jueves. 28.03.2024

Muchas han pasado ya más de la mitad de su vida en prisión. Su infancia fue muy dura, su futuro, negro y la forma de juzgarlas muy injusta.

Jaqueline Montáñez es la única mujer del Estado de Illinois que cumple cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional por un delito que cometió cuando era menor de edad. Este mes cumple 20 años en prisión.

En estos momentos la Junta de Revisión de Presos está examinando su caso mientras que una importante campaña mediática se desarrolla en las redes sociales como facebook para pedir su excarcelación.

“En dicho país, una persona menor de 18 años no puede votar, comprar bebidas alcohólicas, billetes de lotería o cigarrillos, ni prestar su consentimiento en la mayoría de los tratamientos médicos, pero sí puede ser condenada a pasar el resto de su vida en prisión"

Jaqueline fue declarada culpable y condenada a cadena perpetua en 1993 acusada de dos asesinatos cometidos el año anterior, cuando tenía 15 años. Según Amnistía Internacional a los nueve años ya consumía drogas y alcohol, sufrió abusos sexuales durante su infancia y siendo una niña acabó en una banda callejera rival a la de su padrastro. Se escapó de casa en diversas ocasiones y desde los doce años estuvo intermitentemente bajo la custodia de los servicios sociales.

Todas estas circunstancias no se aceptaron como atenuantes en el momento del juicio. De la misma forma que tampoco se tuvo en cuenta que durante el interrogatorio, tras ser detenida, no estaba presente ni su madre ni un asistente social de menores.

Su caso fue juzgado por segunda vez en 1999 y de nuevo fue declarada culpable. El día de su 17 cumpleaños fue trasladada a un centro de detención de adultos y cuatro meses después a una prisión de adultos.

Durante este tiempo ha estudiado la enseñanza secundaria estadounidense y ha completado todos los programas de educación disponibles en prisión. Ahora Jaqueline afirma que ha reflexionado mucho durante este tiempo y ha expresado sus remordimientos a las familias de los dos asesinados.

Pero desgraciadamente Jaqueline no es la única y el tratamiento dado por la justicia tampoco. En todos los casos se ve un denominador común, ni han sido juzgadas con las suficientes garantías ni se ha tenido en cuenta sus antecedentes.

Christi Cheramie tiene en estos momentos 33 años.

Fue condenada a cadena perpetua en 1994 con tan sólo 16 años. Se le acusó de asesinar a la tía abuela de su novio. Según Christi, el asesinato lo cometió él, que en ese momento tenía 18 años.

El psiquiatra que examinó a Christi antes del juicio afirmó que se trataba de una joven “deprimida, dependiente e insegura, incapaz de contrariar a su novio”, según informes de Amnistía Internacional. Pero al igual que la mayoría de estas condenadas, su infancia fue dura. Sufrió abusos sexuales y a los 13 años la internaron en una clínica psiquiátrica tras intentar suicidarse en dos ocasiones.

Ahora con 33 años es otra persona. Ha completado sus estudios agrícolas e imparte clases en prisión a otras condenadas, pero desgraciadamente estos cambios de actitud y hábitos en su vida tampoco son tenidos en cuenta de cara a una posible revisión de penas.

En 2001, Christi solicitó que se retirase su declaración de culpabilidad y afirmó que, cuando la realizó, no había comprendido en qué consistía el proceso judicial ni qué implicaba realmente declararse culpable de homicidio impremeditado. Su solicitud fue rechazada.

La Convención de Derechos del Niño, aprobada en Naciones Unidas, que entró en vigor hace más de veinte años, prohíbe expresamente la imposición de cadena perpetua, sin posibilidad de excarcelación a los menores de 18 años, independientemente de la gravedad de los delitos, pero Estados Unidos no se adhirió.

“En dicho país, una persona menor de 18 años no puede votar, comprar bebidas alcohólicas, billetes de lotería o cigarrillos, ni prestar su consentimiento en la mayoría de los tratamientos médicos, pero sí puede ser condenada a pasar el resto de su vida en prisión", afirma Aministía Internacional que en uno de sus informes: "Aquí es donde voy a estar cuando muera", el cual insta a "las autoridades a prohibir la imposición de la cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional a menores de edad y a revisar los casos de más de 2500 personas que actualmente cumplen esta condena a fin de que sean conformes a lo exigido por el derecho internacional”.

Tal como afirma dicha organización “no se trata de disculpar los delitos cometidos por menores ni restar importancia a sus consecuencias, sino de tener en cuenta el especial potencial para la rehabilitación y el cambio que tienen los menores infractores”, asegura la organización Human Right Watch que también afirma que “más del 42% de los jóvenes sentenciados son hispanos, el 32% afroamericanos y el resto blancos”.

El senador demócrata por California, Leland Yee, intentó que dicho estado se uniese al resto del mundo para poner fin a estas sentencias de cadena perpetua para los jóvenes, pero su iniciativa fracasó. Su objetivo es que los tribunales puedan revisar las sentencias de los jóvenes, diez años después de haber sido condenados y tener así opciones de salir en libertad en el futuro una vez rehabilitados.

Pero desgraciadamente existen todavía muchos grupos contrarios a la libertad de estos jóvenes, como la Asociación Víctimas del Crimen Unidas de California y la Asociación de Fiscales de California los cuales argumentan que “las víctimas no solamente tendrían que soportar el dolor propio de la pérdida, sino que se verían obligados a revivir dicho dolor, cada vez que el condenado y autor del crimen tuviera un nuevo juicio, para ser sentenciado otra vez y quizás conseguir la absolución o una reducción considerable en su condena”.

El pasado mes de marzo el Supremo de Estados Unidos comenzó a estudiar la posible abolición de la cadena perpetua sin libertad condicional a quienes no tengan delitos de sangre. En esta situación se encuentran unos 70 presos, según datos de Equal Justice Iniciative. Hay que recordar que este mismo Tribunal abolió en 2005 la pena de muerte para éstos jóvenes.

Un informa publicado conjuntamente por Amnistía Internacional y Human Right Watch afirma que 16% de los condenados tenían entre 13 y 15 años en el momento de cometer el crimen.

Únicamente los estados de Alaska, Kansas, Kentucky, Maine, Nuevo México, Nueva York, Virginia Occidental y el Distrito de Columbia prohíben esta práctica en sus respectivas jurisdicciones.

Hace escasos meses una joven de 18 años, Alyssa Bustamante era condenada a cadena consecutiva de 30 años en el condado de Dole, ya que el pasado enero Alyssa se declaró culpable de estrangular a su vecina Elizabeth Olten, de nueve años, en un pequeño pueblo al oeste de Jefferson City, cuando tan solo tenía 15 años.

Durante el juicio, esta joven atada de pies y manos con grilletes, se puso en pie y mirando a la madre y a los hermanos de la víctima, antes de escuchar su sentencia, les pidió perdón. “Sé que las palabras nunca serán suficientes y jamás podrán describir adecuadamente lo mal que me siento por todo esto” afirmó Alyssa y añadió “Si pudiera dar mi vida para hacerla volver, lo haría”.

Alyssa fue abandonada por su madre, adicta a las drogas y al alcohol y su padre pasó en la cárcel la mayor parte de su infancia. Según el International Business Times, Bustamante “habría estado luchando contra la depresión desde hace años. En una ocasión intentó suicidarse con una sobredosis de analgésicos, y en varias ocasiones se autolesionó, produciéndose cortes en la piel”.

Jaqueline, Christi o Alyssa tendrán un futuro muy negro en cualquiera de las 38 cárceles norteamericanas sin posibilidad de conseguir la libertad condicional.

Muchas de ellas tienen depresiones, pensamientos de suicidio, angustia crónica y sentimientos de intensa soledad. Las condenadas a cadena perpetua no pueden acceder a muchos de los estudios que se imparten en las cárceles sin embargo, la mayoría busca desesperadamente salidas, estudian, dan clases a sus compañeros de prisión, maduran y con el paso de los años se convierten en mujeres que podrían integrarse en la sociedad, pero la justicia y la política les niega todo tipo de esperanza.

Adolescentes en prisión: toda una vida