jueves. 28.03.2024

Los marineros que faenan por aguas canarias y los submarinistas que exploran sus tesoros biológicos nunca imaginarían encontrarse con el rey de los peces, el tiburón ballena. Es un pez de aguas más cálidas, como las australianas o las caribeñas. “En Canarias no hay”, pensarían. Falso.

En 1993, científicos canarios registraron el tiburón ballena (Rhincodon typus) por primera vez en las aguas de estas islas. Con el aumento de la temperatura del agua, desde entonces se aprecia con cierta frecuencia, sobre todo en las occidentales –La Palma, El Hierro y La Gomera–, más cálidas.

“Migra desde el trópico hasta alcanzar nuestra latitud desde comienzos del verano”, señala Alberto Brito, catedrático del departamento de Biología Animal de la Universidad de La Laguna en Tenerife. 

‘Tropicalización’ de la biodiversidad

Desde 1991 “han llegado a nuestras aguas unas treinta especies tropicales”, asegura a SINC Brito, quien añade que algunas poblaciones se han instalado de forma estable e incluso “se han convertido en recursos importantes para la pesca”.

Es el caso del gallo aplomado (Canthidermis sufflamen), que se registró por primera vez en la isla de El Hierro en 1994. “Al año siguiente ya se reproducía con éxito y en la actualidad constituye un importante recurso en las islas occidentales”, subraya el científico.

Además, según un estudio publicado en 2010 por investigadores de la Universidad de La Laguna, este gallo depreda sobre el erizo Diadema africanum, una “auténtica plaga” relacionada con la sobrepesca. Otro caso es el de las especies del género Decapterus (caballas-chicharros), que son carnaza para la pesca de túnidos.

Hay también especies de origen tropical que “se tenían de siempre” y ahora se han vuelto más abundantes. La vieja (Sparisoma cretense), la catalufa (Heteropriacanthus cruentatus), el gallo azul (Aluterus scriptus) o el pejetrompeta (Aulostomus strigosus) se han expandido incluso hacia Lanzarote y Fuerteventura, con aguas más frías.

Pero esto no es más que “la punta del iceberg”, señala Fernando Herrera, jefe del Servicio de Prevención y Control de la Contaminación en la Dirección General de la Naturaleza del Gobierno de Canarias.

Durante el episodio brusco de calentamiento acaecido en 2004 –donde se registraron temperaturas del agua que superaron los 27 ºC–, los investigadores registraron por primera vez en aguas canarias una tortuga y un cetáceo tropicales.

Aunque aparecieron de forma esporádica –y no han vuelto a registrarse–, la tortuga golfina (Lepidochelys olivacea), abundante en el Atlántico occidental tropical, y el delfín de hocico largo (Stenella longirostris), presente en todos los mares tropicales del mundo, en el futuro podrían proliferar en Canarias. El tiempo lo dirá.

En busca de un nuevo hogar

Mientras que las especies terrestres continentales pueden migrar en altitud y latitud, “las isleñas solo pueden hacerlo en altitud, aunque los mejores terrenos se encuentren en cotas bajas”, dice Herrera. Para las especies marinas de las islas, la solución es más complicada. Al calentarse el agua de su hábitat, algunos peces están en riesgo de desaparecer de las islas más occidentales. No tienen tiempo de adaptarse.

Canarias cuenta con un gradiente térmico de 500 kilómetros donde las temperaturas del agua pueden ser hasta 2 ºC más frías en islas orientales, por lo que las especies no desaparecen del todo del archipiélago, y se ‘acantonan’ en las aguas más templadas orientales. “Al menos es lo que ha ocurrido hasta ahora”, comenta Brito.

“Si esto mismo pasara en Madeira el efecto sería devastador porque no tiene este gradiente térmico”, señala el investigador de la ULL. Pero por ahora “no se ha perdido ninguna especie, que sepamos”. Las especies de origen templado tienden a disminuir y a enrarecerse pero “sin llegar a desaparecer”, advierte Brito. La sustitución de la sardina de ley (Sardina pilchardus) por la alacha (Sardinella aurita) es un claro ejemplo.

El romero capitán (Labrus bergylta), que era relativamente abundante en El Hierro, "ha desaparecido de las islas más cálidas”, apunta el experto. “Hay que tener en cuenta la sinergia del cambio climático con las fuerzas transformadoras locales potentes, como la sobrepesca”, afirma. A pesar de la alteración de su hábitat, las poblaciones de este pez en Lanzarote y Fuerteventura resisten, pero no todas las especies lo consiguen.

Desde los años 70, el pez sierra (Pristis pristis) y la pintarroja (Scyliorhinus canicula), presentes en Gran Canaria y Tenerife, no han vuelto a observarse. “Sus poblaciones eran muy pequeñas y su desaparición también podría deberse a la sobrepesca”, informa Brito.

Mutar o morir

Canarias, junto a Azores y Madeira, son los archipiélagos que mayor superficie marina aportan a toda la Unión Europea. Según un informe de Oceana sobre la Propuesta de Aguas Marinas de Importancia Ecológica publicado en diciembre de 2010, las islas Canarias cuentan con una superficie marina 60 veces superior a la terrestre, con 500.000 kilómetros cuadrados marinos. El 98,4% del territorio canario se encuentra sumergido. De ahí la importancia de sus aguas.

Al calentamiento se une la acidificación por un aumento del CO2 de la atmósfera que se disuelve en el mar. “Afecta sobre todo a los corales, moluscos y erizos, pero también a los peces y al plancton”, subraya el investigador de la Universidad de La Laguna.

La consecuencia directa es que se pueden perder biodiversidad y recursos, así como “el efecto sumidero de CO2 en el océano”, alerta Brito, quien propone rediseñar espacios protegidos para dar una segunda oportunidad a las 5.232 especies marinas del archipiélago canario. Pocas opciones les quedan ante escenarios futuros nada alentadores. Según datos de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), se prevé en Canarias un incremento en las temperaturas máximas y mínimas y un descenso de las precipitaciones.  

Para huir de una desaparición inminente podrían adaptarse mutando, pero “se trata de un proceso muy a largo plazo”, dice Brito. Dependería “en gran medida de su variabilidad genética, y en las islas suele ser menor”, explica a SINC Anna Traveset, investigadora en el Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (IMEDEA), centro mixto del CSIC y la Universidad de Islas Baleares (UIB). “Elcambio climático es tan rápido que no da tiempo a las especies a mutar”, dice Brito.

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