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NUEVATRIBUNA.ES - 11.7.2010

“…Y aunque en algunos países como los del Magreb en que la oposición de las mujeres del mundo urbano es tan fuerte que están empujando cambios, por ejemplo, en Argelia, Marruecos o Mauritania, y se están “mejorando” los códigos de familia, las mujeres siguen necesitando un tutor para casarse, no pueden oponerse a los matrimonios convenidos y sólo pueden divorciarse en casos extremos y con la connivencia de sus maridos. Por supuesto, no pueden viajar sin permiso, disponer de sus propiedades sin autorización de padre, marido o tutor, no les dan la patria potestad ni pueden dejar herencia a sus propios hijos…”. (Maria Angels Roque, antropóloga).

Si esto es lo habitual en los países islámicos considerados “menos fundamentalistas” cabe preguntarse qué es lo que ocurre en los restantes países regidos por la Sharia, una ley que cuya aplicación fomenta el mantenimiento de la discriminación de las mujeres hasta convertirlas en ciudadanos de segunda objeto de todo tipo de castigos corporales.

La respuesta está en lo ocurrido en octubre de 2008 en Somalia, uno de los países en los que los tribunales religiosos tienen la potestad de ejecutar sentencias sin juicio previo.

Asha Ibrahim Duhuhulow fue ejecutada frente a cientos de personas en el puerto de Kismayu. Fue enterrada hasta el cuello y lapidada por adúltera. La lapidación fue lenta y el apedramiento llegó a pararse hasta tres veces para comprobar si la mujer continuaba viva. Para justificar esta "práctica" el lider islámico presente en la ejecución de Asha dijo que "Nuestra hermana Aisha pidió a la corte islámica ser juzgada y castigada por el crimen cometido", admitió ser una adúltera, se le pidió que revisara su confesión pero ella demandó la Sharia y el castigo que merecía.

Un testigo de esta barbarie inhumana dice que la mujer llegó con un velo verde y una máscara negra y a pesar de que les dijeron que había aceptado el castigo voluntariamente, la escucharon gritar mientras la ataban de pies y manos antes de proceder a su ejecución, una ejecución llevada a cabo como marca una ley que establece que “las piedras usadas han de ser lo bastante grandes como para no hacer sufrir demasiado al condenado, pero también lo suficientemente pequeñas para que el ejecutado no muera inmediatamente.

Así estaba también prevista la muerte para la iraní Sakineh Mohammadi Ashtiani, quien después de haber sido flagelada por “relación ilícita” fue “sentenciada a ser lapidada hasta la muerte por adulterio”:

Sakineh Mohammadi Ashtiani, madre de dos hijos, está presa desde 2005.  Fue declarada culpable en mayo de 2006 de mantener una “relación ilícita” con dos hombres, y condenada a recibir 99 latigazos. Con posterioridad fue declarada culpable también de “relación extramatrimonial”, acusación que ella negó, y condenada a morir por lapidación. 
Sakineh Mohammadi Ashtiani se ha retractado de la “confesión” que hizo durante su interrogatorio alegando que había sido coaccionada para hacerla. Dos de los cinco jueces del tribunal la declararon inocente, señalando que ya había sufrido una condena de flagelación y que consideraban que no se había presentado la prueba necesaria del adulterio en la causa contra ella. Sin embargo, los otros tres, incluido el presidente del tribunal, la declararon culpable basándose en el “conocimiento del juez”, un principio de la legislación iraní que permite a los jueces adoptar una decisión subjetiva y posiblemente arbitraria en relación con la culpabilidad del acusado, aun en ausencia de pruebas claras o concluyentes. El Tribunal Supremo confirmó la condena de muerte el 27 de mayo de 2007.
(Amnistía Internacional)

“De momento” su ejecución fue suspendida como consecuencia de las presiones tanto del Gobierno inglés como de las asociaciones pro Derechos Humanos aunque se teme que la suspensión pueda ser temporal y que a Sakineh se le aplique otro tipo de pena capital de ahí la importancia de apoyar la iniciativa freesakineh.org

Campaña de recogida de firmas para pedir la liberación de Sakineh Mohammadi Ashtiani

Pilar Rego - Educadora Social

Asha y Sakineh