender si hay responsabilidades y de qué parte”, dijo. Sin embargo, Berlusconi aseguró no conocer lo sucedido y denunció en Il Corriere della Sera “la instrumentalización que hacen los aquilanos”.

PROMESAS INCUMPLIDAS

Poco después del terremoto Berlusconi viajaba a L’Aquila constantemente para hacerse la foto con el casco de obra en la cabeza y aseguraba a los ciudadanos que su pueblo se reconstruiría rápidamente.

Los residentes dicen que tras una ola inicial de iniciativas que llamaron la atención de la prensa, muchos debieron valerse por sí mismos cuando el dinero de la reconstrucción se acabó.

"El 'Proyecto Casa' es una broma. Sólo unas pocas personas recibieron casas nuevas. El resto de nosotros sigue en la misma situación. No hay proyectos para reconstruir el centro histórico. L'Aquila es una ciudad muerta y hemos sido olvidados", dijo un manifestante.

El primer ministro, Silvio Berlusconi, habló ayer con el ministro de Economía, Giulio Tremonti, para forzar un cambio de ultimísima hora en los presupuestos del Estado e introducir una cláusula para que los afectados paguen el 40% de los impuestos, y puedan fraccionar el pago en diez años. Medidas que, para los abrucenses, sólo son un parche.

VIOLENCIA EN EL PARALAMENTO

La violencia se desencadenó también en el Parlamento del país. Un diputado del partido opositor Italia de los Valores, Franco Barbato, fue ingresado en el hospital tras recibir un puñetazo en un ojo que le propinó un grupo de parlamentarios del partido de Berlusconi, el Pueblo de la Libertad. Según el diario Corriere della Sera, la instigadora de la riña fue la diputada berlusconiana Bárbara Saltamartini.

Pierluigi Bersani, jefe del mayor partido de oposición, y el ex magistrado anticorrupción Antonio Di Pietro, quien ahora lidera un partido opositor más pequeño, abandonaron la sala del Parlamento para apoyar a los manifestantes.

Berlusconi responde a las víctimas del terremoto de L’Aquila a porrazos