jueves. 18.04.2024

nuevatribuna.es | Pedro Díez | 16.02.2011

Literalmente han dejado con el culo al aire a la industria nuclear, a sus defensores de la derecha y al Gobierno, que ha acabado haciéndoles el juego con la enmienda pactada en el Congreso que abre la puerta a la prórroga del funcionamiento de las nucleares más viejas.

Ayer, más de 20 militantes de la organización ecologista Greenpeace lograron atravesar las sucesivas vallas de seguridad de la central nuclear de Cofrentes (Valencia) dirigiéndose 6 de ellos a una de las torres de refrigeración, de 125 metros de altura, que escalaron y en la que, durante horas lograron pintar en negro: PELIGRO NUCLEAR.





Después de siete horas, los ecologistas fueron detenidos por la Guardia Civil y trasladados al cuartel de Requena. La delegada del gobierno en Valencia, Ana Botella, ha hecho unas manifestaciones en las que culpa a los activistas de las lesiones que sufrieron tres empleados de la central (uno con un ataque de ansiedad), mientras que Greenpeace asegura que, como siempre, sus acciones son absolutamente pacíficas. La delegada del Gobierno también ha dicho que si no hubiera sido pacífica, la respuesta hubiera sido más dura.

Miren Gutiérrez, directora Ejecutiva de Greenpeace España ha declarado: “el desvío de la atención hacia la incuestionable actitud pacifista de los activistas es una maniobra para evitar la cuestión clave: la falta de seguridad en las centrales nucleares y la necesidad urgente de establecer un calendario de cierre” y ha reiterado que si durante la acción tres trabajadores de la central han resultado heridos, tal y como afirma el CSN, en ningún momento se ha debido a ningún comportamiento violento de los activistas.

Fue Greenpeace la que, desde el primer momento, mediante una llamada telefónica a la Sala de Emergencia del CSN, SALEM, avisó de la entrada de los activistas en la central nuclear para llevar a cabo una acción de protesta pacífica.

La organización insiste en que no se renueve el permiso de explotación de Cofrentes que vence el próximo 19 de marzo y se proceda a su cierre definitivo.

Greenpeace exige seriedad en las valoraciones sobre su protesta y considera especialmente grave que Miguel Sebastián, ministro de Industria, Turismo y Comercio, haya afirmado “que se haya utilizado la violencia”. Greenpeace pide una rectificación pública al ministro porque sus declaraciones carecen de todo fundamento.

Miren Gutiérrez, ha añadido: “para que haya un diálogo sobre el debate nuclear, la otra parte ha de escuchar. Pero el ministro Sebastián lleva años sin querer hablar con los grupos ecologistas, mientras solo atiende a la industria nuclear, del carbón y del petróleo, atacando y destruyendo las energías renovables”.

Las acciones de Greenpeace se llevan a cabo siempre regidas por la no violencia, un principio que ha permitido a la organización ecologista desarrollar su denuncia pública y hay que recordar que quien ha sufrido en su carne la violencia han sido sus militantes, tal como ocurrió cuando agentes secretos del Estado francés, bajo la presidencia de Mitterrand, colocó una bomba en el buque de la organización Rainbow Warrior en Nueva Zelanda, produciendo su hundimiento y la muerte del fotógrafo Fernando Pereira.

Pedro Diez Olazábal

Activistas se cuelan en Cofrentes